La revolución aplazada de Dublín

Iñigo Gurruchaga LONDRES / COLPISA

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La presidenta del Sinn Fein, Mary Lou McDonald (en el centro de la imagen) en los exteriores del Parlamento irlandés
La presidenta del Sinn Fein, Mary Lou McDonald (en el centro de la imagen) en los exteriores del Parlamento irlandés AIDAN CRAWLEY| EFE

La victoria del Sinn Féin cuestiona el sistema e impulsa el debate sobre la unidad de la isla

17 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La victoria del Sinn Féin en las elecciones irlandesas ha quebrado un sistema dominado durante un siglo por Fianna Fáil y Fine Gael, y sus partidos precursores. Los vencedores han promovido una coalición de izquierda, marginando a los partidos del establishment. Se ha renovado también una ambición centenaria. «Una Irlanda unida. ¿Podría realmente ocurrir?», se pregunta The Economist.

La vía para la reunificación es nítida. La ley de Irlanda del Norte de 1998, aprobada tras el acuerdo de paz en Belfast, otorga al ministro británico para la región el poder de convocar un referendo «en cualquier momento en el que le parezca que una mayoría de votantes expresaría el deseo de que Irlanda del Norte deje de ser parte de Reino Unido y forme parte de una Irlanda unida».

Dublín convocaría otro tras conocer el resultado. Los referendos son costumbre en la república. La Constitución ha sido enmendada 32 veces desde 1937. También en 1998. Se cambió la reclamación de soberanía sobre el territorio del nordeste por una aspiración a la unidad, «basada en el consentimiento de la mayoría de la población, expresado democráticamente en ambas jurisdicciones de la isla».

Mary Lou McDonald, líder del Sinn Féin, afirmó esta semana en la BBC que la Unión Europea «debe adoptar una posición con respecto a Irlanda, de la misma manera que apoyó la reunificación de Alemania». Pero aquella ya decidió por unanimidad en 2017 que la Irlanda unida permanecería en la UE si Irlanda del Norte se adhiere a la república. Es improbable que vaya más lejos.

Cuando se acerca el centenario de la partición de la isla en 1921, el primer ministro irlandés que firmó el acuerdo de paz, Bertie Ahern, ha expresado su convicción de que habrá un referendo en Irlanda del Norte en una década. El nacionalismo inglés contribuye a ese afán con un brexit que puede crear barreras aduaneras entre Irlanda del Norte y el resto de Reino Unido. Pero Arlene Foster, ministra principal en Belfast y líder del Partido Democrático Unionista(DUP), replica a McDonald: «Independientemente de lo que piensen Dublín o Bruselas, el ministro solo puede convocar un referendo si parece probable una mayoría. No se dan esas circunstancias en Irlanda del Norte. Elecciones de 2001: 42% en favor de Irlanda unida. Elecciones de 2019: 38% en favor de Irlanda unida».

Esos porcentajes de partidos nacionalistas en las elecciones al Parlamento británico incitan a la sobriedad, pero un sondeo reciente financiado por el lord conservador Michael Ashcroft dio una mayoría, 51%, en favor de la unidad. Las perspectivas de la población norirlandesa son afectadas por el brexit, pero el Sinn Féin, asociado al terrorismo del IRA, parecía hasta ahora estancado en la persecución de sus fines.

Su revolución, según descripción de McDonald, se ha producido en el sur, donde no hay un Gobierno forzosamente compartido como en Belfast, ni violencia residual de grupos terroristas, sino décadas de democracia convencional. Ha ocurrido en la Irlanda que supera la media de los 37 países miembros de la OCDE en satisfacción de los ciudadanos con su vida, en igualdad de género, vida asociativa, y que queda por debajo de la media en desempleo a largo plazo o inseguridad laboral.

Solo en las circunstancias posteriores a la catástrofe financiera del 2008, se acercó el Sinn Féin en el 2011 a un porcentaje de votos de dos dígitos, 9,9 %, en la república. En el 2016, obtuvo el 13,8%. Tuvo malos resultados en las municipales (9,8%) y europeas (11,7%) del verano de 2019, pero el 8 de febrero fue el partido más votado en primeras preferencias, 535.595, y en porcentaje, 24,5 %.

Irlanda se suma así a la lista de países que asombra a sus vecinos y da un vuelco a su sistema político. Especular sobre sus causas es una conversación universal. En Irlanda, los votantes han sido volátiles desde la crisis. En el 2011, el Fianná Fáil, que gobernó el bum y el colapso, pasó de 78 diputados a 20. En el 2016, el Fine Gael, de 76 a 50; el FF, de 20 a 44; los laboristas, de 37 a 7.

El Sinn Féin habría canalizado esta vez el malestar social por el precio de la vivienda, especialmente en Dublín, o la frustración por el estado de la sanidad pública. McDonald inició inmediatamente el diálogo con el Partido Verde y grupos de izquierda para formar «un Gobierno de cambio». Pero este pasado viernes ya había aceptado que no es viable, porque no suman escaños suficientes.

Fianna Fáil, con un diputado más que el Sinn Féin, y Fine Gael han rechazado negociar con Mary Lou McDonald, aunque los programas sobre la economía o el impulso a la unidad de Irlanda parecen negociables. Sería aún más sencillo formar una gran coalición entre los dos grandes partidos tradicionales, muy parecidos, pero fueron enemigos en la guerra civil de 1922-23 y no han gobernado nunca juntos.