Juan Guaidó: «Espero que la democracia española sea fuerte para hacer frente a la dictadura de Maduro»

Pedro García Otero CARACAS / CORRESPONSAL

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El presidente interino de Venezuela considera que el mejor apoyo que puede prestar la UE es aumentar la presión sobre el régimen chavista

01 dic 2019 . Actualizado a las 09:40 h.

El presidente interino de Venezuela designado por la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, se enfrenta a múltiples desafíos: conciliar las expectativas que generó en enero su nombramiento y el desafío que representó contra el régimen chavista con el hecho de que, once meses después, Nicolás Maduro siga, aparentemente sin fisuras, en el poder. Guaidó debe compaginar también un avance en el reconocimiento internacional con las diferencias, en esa misma comunidad mundial, sobre cómo debe abordarse la crisis venezolana, que suma ya más de cinco millones de migrantes y que ha arruinado la que en su día fue la economía más boyante de América Latina.

Guaidó habla en exclusiva con La Voz sobre cómo concibe las relaciones con España, Europa y el mundo, y sobre el reto que representa movilizar a una sociedad venezolana cada vez más desmotivada para lograr lo que se ha denominado «cese de la usurpación»: la condición sine qua non de la oposición para volver a la democracia en Venezuela.

-¿Qué esperan de la Unión Europea como gesto concreto para ayudar al retorno a la democracia?

-La primera pregunta es: ¿cuáles son las herramientas del mundo libre para enfrentarse a regímenes de esta naturaleza? En el caso de Venezuela, esas herramientas son, en este momento, las sanciones, el aislamiento diplomático, también las sanciones morales, y la protección de los activos para que no los roben. Europa lo que puede hacer es esto: fortalecer las sanciones, fortalecer la presión sobre la dictadura. Esto pasa por que no se robe el dinero de los venezolanos, porque no puedan danzar alegremente por el espacio común. Creo que hay mucha presión, pero siento a veces que la diplomacia internacional se queda sin palancas de presión para una situación como la que enfrenta con Venezuela.

-En España, que lidera las relaciones de la UE con Latinoamérica, hay negociaciones para formar un Gobierno entre el PSOE e Unidas Podemos. ¿Eso para la democracia venezolana puede ser un problema?

-Más que para la democracia venezolana, va a ser una prueba para la democracia española. El Gobierno español ha sido muy firme en su posición sin Podemos. Por eso digo que será una prueba para ellos. Aquí va a seguir pasando lo mismo: que hay una dictadura, presos políticos y se roban el dinero de los venezolanos. Nosotros sabemos lo que representa que continúe esto. Confío y espero que la democracia española tenga la fortaleza para hacer frente a la dictadura de Maduro y no ser controlados simplemente por una rama ideológica.

-¿Han mantenido conversaciones con el Gobierno español luego de las elecciones del 10N?

-Hemos mantenido contacto con el Gobierno de Pedro Sánchez, sí.

-¿Cómo valora que Josep Borrell sea el nuevo jefe de la diplomacia de la Unión Europea?

-Creo que viniendo de ser canciller de España es un buen momento para que América Latina mejore sus relaciones con la Unión Europea, y América Latina tiene un reto importante: superar una dictadura en todo el centro del continente, que tiene además a cinco millones de migrantes circulando por la región. Es un reto y esperamos que se puedan fortalecer las medidas de presión a la dictadura.

-Sin duda, el aliado más importante de la oposición venezolana es EE.UU. Con Trump en medio de un impeachment, ¿qué amenazas representa esta situación?

-Estados Unidos es sin duda un aliado muy importante, pero no es el único. Tenemos a Colombia, tenemos a Brasil, tenemos al Grupo de Lima. No es solo apoyo a nosotros, es el reconocimiento de que Maduro representa una amenaza para la región, de que hay cinco millones de migrantes venezolanos por Latinoamérica y una serie de mecenazgos a grupos irregulares. [Jesús] Santrich e Iván Márquez [los disidentes de las FARC que anunciaron la vuelta a las armas] siguen en Venezuela, por ejemplo.

-Un mensaje para los españoles en Venezuela y para los venezolanos en España...

-Estamos juntos en esto. En Venezuela hay una colonia muy importante de ese país, al cual llegaron miles de españoles. Y ahora sus descendientes están aquí y también en España. Al final, el mensaje es que no nos vamos a acostumbrar a esto, que en Venezuela no hay una lucha por el poder, sino para que podamos vivir con dignidad en Venezuela y para tener el desenlace necesitamos de todos. Así que seguimos adelante.

«El elemento central de la transición es la movilización ciudadana»

 

El régimen de Maduro ha tenido que recurrir a su enemigo histórico, el capitalismo, para que el país no se le vaya de las manos. Ha liberalizado la economía mientras mantiene el control político. Pero aún está muy lejos de la normalidad. Por eso, la oposición advierte que solo con la ciudadanía en la calle podrá lograrse una transición, y que el peor peligro es que la crisis se «normalice».

-A diez meses de su jura como presidente interino, se habla de un empate catastrófico, en el que ni usted ni el chavismo logran imponerse y las consecuencias las paga el país. ¿Cómo lo valora ?

-El régimen no resuelve ningún problema, y al contrario, los agudiza todos, como se ve en la migración. La alternativa democrática está tratando de arrebatarle las competencias para contener la emergencia humanitaria y que logremos celebrar unas elecciones libres para estabilizar el país. ¿Qué nos falta? Falta que no nos acostumbremos a esta situación. Nuestra gran lucha es volver a movilizar al ciudadano, seguir en las calles y poner de una vez por todas a la Fuerza Armada del lado de la Constitución. El elemento central para producir la transición es el ciudadano.

-¿Hay cansancio en la oposición, se nota el cansancio en la calle? ¿Qué se puede hacer para reactivar la protesta ciudadana?

-Las transiciones no se decretan, se construyen. Llevamos años construyéndola, muy concretamente desde las elecciones parlamentarias del 2015. Insisto, en Venezuela no hay un país polarizado, hay un país que está 90 a 10 a favor del cambio. Hay una dictadura tratando de fingir una falsa normalidad. El desgaste no es de Juan Guaidó, el desgaste es del país, de sus empresas, de sus trabajadores, de sus campesinos. Aquí el reto es que, a pesar del cansancio, de la frustración, logremos avanzar.

-«Hemos resistido» sería una frase que Maduro firmaría.

-Este país está secuestrado por siete egos. Son un grupo de gente que de una manera sádica ha puesto sus intereses por encima de los de toda una nación. Si ellos quieren seguir profundizando en su harakiri político, allá ellos. Pero no van a tener una epifanía, tampoco, por lo cual tenemos que enfrentarlo nosotros.

-¿Qué se había acordado en las negociaciones de Noruega?

-Una elección presidencial competitiva, que Maduro se desprendiera de su cargo y yo del mío, y con la creación de un Consejo de Gobierno. Con solo eso y el retorno del chavismo a la Asamblea Nacional, y la eliminación de la Asamblea Constituyente, ya se habían levantado las sanciones a funcionarios. Pero la locura de los que dirigen al chavismo los arrastró a todos a una crisis mayor.

-Maduro ha dicho que ustedes no podían garantizar el levantamiento de las sanciones.

-Le mintieron a su propia gente. Esa cúpula está sola, está aislada, y hay un país unido esperando esta solución a esta crisis. Por otro lado, la comunidad internacional está unida en su idea de que Maduro es un problema y un peligro.

-¿Y qué pasa si la gente se acostumbra?

-Nuestro mayor enemigo es la costumbre. No podemos acostumbrarnos a esta situación. Ya no es tan fácil salir de Venezuela, ya las remesas que mandan nuestros familiares no alcanzan a los que están aquí. Todos perdimos nuestra capacidad de garantizarnos nuestra vejez. La opción más viable que tenemos es la de seguir luchando.

La mediación de Noruega ha quedado enterrada definitivamente 

En el balance de apoyos a la lucha de Guaidó, se perdió Argentina y se ganó Bolivia y Uruguay. Decir Uruguay es hablar del mecanismo de Montevideo, de efímera vida, que lideraban Tabaré Vázquez y el mexicano Andrés López Obrador. Ahora, el presidente del país charrúa es Luis Lacalle Pou, por lo cual, ese mecanismo podría reactivarse. De todas formas, la oposición venezolana no cree en negociaciones, sino en la presión de calle.

-¿El triunfo de Lacalle puede llevar a la reactivación del mecanismo de Montevideo?

-Eso, paradójicamente, depende de la dictadura. Se le han dado opciones a la dictadura de producir una transición, tener una elección presidencial verdaderamente libre. Aproximaciones ha habido: está el mecanismo de Montevideo, enlazado con el Grupo de Contacto, la mediación de Noruega, el Grupo de Lima. La que se ha negado ha sido la dictadura. Ha tenido una soberbia, hay que decirlo aunque suene feo, sádica, al jugar con el hambre, la necesidad y el sufrimiento de nuestra gente. Los mecanismos son un medio, pero lo que de verdad es insustituible es la presión ciudadana, en la calle.

-¿Ha tenido contacto con Lacalle?

-Hemos tenido contacto con su equipo.

-¿Está definitivamente enterrada la posibilidad de volver a la negociación bajo la mediación de Noruega?

-Eso lo mató la dictadura al salir corriendo de la mesa de negociaciones cuando ya teníamos buena parte de un acuerdo adelantado. Para nosotros, el único diálogo que tiene sentido es el que busca la solución de la crisis venezolana. Ya en Barbados [sede de las negociaciones] teníamos unas elecciones presidenciales a cambio del levantamiento de las sanciones individuales a los funcionarios del chavismo.

-¿No cree que ha avanzado mucho más lo internacional que lo nacional en este proceso?

-No, hemos avanzado igual. Esta es una sociedad que lleva muchos años construyendo un proceso de transición al que solo en este momento se ha sumado la comunidad internacional.

El negrito de La Guaira que llegó con la generación del 2007 

Sigue siendo sin duda el político más popular de su país, pero su aceptación cayó de casi 80 % a comienzos de este año a 40 % en octubre. Su caída se ha detenido en noviembre, pero los cuestionamientos a Juan Guaidó provienen del 30 de abril, cuando un confuso incidente, tomado como un golpe de Estado, derivó en la liberación de Leopoldo López, ahora huésped en la Embajada de España en Caracas. Con la presidencia del Parlamento asegurada, aparentemente, por otro año, y el reconocimiento internacional, Guaidó tiene otro problema: asegurar que tiene un criterio independiente y que no es una ficha de López. «A quien le toca tomar las decisiones en estos momentos en la oposición es a mí», afirma. Sin embargo, aclara que la oposición no es personalista: «Si no es Juan Guaidó, mañana será Pedro, y luego será otro».

Superviviente de la tragedia de Vargas cuando era adolescente (en diciembre se cumplen 20 años de las inundaciones en las que murieron 30.000 personas), Guaidó sigue apelando a su condición popular y a la de líder de la llamada generación del 2007, hace una década imberbes estudiantes que le propinaron a Hugo Chávez su primera gran derrota electoral. «No esperaban al negrito de La Guaira», señala sobre su incursión en la política. Pero sobre él pende una población opositora que es una trituradora de líderes, y amenaza con llevarse a Guaidó como antes se llevó a Leopoldo López o a Henrique Capriles Radonski, cuya popularidad se ha hundido.

Pero, sin duda, disfrutar del reconocimiento internacional es una diferencia sustancial con sus predecesores, que contribuye a su liderazgo dentro de la oposición y en el país.