Los vecinos hacen inolvidable el 50 aniversario de Sinda y Ceferino

Nieves D. Amil
NIeves D. Amil PONTEVEDRA / LA VOZ

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Capotillo

El confinamiento echó por tierra la celebración familiar de sus bodas de oro, pero todos se vistieron de gala para felicitarlos desde sus balcones

05 abr 2020 . Actualizado a las 22:28 h.

Sinda y Ceferino tenían todo preparado para que este 5 de abril fuese un día de celebración. Cumplían 50 años de casados y reunirían a toda la familia en una pequeña capilla de A Vichona (Sanxenxo) y luego recordarían anécdotas de una vida de amor alrededor de una buena comida. No se imaginaban cuando prepararon todo que el estado de alarma los obligaría a anular sus planes y celebrarlo en casa, acompañados solo de uno de sus hijos y de la madre de ella. Pero sus vecinos fueron tramando en secreto una sorpresa para convertir este 5 de abril, otra vez, en inolvidable.

A la una de la tarde, los residentes en Arzobispo Malvar se vistieron de boda y comenzaron con un repertorio dedicado a Ceferino y Sinda, quien todavía se emociona al contarlo. «Fue maravilloso, vivimos de manera muy estresada y había muchos vecinos que trabajan y no los conoces. Ahora ves que son una maravilla», explica ella, que bailó el vals en el balcón de su casa, como lo hizo hace 50 años, cuando era una joven de 26 años. «Pusieron la música exclusivamente para nosotros, todos sacaron una copa de champán y brindamos juntos», señala Sinda, que si algo echo de menos en esta fiesta tan especial fue a su hija, que vive en Mallorca. «Cuando vio todo lo que me habían preparado lloraba muchísimo, ella vive allí con su novio y la echo mucho de menos», reconoce Sinda, que besó a su marido en el balcón como el primer día. La calle fue una pista de baile con pancartas para felicitarlos y música para la ocasión. Un sorbito de champán, Luna de miel, la marcha nupcial o el vals de las mariposas se unieron a Toda una vida, Eu queríame casar o Blanca y radiante va la novia. No había quien secase tantas lágrimas de felicidad.

La fiesta no fue la que tenía planeada, pero seguro que no la olvidará jamás. Aunque faltaban los invitados de la lista que había planeado hace meses, los improvisados la hicieron igual de feliz. Ya en su casa preparó una merluza a la vasca y algo de marisco para recordar aquel día de comienzos de los setenta cuando Ceferino la llevó al altar en Sanxenxo. «Este año, como coincidía en Domingo de Ramos, no podía ser en la iglesia y habíamos visto una capilla de A Vichona», explica ella, que convirtió el balcón de Arzobispo Malvar en la pista de baile de 50 años de matrimonio.

Ahora, cuando todo esto pase y se pueda volver a la calla, la familia ya le ha advertido que no se olvidan de la celebración. Casi seguro que la siguiente será en septiembre. Ahora solo pide que cuando en mayo cumpla 76 años pueda hacerlo igual de bien, pero sin confinamiento.