Cristina Pedroche, un cruce de C3PO y Afrodita A para brillar en las campanadas

b. pallas REDACCIÓN / LA VOZ

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Antena 3 volvió a recurrir al señuelo del vestido para competir con La 1, donde Roberto Leal lanzó un emotivo mensaje a su padre fallecido y José Mota reivindicó la comedia al grito de «¡Heil, Gila!»

02 ene 2020 . Actualizado a las 11:56 h.

Despellejar el vestido de Cristina Pedroche es la nueva tradición de la Nochevieja. Ella, confesó, lo disfruta y lo sufre desde que hace seis años apareció en la Puerta del Sol con una gasa transparente que inexplicablemente paralizó a un país que arrastra una larga tradición de recurrir al destape como reclamo de la audiencia. Para recibir el año 1986, Cicciolina se desnudó en televisión. Dos años más tarde, Sabrina dejó escapar un pecho fuera de su corpiño, un incidente anunciado previamente por TVE cuando aún no existía el miedo al spoiler. Todas ellas enseñaron mucho más de lo que lo ha hecho Pedroche en todo este tiempo. Una trapecista de circo deja al aire en la sesión infantil mucha más piel. Y, sin embargo, a estas alturas de la película de la Nochevieja, media España tiene la sensación de haber visto a la presentadora medio desnuda y sucumbe cada año al morbo de esperar a ver si muestra un poco más.

Este año la cosa fue a menos. Embutida en una armadura de fibra de vidrio y pan de oro del artista Jacinto de Manuel que la convertía en un cruce de C3PO, Afrodita A y el robot de Metrópolis, apareció más cubierta que nunca. Desde el punto de vista de la moda, el origen del vestido está en las creaciones que la escultora Claude Lalanne, fallecida en abril, hizo para Yves Saint Laurent en 1969 en cobre galvanizado a partir del molde del cuerpo de la modelo Veruschka.

«¡Es un sueño!», «me siento empoderada», se empeñaba en justificar su aspecto de gladiadora, mientras Alberto Chicote ya daba por sentado que el país entero se había quedado en shock al verla. Total, no va a hacer el CIS una encuesta para contrastarlo. Antes de despojarse de su capa, la presentadora lanzó un rebuscado discurso para dejar clara su postura ante quienes cuestionan su feminismo por vestir provocativa. Arengó a quererse «más y mejor» a una misma, a tener un «amor sano», a no buscar más «excusas para no reciclar» y a combatir la violencia machista. «Desde el desgarro silencioso y continuo que me provoca», dijo con un tono excesivamente afectado y artificial para recordar a las mujeres asesinadas por sus parejas en el 2019.

El éxito de Pedroche y de Antena 3 está en haber sabido crear un estado de sugestión colectiva en busca de ese pico de audiencia que durante un par de días deriva en tema de conversación y bromas y que aspira a robar décimas a TVE. La más certera de todas las pullas a la presentadora la pusieron en La 2 los rótulos magistrales de Cachitos de Nochevieja: «Los vestidos de Pedroche se los ponía Raffaella para ir a por el pan». Y encima se movía, la Carrá, con soltura por el escenario enfundada en mallas prietas y transparentes que a nadie escandalizaron jamás. A la compañera de Alberto Chicote, sin embargo, le costó salir al balcón sin articular la columna vertebral para preguntarle a la afición: «¡Soy un Óscar! ¿Os gusto?».

Antena 3 sabe que el señuelo del traje es carne de zapping en una noche televisivamente repetitiva que necesita algún aliciente. Los espectadores siguen anclados al clasicismo de La 1 y sus vistas al reloj la Puerta del Sol, y muchos solo cambian un instante para ver el vestido para volver después al redil. Para seguir arañando seguidores, Pedroche esperó enfundada en una capa hasta que apenas faltaban un par de minutos para las doce campanadas. Al terminar, se despidió dejando en el aire la posibilidad de no regresar el próximo 31 de diciembre.

También Anne Igartiburu optó este año por meterse entre las varillas de un ajustado corsé, en su caso del clásico color rojo Caprile, y tuvo que recurrir por un instante a una capa para abrigarse de los 7 grados que refrigeraban a esa hora el centro de Madrid. Pero aguantó casi todo el tiempo con los hombros y los brazos descubiertos negando la mayor con la piel de gallina. A su lado estaba Roberto Leal, que propuso una emotiva reflexión al recordar a su padre, fallecido hace apenas unos días. «Tenemos llamadas perdidas de nuestros padres; siempre lo vamos posponiendo todo y un día será tarde», afirmó con entereza.

En la 2 había la tradicional fiesta alternativa con Cachitos de Hierro y Cromo. La exploración es los archivos de RTVE tuvo como resultado momentos para la risa y la ceja levantada, aunque quizá sin lograr la brillantez de otras ocasiones. Tras el recital del año pasado y su gran repercusión, se esperaba mucho de los rótulos del espacio. El más comentado fue el que se podía leer bajo un video de Rafaela Carrá de los ochenta: «Los modelitos de la Pedroche los llevaba Rafaela para bajar a comprar el pan». También hubo pullas a Vox (señalando que a Ortega Smith le encanta La minifalda de Manolo Escobar) o al Tezanos (diciendo que a Parchís, como a él, le gustaba que la ficha roja fuese la primera).

«¡Heil, Gila!»

Quince años suma ya la presentadora de Corazón en ese balcón que inauguraron Martes y Trece el 31 de diciembre de 1990. Estos dos humoristas fueron unos de los invitados al especial de José Mota que emitió La 1 antes de las campanadas. En su vigésima aparición en la Nochevieja de TVE, de las que nueve fueron con Cruz y Raya y once más en solitario, no apareció esta vez el Mota de las grandes ocasiones, pero sí el más reivindicativo con la necesidad de reírse un poco más de todo. El especial 31-D. Golpe de Gracia planteaba la hipótesis de un golpe de Estado perpetrado por los humoristas del país constituidos en el Comité Cómico Nacional y que concluía con el señor Barragán declarando constituida la República de la Comedia. «Y de la misma manera que queda constituida queda anulada», decía antes de fugarse a Bruselas

Discurso Chaplin, Unidos por la comedia.

Por la pantalla pasaron más de cincuenta cómicos, algunos en carne y hueso; otros como imitaciones de Mota. Con todos ellos se recordaron algunos de los guiños más memorables del humor nacional, empezando por el famoso chiste de Gila en las trincheras llamando por teléfono al enemigo. Al grito de «¡Heil, Gila!», todos ellos reivindicaron la risa en tiempos difíciles para los chistes políticamente incorrectos.

En Telecinco, Paz Padilla también se tapó con una enorme capa blanca antes de las campanadas y, parodiando a Cristina Pedroche, bromeó con la tensión acerca del vestido que llevaba puesto. Al lado de Jesús Vázquez y desde el pueblo de Guadalupe, en Cáceres, la presentadora se quedó primero con una llamativa bata de casa, para revelar después un vestido blanco. Con todo, lo más comentado de su aspecto fue el voluminoso moño con el que recogía su pelo.