El Chicle se queda sin coartadas

J.R. / Álvaro Sevilla SANTIAGO / LA VOZ

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Álvaro Sevilla

El alegato del asesino de Diana Quer quedó dinamitado por decenas de pruebas incontestables

15 ene 2020 . Actualizado a las 19:33 h.

La sonrisa de José Enrique Abuín Gey es el mejor reflejo de su falta absoluta de sentimiento de culpa. Ni tan siquiera con el maniquí que simulaba el cadáver de Diana Quer, en sus brazos, quiso, o supo, esconder su verdadera naturaleza. También le dio igual estar en presencia de decenas de agentes de la Guardia Civil, del juez instructor del crimen en Ribeira, la secretaria judicial, la Fiscalía o la acusación particular. Incluso que lo grabaran en vídeo en todo momento. Él se mostró relajado, sonriendo reiteradamente, como si la reconstrucción del crimen que protagonizaba no fuese con él. Tampoco la petición de prisión permanente revisable a la que ya sabía entonces (15 de junio del 2018) que se podía acabar enfrentando.

Esa sonrisa de Abuín se visionó ayer, durante la novena vista del juicio, en pantallas de plasma que magnificaban su expresión despreocupada y relajada. Él, mientras, en la sala, no levantaba la vista de la mesa. La respiración del padre de la víctima, también en la sala, iba en aumento y se podía escuchar. La mejor prueba de la pesadilla que sigue viviendo. La enésima sonrisa visionada del autor confeso de la muerte de Diana le hizo explotar: «Podía haber sido tu hija», le grito desesperado desde su silla, lo que provocó su expulsión de la sala. Él mismo entendió su error y pidió disculpas al magistrado presidente antes de salir. La tensión siguió cortándose. Incluso la letrada, poco después, se mostró visiblemente afectada pese a haber visionado las imágenes con anterioridad.

Lo que no cambió, con respecto a la totalidad de vistas celebradas, fue la sucesión de nuevas pruebas que no solo siguen desmontando las coartadas de Abuín, también desenmascaran la sucesión de mentiras expuestas por el acusado. Todo un ejemplo de resistencia que le obliga agarrarse a cualquier clavo ardiendo. «Dice que roba gasoil en un camión y había una furgoneta», «dice que dejó seco un depósito de gasoil y a ningún feriante le ocurrió eso», «debajo del lugar que dice que mató a Diana sin querer al confundirla con una feriante, había dos farolas, a 15 y 18 metros, que alumbran perfectamente», «dice que sale por un lado del camión en el que resulta imposible que Diana le viera robar gasoil, ya que el depósito está del otro lado».

Las frases inculpatorias se sucedieron toda la mañana en boca de los agentes citados que diseñaron y participaron en la reconstrucción. Incluso en la parte ubicada en Padrón, frente a un restaurante en el que Abuín dice que tiró la ropa de su víctima en un contenedor. «Primero nos dio una ubicación frente a un desguace, luego frente a un restaurante. Los contenedores están siempre en el lado contrario de la carretera».

Mucho más duro fue la recreación de lo vivido en el sótano de la nave de Rianxo. ¿Hubo luz aquella noche dentro del inmueble? La respuesta deja en cueros otra vez al Chicle, que miente nuevamente. Defendió en su última declaración que no había necesitado luz artificial para llevar a Diana al pozo donde fue hallada 496 días después. Los encargados de desentrañar esta duda fueron dos agentes de la Policía Judicial de A Coruña, que, a petición del juez instructor, regresaron a la nave para reconstruir la fatal noche.

Para dar mayor fuerza a su testimonio escogieron un día en que la luna brillase todavía más. Confesaron que, aún así, era imposible moverse por su interior a pesar de que «era la cuarta vez que acudíamos a esa nave», por lo que conocerla previamente no era de gran ayuda, hasta el punto de que uno de los agentes cayó en una de las múltiples arquetas abiertas que había en el suelo.

La descripción de ambos, a la que no le faltaron detalles, la acompañaron con un vídeo. Para visionarlo, el magistrado, Ángel Patín, solicitó que se apagaran las luces. Tuvo escaso éxito. En la pantalla, con excepción de fotogramas contados, la oscuridad era total. «El silencio que se respira te impacta porque solo oyes tus movimientos», afirmó uno de los guardia civiles.

Tras la reconstrucción, la versión del Chicle no se sostiene para ninguno de los dos: «La sensación que tienes allí abajo es que sin luz es imposible moverte […] Es una imagen escalofriante». Añadieron que estuvieron bastante tiempo en el lugar y, aunque entraron y salieron de la nave, ningún vecino se percató de su presencia. El silencio en esa zona de Asados era total.

Cerraron esta parte de su declaración tumbando definitivamente a José Enrique Abuín, quien defendió que bajó al sótano con el cuerpo muerto de Diana. «Bajar por esa escalera sin luz es prácticamente imposible», destacaron. Sin la ayuda de una linterna o un teléfono creen imposible que pudiera mover el cadáver de la madrileña. Lo más seguro, dejaron entrever, es que la hizo bajar viva hacia el sótano donde Fiscalía y acusación particular creen que le quitó la vida.

Dos agentes citadas, que hicieron el informe sobre la luminosidad de la nave, declararon ayer que ven «prácticamente imposible», por no decirlo con total rotundidad, han especificado, que alguien baje la escalera que lleva al silo con un peso muerto y sin luz artificial. Estos efectivos añadieron que es indiferente que el Chicle controlase el lugar al milímetro, como él mismo ha reconocido al testimoniar que acudía allí a robar muebles.

El teléfono

La casualidad quiso que uno de estos agentes de la Policía Judicial de A Coruña conociera a Abuín por su anterior caso de tráfico de drogas. «Él mismo nos da un acceso a su persona sin tener que forzar», aseguró, al recordar el episodio en que el Chicle contacta con ellos tras percatarse que había un coche que lo perseguía. Fue en esa primera reunión cuando el investigador se percató que intenta engañarlos con el teléfono móvil. Para corroborarlo le pide que busque un número en su agenda: «La forma de manipular el terminal… no era su teléfono. No tenía grabados sus número ahí. El terminal no era el que llevaba él normalmente. Después supe que era su mujer».

Se trata del mismo agente que entrevistó a la última persona que vio a Diana Quer el 22 de agosto. Relata que la chica, menor de edad entonces, ubicó a la madrileña pasando el callejón que da acceso a la zona de los feriantes. Punto clave, ya que el Chicle también afirmó que se había metido por ahí, donde se la encontró y mató. También se tomó declaración a Manuel Somoza, que le reconoció que «iban de día a los colegios y se dedican a mirar a las crías, de 16 y 17 años. Que [Abuín] le dijo que les gustaba la morenas y las rubias, sobre todo altas y que no llevaran el pelo teñido». Añadieron los agentes que no le tomaron declaración durante la investigación inicial para evitar que pusiera en alerta a su amigo.

El maletero

En la investigación también participaron agentes del servicio de químicos de la Guardia Civil, que se encargaron de estudiar el maletero del Alfa Romeo de José Enrique Abuín. Había sido limpiado en su totalidad, confirmaron por videollamada desde Madrid, por lo que sería imposible encontrar resto biológico alguno. En ese vehículo también trabajaron los guardia civiles especialistas en inspección ocular, quienes hallaron, debajo del asiento del copiloto, la palanca que utilizaba Abuín. También encontraron en el maletero una sábana blanca que lo cubría en su casi su totalidad, así como un rollo de cinta adhesiva y una brida negra.

Recuperar el teléfono

El servicio tecnológico de la Guardia Civil también hizo presencia en la sala a través de videollamada. Fueron ellos quienes recibieron el teléfono de Diana tras aparecer en la ría. Explicaron que, una vez quitada la alimentación, buscaron conservar y recuperar la placa base del dispositivo y su tarjeta SIM. Eso fue lo que remitieron a la empresa alemana que se encargó de acceder a su interior, recuperar los datos y remitírselos de vuelta a la UCO a través de un pendrive.

Pruebas a tener en cuenta

 Con los agentes del servicio tecnológico se cerró la ronda de testigos. Fue en ese instante que el magistrado Ángel Pantín pidió a las partes si quería añadir más pruebas que no estuvieran en el sumario. La fiscala Cristina Margalet solicitó que el jurado conociese la sentencia en firme por el caso de Boiro, cuando Abuín Gey fue condenado a cinco años y un mes de prisión por ser el autor de un delito de detención ilegal y de agresión sexual en grado de tentativa. También se leyó los documentos que demuestran que se mantuvo la cadena de custodia de la brida que los forenses creen que Abuín utilizó para matar a Diana. La defensa pidió que se leyeran las dos primeras versiones del Chicle, la segunda, cuando reconoció donde había dejado el cuerpo y cuando pidió disculpas a la familia por el daño que había ocasionado.