Siempre defendí la tesis de que en la educación de los hijos hay que dar mucho amor y, también, ciertas dosis de rigor. Eso de que los padres son los mejores amigos de sus hijos resulta empalagoso además de incierto. Ser padres es mucho más que ser amigo. Son los responsables de hacer de un crió un adulto de bien. Si para conseguir ese fin es necesario imponer una disciplina, que bienvenida sea. Lo que no resulta de recibo es azotar a un hijo con un cable, darle puñetazos en un ojo y en la nuca, además de insultarle y vejarle por sus malas calificaciones escolares. Esto es por lo que la fiscalía pide tres años de prisión para una madre viguesa la cual, supuestamente, maltrataba a su hijo de forma tan violenta. El artículo 153.2 del Código Penal recoge el ilícito penal de malos tratos y de alguna manera pone encima de la mesa la disyuntiva entre donde se encuentra el límite entre corregir una conducta de un hijo o cometer un delito. La jurisprudencia viene a decir que el deber de educación incluye el derecho de corrección, si se ejerce moderada y razonablemente, exigiéndose proporción entre el castigo que se impone y la conducta que se quiere corregir. De demostrarse que los hechos que relata la fiscalía viguesa son ciertos la mujer debiera ser condenada.