El Ejecutivo de coalición acaba siendo el más presidencialista de la democracia

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Europa Press | Eduardo Parra

Una exhibición de poder personal. Así resumen los días que Pedro Sánchez lleva al frente del Gobierno con gestos de autoridad que van dirigidos a la opinión pública, pero también a sus socios de Gobierno y a sus propios compañeros del PSOE

20 ene 2020 . Actualizado a las 08:23 h.

Una exhibición de poder personal. Así resumen los días que Pedro Sánchez lleva al frente del Gobierno desde que fuera investido por el Congreso el pasado 7 de enero. El primer Ejecutivo de coalición desde la República, que el líder del PSOE decidió poner inmediatamente en marcha sin consultarlo con nadie en su propio partido, ha acabado siendo el más presidencialista de la reciente etapa democrática. Consciente del riesgo de que la entrada en el Consejo de Ministros del líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, ofreciera la imagen de un Ejecutivo bicéfalo con dos cabezas visibles, Sánchez ha querido demostrar desde el comienzo que solo él maneja el poder. Gestos de autoridad que van dirigidos a la opinión pública, pero también a sus socios de Gobierno y a sus propios compañeros del PSOE. 

Un partido a su servicio

Primero, antes de ser siquiera propuesto por el rey, fue el fulminante pacto de gobierno con Unidas Podemos. Pero otros gestos, como el aplazar por sorpresa el anuncio de la composición de su Gobierno, a costa de dejar fuera de juego a Iglesias e incluso a sus más fieles, la vicepresidenta Carmen Calvo y el titular de Fomento, José Luis Ábalos, que llegaron anunciar un inmediato Consejo de Ministros que no tuvo lugar, dejan claro que no pretende estar al frente de un Gobierno colegiado, sino dirigir un equipo de subordinados.

 Con ese objetivo, Sánchez, laminado cualquier atisbo de oposición interna en un PSOE que está solo a su servicio, ha creado un gabinete en el que, desplazado ya Josep Borrell del organigrama, no hay una sola figura de peso político socialista. Y la única que se acerca a ese perfil es Ábalos, de su absoluta confianza y dispuesto a ejecutar ciegamente lo que se le encargue. Sánchez se ha rodeado de técnicos más interesados en sus parcelas concretas que en la línea política.

 Un presidente a lo Macron

Para contrarrestar el hecho de que, al contario, Iglesias haya llevado al Gobierno a dirigentes de marcado perfil político como Irene Montero, Yolanda Díaz y Alberto Garzón, el líder del PSOE ha devaluado su influencia con un Consejo de Ministros desproporcionado, con 22 responsables que más parecen una comisión de subsecretarios rindiendo cuentas al presidente. La creación de cuatro vicepresidencias desdibuja a Iglesias y, además, sus competencias son limitadas por la vicepresidenta para la Transición Ecológica.

Sánchez aparece así como la pieza clave. No piensa ya solo en la acción de Gobierno de los siguientes cuatros años, sino en diseñar el lugar que ocupará España en el mundo en los próximas 30 años, emulando el estilo del presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron. Decisiones como la de designar fiscala general del Estado a su ex ministra de Justicia Dolores Delgado, pese al fuerte rechazo que generaba en el poder judicial, en la oposición y hasta de sus socios de Unidas Podemos, son gestos de autoridad que dejan claro que no teme, sino que busca, la imagen de un presidente total que controla sin complejos todos los resortes del poder. 

Control personal sobre Cataluña

Sánchez, además, ha tomado personalmente las riendas del gran problema nacional, la crisis en Cataluña, en el que también le sobran Unidas Podemos y los barones de su propio partido, a los que ignora. Antes incluso de formar su Gobierno, llamó ya como presidente a Joaquim Torra para concertar una cita con él y tratar de encauzar por medio de una relación de tú a tú, más que de Gobierno a Gobierno, la solución a lo que ahora denomina como un «conflicto político».