La extorsión de los carteles a los mexicanos: «Me pidieron 50.000 pesos y después otros 30.000»

Alberto Pradilla MÉXICO D.F. / E. LA VOZ

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Soliciantes de asilo en EE.UU. hacen cola en el paso de El Chaparral, en Tijuana
Soliciantes de asilo en EE.UU. hacen cola en el paso de El Chaparral, en Tijuana Alberto Pradilla

La violencia de los narcos expulsa al año a miles de ciudadanos de México hacia Estados Unidos

25 dic 2019 . Actualizado a las 21:07 h.

Fernando supera los 40 y es de Jungapeo, un pequeño municipio de menos de 20.000 habitantes ubicado en Michoacán, uno de los estados mexicanos en el centro de la guerra contra el narco. En la zona en la que tiene sus cuatro hectáreas de cultivo pugnan dos carteles: el de la Familia Michoacana y el de Jalisco Nueva Generación. «Me pidieron 50.000 pesos y después otros 30.000 más. Eran hombres armados y encapuchados», dice Fernando López Ávila, que asegura que son los integrantes de La Familia los que extorsionan a los vecinos. «Los otros solo quieren el territorio para pasar droga», dice.

El hombre aguarda en un albergue de Tijuana que su esposa salga de Estados Unidos. Ante la crisis de violencia, ambos abandonaron Michoacán. Se establecieron un par de meses en el vecino estado de México, pero decidieron probar suerte en el país vecino del norte. Se agotaron antes de sortear el primer obstáculo. Aguardaron cerca de dos meses en El Chaparral, el paso de Tijuana a Estados Unidos. Cuando al fin fue su turno, fueron detenidos y separados: ella acabó en Las Vegas y él en San Diego.

Por el momento, no piensan regresar a Michoacán. No es seguro. «Los vecinos ya se han levantado en armas. En mi zona son al menos cien. Me dicen que ya no pagan la extorsión, pero no quiero arriesgar», cuenta Fernando.

El 7 de junio del 2019 México firmó un acuerdo con EE.UU. para reforzar su control en la frontera sur. Se trataba de reducir el flujo de migrantes, principalmente hondureños, salvadoreños y guatemaltecos que huyen de la pobreza y la miseria. Pero México tiene su propio éxodo. El país que se ha convertido en una extensión del muro de Donald Trump hacia Centroamérica expulsa a miles de personas al año.

La violencia se ha vuelto insostenible. El año se va a cerrar con las cifras de asesinatos más altas desde que se tienen registros, 31.688, a las que hay que sumar los 916 feminicidios, lo que da un total de 32.604 muertes violentas.

Por eso en Tijuana hay cientos de mexicanos que piden asilo en EE.UU. Llegan a esperar entre dos y seis meses. Y tienen muy pocas probabilidades de que el vecino del norte les acepte. Según un estudio de la Universidad de Siracusa, solo el 15 % de los mexicanos que piden protección son aceptados como refugiados.

Según la organización Families Belong Together, unas 8.000 personas esperan en Tijuana que llegue su turno en los tribunales estadounidenses. De ellos, la mitad serían mexicanos, aunque el Instituto Nacional de Migración (INM) no ofrece datos.

Cada mañana, en El Chaparral, entre medio centenar y un centenar de mexicanos aguarda su fila para ver si sale su número. Cada número son diez personas. Se puede seguir la evolución a través de una página web. Pero cuando tu número se acerca hay que estar presente a las seis de la mañana. Si se pasa, uno nunca sabe cuándo le volverán a llamar. Ahí hay de todo: centroamericanos que huyen de las pandillas, cameruneses que escaparon del conflicto y mexicanos.

Como Lilian, que explica que huye del estado de Guerrero porque «la maña», que es como se conoce a los grupos criminales, quería captarla. O Roberto, que dice que su hermana Laura desapareció en Acapulco y teme correr su misma suerte.

México se desangra y muchos de sus ciudadanos no encuentran una opción mejor que tratar de refugiarse en Estados Unidos, un país que históricamente les rechaza.