Los sindicatos elevan el pulso a Macron en la calle y exigen que retire la reforma

asunción serena PARÍS / E. LA VOZ

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BENOIT TESSIER | Reuters

Los transportistas rechazan las modificaciones al texto que prepara el Ejecutivo galo

08 dic 2019 . Actualizado a las 10:36 h.

Los sindicatos del transporte ferroviario (SNCF) no han esperado a la nueva huelga general convocada para el martes y mantienen este fin de semana la presión sobre el Gobierno para obligarlo a retirar la reforma del sistema de pensiones. Quieren endurecer el movimiento, igual que los trabajadores de transportes urbanos parisinos (RATP). Esperan que el Ejecutivo dé su brazo a torcer antes de Navidades porque «los conductores de trenes no se fijan límites», según Laurent Brun, secretario general de la CGT-ferrocarriles. Ni siquiera se conformarán con la aplicación de la «cláusula del abuelo» que permitiría aplicar la reforma solo a los nuevos contratados.

La movilización de los trabajadores de la SNCF se entiende por el miedo a perder su nivel de pensiones, una media de 2.640 euros brutos por una carrera completa, frente a los 2.200 de los funcionarios, y los 1.390 en el sector privado. En cuanto a los jubilados de la RTP, la pensión se eleva a 3.700 euros.

Sin embargo, las cotizaciones salariales y patronales para las pensiones de la SNCF solo representan el 36 % del peso de las pensiones, y es el Estado el que financia el resto (3.280 millones en el 2017), lo que provoca que la caja de pensiones de la SNCF sufra un déficit de más de 55.000 millones de euros.

Por eso, cuando el jefe del Gobierno, Edouard Philippe, promete «un sistema universal que implica la desaparición de los regímenes especiales», los trabajadores de la SNCF y RATP están convencidos de que les tocará la peor parte. Las concesiones que parece que está preparando el Ejecutivo no bastan para calmar la oposición y, tras el fin de semana, se prepara un lunes negro en los transportes y enlazarán con la segunda movilización interprofesional del martes.

55 semanas de protesta

El movimiento de chalecos amarillos volvió ayer a salir a la calle como cada sábado, esperando encontrar un nuevo impulso tras la huelga de estos últimos días, pero quedó claro que son los sindicatos los que han recuperado la legitimidad de la contestación social que les habían arrebatado en las últimas 55 semanas. Un millar de chalecos amarillos se manifestaron en París, fuertemente encuadrados por la policía, que les impidió unirse a otra manifestación «contra el paro y la precariedad» organizada por la CGT en la zona de Montparnasse. Finalmente un grupo acabó tomando el centro comercial de le Hall, y solo en Nantes, donde también se manifestaron, hubo un grupo que protagonizó actos violentos contra comercios.

Los camioneros se sumaron a las protestas, pero ellos para pedir la anulación de la subida del precio del carburante que entrará en vigor el 1 de enero con la nueva ley de finanzas. La Organización de Transportistas Europeos organizó el bloqueo de las carreteras principales, con el objetivo de impedir que se dificulte el paso sobre todo de camiones extranjeros. Según uno de sus responsables, Stéphane Cauchi, en lugar de subir los impuestos sobre el combustible para financiar la renovación de las infraestructuras, se debería imponer una ecocontribución que tenga impacto sobre los camiones extranjeros para evitar «una distorsión de la competencia».