Iván Repila:  «Yo era un machista como todos los demás, pero pensaba que no lo era»

Javier Becerra
Javier Becerra REDACCIÓN

ACTUALIDAD

En su libro «El aliado» retrata a  los hombres que se suman al feminismo por comodidad y sin un compromiso serio

10 abr 2020 . Actualizado a las 10:13 h.

Parte de la base de que «el término aliado está obsoleto». El escritor Iván Repila (Bilbao, 1978) considera que «ha perdido su carga de significado» al usarse más para calmar la culpa de los hombres que para mostrar una asunción real de los valores feministas. Ese pensamiento flota en El aliado, un libro en el que aborda esa figura con todo de humor.

-¿Por qué ya no sirve?

-Porque es un término en el que nos hemos refugiado la mayor parte de los hombres como yo, aparentemente bienintencionados y educados en un universo semiprogresista y más o menos de izquierdas. Pensábamos, desde muy jovencitos, que no éramos machistas. Y que, por supuesto, estábamos a favor de la igualdad de hombres y mujeres. Eso ha sido muy cómodo, porque te permitía seguir siendo machista, porque yo pienso que todos somos estructuralmente machistas.

-¿Cómo lo explica?

-Yo he sido educado en una sociedad y en un mundo pensando para hombres cis blancos heterosexuales que beneficia a hombres cis blancos heterosexuales. Coincide con lo que soy yo. Viviendo en ese universo maravilloso, en el que la sociedad se organiza y se vehicula para y desde hombres como yo, es imposible darse cuenta de los privilegios que un tipo como yo tiene. Entonces ahí es súper cómodo decir que eres un aliado feminista. Eso nos ha hecho vagos, sordos y enemigos del movimiento feminista. Hay un punto en el que hombres como yo, que por desgracia no somos tantos, hemos accedido al feminismo. Ahí nos hemos dado cuenta de que todo lo que estábamos haciendo era un fingimiento y un teatro de vagos y embusteros. Ni habíamos estudiado sobre el feminismo, ni nos habíamos preocupado, ni habíamos participado en las acciones. No nos dábamos cuenta y, lo peor, no queríamos darnos cuenta de hasta qué punto el sistema se ceba como todo lo que no sea un hombre cis blanco y heterosexual.

-¿Cuándo llega a esa conclusión?

-Hace unos cuantos años cuando empecé una relación con mi pareja, la escritora Aixa de la Cruz, que lleva muchos años estudiando y participando activamente en el feminismo. Empezamos a hablar y a contrastar ideas y comportamiento. Creyéndome un aliado feminista, voy descubriendo todos los enormes micro y macro machismos que me han acompañado y me siguen acompañando en mi vida. Yo era un machista como todos los demás, pero pensaba que no lo era. Como suele decirse, de repente alguien te pone las famosas gafas violetas. Eso de obliga a mirar el mundo desde un punto de vista distinto, pero también te pone un espejo delante y te dice: «Mira, ese es el listado de todos los comportamientos machistas, que has hecho mal y sigues haciéndolo mal». Esto supone un proceso interior con un impacto identitario que resulta devastador. Ahí empecé a tomar conciencia seria, a nivel personal, de todo lo que tenía que corregir. Empecé a hablar no en términos de aliado, sino de colaborador del feminismo y participante. En lugar de ser yo el que hablaba, me puse a escuchar a otras amigas de una manera que seguramente antes no hacía.

-¿Qué le contaban?

-Contaban sus historias de terror. La estadística de amigas y mujeres queridas que habían sido agredidas o abusadas por su condición de mujer resultó demoledora. ¿Qué ceguera absoluta tenía si ocho de cada diez amigas mías han pasado por eso? A partir de ahí mi interés por el feminismo creció de manera exponencial. Empecé a leer los textos fundamentales y a investigar.

-Muchos hombres dicen que se desorientan ante la presencia actual del feminismo y sus complejidades. ¿Le ocurrió esto?

-Sospecho que no me pasó, porque tanto mi pareja como muchas personas de las que estoy rodeado llevan muchos años trabajando en el feminismo desde una perspectiva muy transversal. Aprendí a mirar desde la perspectiva más útil. El feminismo es un movimiento que busca la igualdad entre las personas y eliminar cualquier tipo de opresión de que una persona esté encima de otra personas por su sexo, pero también por su color, su orientación sexual, su cultura... La clave es que, una vez que te pones esas gafas, ves que el mundo está dividido entre quienes quieren mantener un statu quo en donde siempre tiene que haber alguien por encima de alguien y los que creemos que la clave es destruir y aniquilar este sistema. Lo llamamos heteropatriarcado, pero se le podían poner otros adjetivos.

«El feminismo es un maratón que voy a correr toda mi vida»

Si el término de aliado carece de sentido, ¿existe el hombre feminista o es otra trampa? «Creo que se puede ser hombre y feminista. De hecho, yo me considero así pero, por mi experiencia y desde mi punto de vista, solamente asumiendo que eres machista puedes convertirte en un hombre feminista», dice.

-Un planteamiento paradójico.

-No creo que haya nadie intachable. Yo sigo viendo comportamientos machistas en los hombres más feministas e incluso en las mujeres feministas. Son comportamientos tan arraigados que son difíciles de arrancar. Bien sea por privilegios, por tradición, por ignorancia o por inercia. Por eso el feminismo lo entiendo como un proceso, es un maratón que voy a correr toda mi vida.

-¿Me puede poner algún ejemplo de un comportamiento machista típico de un «aliado feminista»?

-Hay miles. Es muy sencillo. Por ejemplo, estas en una reunión de trabajo y alguien hace un chiste machista. Te ríes, porque es un compañero y no quieres conflictos. Te ríes porque te hace gracia. O te ríes porque es el jefe y no quieres problemas. Estamos tan habituados a los chistes tipo «las mujeres ya no fregáis como antes», que en un entorno laboral lo dices y cuatro se van a reír. Pero es que, a lo mejor, no tiene ninguna gracia, no aporta nada y va en contra de mis creencias y de la pelea que yo creo que debemos tener. Y como este, mil.

-Diga alguno más.

-Pues algo que yo creo que hemos hecho todos los grupos de varones, estando de fiesta. Un amigo, con unas copas de más, se pone pesado con una chica. Ella demuestra que no tiene ningún interés en él, pero sigue. Lo que hemos hecho siempre los amigos aliados es decir: «Perdónalo, que está borracho» Y llevárnoslo». No, lo que hay que hacer con esa persona es decir que en su puñetera vida vuelva a molestar a una mujer ni acosarla, con copas o sin copias. Y, si sigue haciéndolo, va tener un problema o va a dejar de ser mi amigo. Ese es el salto que hemos dado algunos. Ahora ya no podemos pasar por esas cosas nunca más.