«Yo odiaba sacar la basura. Ahora se ha convertido en el mejor momento del día»

valentina saini VICENZA / LA VOZ

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Los italianos aguantan el confinamiento entre teletrabajo, rutinas deportivas y pequeños momentos para respirar fuera de casa

25 mar 2020 . Actualizado a las 09:14 h.

Italia fue la pionera en confinamiento. De Turín a Salerno un coche de la policía municipal sigue recorriendo las calles pidiendo a la gente que se quede en casa a través de los altavoces. Ocurre también en Trento, una ciudad universitaria de 120.000 habitantes a unos 120 kilómetros de la frontera austríaca.

Quien tiene un perro puede sacarlo, como en España, siempre y cuando no lo convierta en una excusa para caminar kilómetros y kilómetros, como hacen algunos. Y luego se tira la basura. «Mire, yo odiaba tirar la basura. Ahora se ha convertido en el mejor momento del día», dice Andrea, que tiene 40 años, dos niños pequeños, y vive en Vicenza. «Mi mujer y yo nos turnamos. Cuando me toca salir a mí, recorro lentamente los 80 metros que separan mi casa de los cubos de basura, disfrutando del aire fresco y de ese momento de libertad».

Muchos italianos están volviendo a descubrir el placer de hacer el pan o preparar comidas más elaboradas. Como Angela, una jubilada de 67 años. «Yo prefiero usar harina de kamut que ya lleva levadura. Añado un poco de agua y una cucharada de aceite de oliva siciliano, preparo la masa y la divido en unos panes pequeños que dejo reposar unas tres horas. Luego enciendo el horno, y ya está. ¡Me parece que es el mejor pan del mundo!».

Angela también ha encontrado la forma de seguir haciendo un poco de deporte: «Todos los días corro 40 minutos: primero doy algunas vueltas en el despacho de mi exmarido y luego, en el comedor. Echo de menos las cinco horas que suelo pasar en el gimnasio. Me encantaría ir a hacer la compra, pero mi hijo menor insiste en hacerla él por mí: no quiere que salga».

Según los datos de Coldiretti, principal asociación de la agricultura italiana, desde el comienzo de la cuarentena los supermercados han tenido una subida importante de ventas de harina, huevos y miel, mientras que se ha reducido la compra de alimentos congelados y bollos.

Silvana tiene 41 años, es de la región del Véneto, y ayuda a su hermana mayor, que tiene una niña de dos años y medio: «Mi sobrina es un encanto, pero es un volcán. Tiene muchísima energía, y hay que entretenerla todo el tiempo. Y ahora que la guardería está cerrada, me he convertido en una especie de niñera permanente. Juguetes, rotuladores, cuadernos, cuánto más haya para distraerla mejor». Hay familias que organizan laboratorios de dibujo y de cocina para sus hijos y padres que improvisan como profesores de canto, música o baile. Los adolescentes siguen estudiando gracias a la educación a distancia. Incluso los universitarios continúan con sus clases; los profesores las imparten desde sus casas o desde aulas y laboratorios completamente vacíos.

Quien puede, trabaja desde casa. Es el smart working, que se ha convertido en el nuevo mantra del mundo de los negocios italiano. Giorgio tiene 31 años y lleva tres semanas trabajando desde casa. «Lo hago desde el comedor de mi piso, pero sigo vistiéndome como si fuera a la oficina: no solo porque tengo muchísimas videollamadas con mis compañeros, sino porque también quiero seguir manteniendo una actitud profesional. Empiezo a las 9 de la mañana y termino a las 6 de la tarde. Luego apago el ordenador y desconecto».

Giorgio, como muchos miles de italianos, también ha participado en los muchos flashmobs colectivos con los que se resiste al coronavirus en Italia. Por ejemplo, el viernes 20, a las 11 de la mañana, todas las emisoras de radio, tanto nacionales como locales, transmitieron el himno nacional. «Lo cantaré desde el balcón, y también lo harán unos amigos y personas de mi familia». Teniendo en cuenta que en Italia no se canta el himno ni siquiera durante los mundiales, esto es ya de por sí un evento extraordinario.