La Casa Real británica tiembla de nuevo y  mete a Andrés en la nevera

juan francisco alonso LONDRES / E. LA VOZ

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Andrew Winning

El escándalo del hijo favorito de la reina, salpicado por la trama de menores de Epstein, trae a Isabel II la mayor crisis desde la muerte de Lady Di, una situación que la ha llevado a sacrificar a su hijo

23 nov 2019 . Actualizado a las 09:06 h.

El príncipe Andrés lo ha vuelto hacer. Si a principios de los años 90 su sonado divorcio de Sarah Ferguson contribuyó a deteriorar la idílica imagen de la Casa Real británica, casi tres décadas después el tercer hijo de la reina Isabel II ha colocado nuevamente a la monarquía en una situación delicada que amenaza con convertirse en una crisis de imagen pública tan seria como la vivida tras la muerte de la princesa Diana de Gales. Y todo se debe a los vínculos de Andrés con el empresario estadounidense Jeffrey Epstein, un turbio magnate acusado de tráfico de menores que acabó suicidándose en la cárcel.

La decisión del duque de York de renunciar el pasado miércoles a «sus funciones públicas», poco después del revuelo que causó su fallido intento por explicar, en una entrevista concedida a la BBC, la naturaleza de sus relaciones con el financiero, parece no ha servido para que amaine la tempestad. El líder de la oposición, el laborista Jeremy Corbyn, no ha dudado en afirmar que esta situación revela la necesidad de que la monarquía afronte una reforma. «Yo creo que hay preguntas muy, pero que muy serias que se deben responder. Nadie debería estar por encima de la ley», afirmó el veterano político esta semana, durante el primer debate televisado que mantuvo con el primer ministro Boris Johnson. El primer ministro, por su parte, aunque evitó criticar al noble, tampoco le brindó su apoyo incondicional.

La entrevista

Tras ver cómo durante meses su nombre era mencionado por los medios a un lado y al otro del Atlántico por la investigación por tráfico sexual de menores que las autoridades estadounidenses llevaban a cabo contra Epstein, el príncipe Andrés decidió dar explicaciones el pasado 16 de noviembre en una entrevista televisada. Sin embargo, lo que debía contribuir a despejar las dudas sobre el comportamiento del que es considerado como el hijo predilecto de Isabel II terminó convirtiendo al príncipe casi en un desecho tóxico.

Las inverosímiles explicaciones, las evasivas a la hora de responder sobre las acusaciones de una de las víctimas (Virginia Giuffre), quien sostiene que mantuvo relaciones con él cuando ella era menor de edad, y sobre todo, la ausencia de autocrítica y de empatía con las víctimas han destruido la imagen del duque y han forzado al Palacio de Buckingham a prescindir de él, en un intento por evitar el efecto contagio.

Expertos como Jonny Dymond, periodista especializado en la monarquía británica, consideran que la decisión del príncipe es «un gran paso, prácticamente sin precedentes en los tiempos modernos». Sin embargo, otros como el abogado Mark Stephens creen que era la única opción que le quedaba. El jurista, quien representó al capitán James Hewitt, que supuestamente tuvo un romance con Diana de Gales, afirmó que el principal error del noble fue no haber sido totalmente honesto y abierto. «Dejó demasiados cabos sueltos», declaró a The Guardian.

Uno de los peores momentos de la entrevista se produjo cuando Andrés trató de desmentir detalles aportados por Giuffre. «Ella dice que yo sudaba, pero eso es imposible, porque en esa época yo no sudaba. Había sufrido una sobredosis de adrenalina durante mi participación en la guerra de las Malvinas. Desde entonces se me cortó el sudor, y solo volví a sudar al cabo de los años. Sufría de una condición médica especial», soltó. Después exhibió su memoria selectiva. Por un lado, aseveró que no recordaba cuándo le tomaron la foto en la que se le ve con Giuffre, pero instantes después negó que hubiera podido estar con ella en el 2001, como lo sostiene la mujer, porque ese día había llevado a una de sus hijas a cenar a una pizzería.

Sin autocrítica

Sin embargo, lo que más rechazo ha generado fue la falta de autocrítica del príncipe. «No lamento mi amistad con Epstein», llegó a afirmar Andrés ante las cámaras de televisión, al tiempo que aseguró que su relación con el desaparecido millonario le ayudó a desempeñar mejor su labor. «La gente que pude conocer y las oportunidades que tuve de aprender cosas nuevas gracias a él o través de él fueron muy útiles», justificó. No obstante, estos conocimientos y relaciones ahora valen de poco, porque el grueso de las actividades filantrópicas que el tercer hijo de Isabel II venía desarrollando están en riesgo de desaparecer, ya que las empresas que las financiaban ya no quieren seguirlo haciéndolo.

Durante la entrevista, Andrés dejó boquiabierto a más de uno con su explicación de por qué siguió manteniendo contacto con Epstein, e incluso hospedándose en sus casas, cuando su nombre ya se asociaba a una trama delictiva. «Tiendo a ser demasiado honorable», dijo para explicar por qué viajó en el 2010 en persona a Nueva York para decirle al empresario que su relación no podía continuar.

El comunicado

«Hizo lo incorrecto por razones adecuadas», resumió con ironía Johnny Dymond, corresponsal para la Casa Real de la BBC.

Solo cuando anunció su retiro de la vida pública Andrés tuvo algunas palabras dedicadas a las víctimas: «Compadezco profundamente a todos los que se han visto afectados y quieren que todo esto termine de alguna forma», afirmó en el comunicado con el que anunció su decisión. «Solo puedo esperar que, con el tiempo, sean capaces de reconstruir sus vidas».

La malas noticias no vienen solas. La monarquía británica ha vuelto a comprobar la veracidad de este refrán, pues la crisis provocada por el duque de York no ha podido producirse en un momento más inoportuno. Por un lado, coincide con el estreno de la tercera temporada de la exitosa serie The Crown, que expone escándalos y crisis olvidadas o poco conocidas de la familia de Isabel II. Y, por otro, estalla cuando Buckingham sigue sin poder resolver el distanciamiento entre los príncipes Guillermo y Enrique.

Andrés asegura que está dispuesto a colaborar con el FBI. Puede que su cooperación ayude a limpiar su imagen. Por lo pronto, la tarea parece titánica, pues solo el 6 % de los británicos acepta las explicaciones dadas por el duque de York, frente al 51 % que no le creen una palabra y el 43 % que no están seguros, según ha reveleado una encuesta elaborada por la empresa Yougov.

La Casa Real contiene la respiración esperando las medidas adoptadas serán suficientes para evitar daños mayores. Motivos para esa confianza no le faltan, pues la crisis que atravesó durante la década de los 90 le enseñó que hasta los peores temporales pueden capearse.