«A primeros de agosto ya no habrá casos nuevos en España»

luis Alfonso Gámez MADRID / COLPISA

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Ambiente en las terrazas de Santiago de Compostela
Ambiente en las terrazas de Santiago de Compostela Sandra Alonso

Tres científicos reflexionan sobre cómo hemos llegado hasta aquí y dan las claves sobre el futuro inmediato que se abre ante nosotros

17 may 2020 . Actualizado a las 17:38 h.

 Estamos participando en un experimento sin precedentes. Cientos de millones de personas nos hemos encerrado en casa para frenar la expansión de una enfermedad. De la noche a la mañana, un virus procedente de un murciélago ha cambiado nuestro mundo y prioridades, y ha hecho que todos volvamos la mirada hacia los científicos y sus laboratorios. La ciencia, a la que tantas veces han dado la espalda en España unos líderes políticos que parece que sólo se acuerdan de ella cuando hay elecciones e ignorada por una población que jamás ha protestado contra los recortes en I+D, es nuestra única esperanza. ¿Qué futuro nos espera? Tres científicos responden a algunas preguntas que nos hacemos todos ahora que parece que lo peor ha pasado, pero la normalidad es todavía un sueño.

¿Por qué este virus nos está haciendo tanto daño?

«Porque es nuevo. Cuando un virus infecta a un organismo nuevo, que nunca ha estado expuesto a él, es más virulento. Es lo que pasó cuando llegamos a América con enfermedades que allí no existían, como la viruela, el sarampión, la varicela y la parotiditis. Un virus como éste, que se difunde mucho y tiene una mortalidad pequeña, causa muchos muertos, mientras que un virus que se difunde muy poco y tiene mucha mortalidad causa pocos muertos. Es como si te pregunto si prefieres el 1% de la fortuna de Bill Gates o el 100% de la mía. Este virus no es muy virulento, pero infecta a mucha gente», dice el virólogo Raúl Ortiz de Lejarazu, director emérito del Centro Nacional de Gripe.

¿Un coronavirus es peor que otro tipo de virus?

«No. De hecho, tenemos otros cuatro coronavirus humanos endémicos que conocemos desde hace bastante tiempo y básicamente provocan catarros y, en algunos casos especiales, neumonías a inmunodeprimidos. Luego están el del síndrome respiratorio agudo grave (SARS) de 2003, con potencial pandémico y que se controló y desapareció, y el del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS), que hace cadenas de transmisión muy cortas y, como sólo se transmite desde individuos sintomáticos, es fácil de contener. Con los antecedentes del SARS y el MERS, no se tomó en serio al SARS-CoV-2. En este caso se tenía que haber actuado antes. A día de hoy, no conocemos las razones que llevaron a quienes toman las decisiones a actuar como lo hicieron», señala Ortiz de Lejarazu.

¿Cómo se explica que nos haya pillado desprevenidos?

«En parte, porque los últimos brotes de enfermedades infecciosas se han controlado relativamente bien, incluidos los del ébola, el nipah y el zika. La OMS lleva años advirtiendo sobre la 'enfermedad X', una desconocida que podría matar a millones de personas, pero no acabábamos de creérnoslo. Nos ha pillado confiados y mal preparados. Los países que han controlado mejor la epidemia, como Alemania, no eran tan dependientes del extranjero como nosotros, que no teníamos test, mascarillas, equipos de protección... Espero que aprendamos que hay una industria básica que no se debe deslocalizar y que hay que proteger la sanidad pública. Lo que destinas a sanidad no es un gasto, sino una inversión, porque da beneficios tangibles e intangibles», afirma Guillermo Quindós, catedrático de Microbiología de la Universidad del País Vasco.

¿El sistema de salud reaccionó con rapidez?

«Cada vez que aparece una nueva enfermedad, se tiene que montar un sistema de vigilancia para detectarla. Es difícil, pero, una vez que lo tienes, responde bien. En este caso, se ha hecho en un tiempo récord. Nunca en la Historia ha habido pruebas diagnósticas para una nueva enfermedad en menos de un año. Además, el sistema ha sido capaz de hacer algo que nunca había hecho, la vigilancia individualizada de cada uno de los casos. La gente cree que es fácil contar enfermos y muertos, pero es terriblemente complejo. Nunca se había vigilado en tiempo real con casos individualizados una enfermedad que afectara a centenares de miles de personas. Podemos contar los casos de dengue o de sarampión porque son pocos; pero nunca se ha hecho algo así con la gripe, en la que con los hospitalizados y una muestra que se toma en atención primaria -con la punta del iceberg- nos hacemos una imagen de la situación. Ahora estamos haciendo una vigilancia individualizada y tenemos una imagen más precisa del Covid-19 que de ninguna otra enfermedad en la Historia. El coronavirus primero implosionó los sistemas de vigilancia y luego los ha revolucionado», asegura Adrian Hugo Aginagalde, investigador del Museo Vasco de Historia de la Medicina y la Ciencia de la UPV.

¿Hasta cuándo estaremos en estado de alarma?

«El estado de alarma ha sido fundamental para contener la expansión del virus. Mantenerlo más o menos dependerá de cómo evolucione la pandemia y de si disponemos de mecanismos de respuesta rápida contra nuevos brotes. Si tenemos rastreadores que identifiquen a todos los contactos de un nuevo infectado, la atención primaria hace test rápidamente y hay capacidad para aislar u hospitalizar a los enfermos, ya no será necesario un confinamiento como el actual. Lo que también hemos aprendido es que una respuesta eficaz requiere de un mando centralizado, lo que no significa que no atienda a las características particulares de comunidades e incluso áreas de salud», puntualiza Quindós.

¿Qué criterios deberían cumplirse para recuperar una cierta normalidad?

«El que se ha establecido de capacidad de plazas de UCI para hacer frente a un repunte me parece esencial, como que el número R0 -la cantidad de personas a las que puede contagiar un infectado- esté por debajo de 1. Casi todas las estimaciones apuntan a que, por ejemplo, en Euskadi el número de infectados diarios va a ser asumible ya a finales de este mes, de 1 o 2 por cada 100.000 personas -dice el catedrático de la UPV-. Según un estudio de la Universidad de Tecnología y Diseño de Singapur, a primeros de agosto ya no habrá casos nuevos en España».

¿Será un verano tranquilo?

«Relativamente tranquilo, pero con bastantes limitaciones, más que en la playa y el monte, en lo que se refiere a actos públicos y hostelería. El uso de mascarillas en lugares cerrados y el transporte público se prolongará por razones psicológicas más que por el peligro de transmisión. Porque, en cuanto lleguemos a un R0 muy bajo, debería recomendarse mascarilla sólo a los que presentan síntomas. Creo, sin embargo, que la seguirá usando bastante gente», aventura Quindós. 8. ¿Cómo será la vuelta a la rutina? «No hay precedentes de una situación similar. Lo más parecido es la gripe de 1918 y ni siquiera en España, sino en las ciudades de Estados Unidos que establecieron cuarentenas masivas y limitaron la movilidad. Probablemente, seguiremos viendo mascarillas durante una temporada y la higiene de manos se quedará en los lugares de trabajo, las residencias sociosanitarias y los accesos a hospitales. No sabemos si la toma de temperatura se mantendrá, porque en el SARS decayó por su inutilidad, los falsos positivos, su difícil interpretación. Nunca en la Historia se ha controlado una pandemia en tiempo real. Las pandemias han pasado por la población y acabado con ella. Para que la pandemia no acabe con la población ni las iniciativas para contenerla con la estructura social, nos estamos planteando ahora unas medidas inauditas que ni siquiera se tomaron con la gripe de 1918. El rastreo de contactos sólo se hacía con brotes como los del sarampión y ahora nos lo planteamos con una pandemia. Es un cambio de paradigma en la epidemiología», afirma Aginagalde.

¿Nos enseña algo la gripe de 1918?

«El problema que tenemos es que la gripe de 1918 tuvo tres olas pandémicas -señala el investigador del Museo Vasco de Historia de la Medicina y la Ciencia de la UPV-. Necesitamos medidas de prevención para evitar el rebrote de la transmisión comunitaria y que vuelva a ser de magnitud epidémica, pero también debemos tener presente el riesgo de las siguientes olas. En la desescalada, las medidas van a ir dirigidas a contener rebrotes y prepararnos para la siguiente onda». 10. ¿Es inevitable una segunda ola? «Es el escenario más probable teniendo en cuenta el registro histórico, que nos indica que lo más habitual en una enfermedad que no ha afectado a gran parte de la población es que haya otras ondas. Es lo que pasó con la gripe de 1918 y con la asiática de 1957. Pero, si llega una segunda ola, nos pillará mejor preparados», afirma Aginagalde. «Si hacemos bien los deberes, las siguientes oleadas nos pillarán con un mejor arsenal terapéutico, y la mortalidad será más baja», según Quindós.

¿Volveremos a tener que encerrarnos?

«Volver a encerrarnos como ahora, creo que no -dice Ortiz de Lejarazu-. Lo que sí creo que podría haber es confinamientos parciales, como el de Haro de antes de la declaración del estado de alarma. En aquellos sitios donde no haya llegado todavía el virus, vírgenes para él, es donde habrá que tener más cuidado, y eso se compadece mal con la movilidad y bajar la guardia. Tenemos ante nosotros una realidad distinta hasta que dispongamos de vacuna y llegue la normalidad». 12. ¿Podría el virus volverse más agresivo? «Lo previsible es que se vuelva menos agresivo. Necesita mutar para adaptarse a un huésped que antes no infectaba y que ahora tiene que infectar de una manera eficaz para extenderse más. Eso lleva a virus menos virulentos, a más huéspedes aparentemente sanos que se moverán más e infectarán a más gente, propagándose mejor. Si tienes infectados sin sintomatología o con síntomas leves y van por ahí besando y abrazando a la gente, ese virus se impondrá, se extenderá más que el del enfermo grave aislado. Es darwinismo puro y duro», explica el director emérito del Centro Nacional de Gripe.

¿Habrá vacuna para finales de año?

«Me gustaría que fuera así, pero creo que eso es ser demasiado optimista. Aunque se consiga un buen prototipo en seis meses, luego tiene que haber una capacidad de producción masiva de esa vacuna con todas las garantías», apunta Quindós. «No creo que vayamos a tener vacuna para el próximo invierno», coincide Ortiz de Lejarazu. 14. ¿Cuándo sufriremos la próxima pandemia? «Cualquier día. No lo sabemos. Igual el próximo verano. Por eso son necesarios planes como el que preparamos en 2005 para el Ministerio de Sanidad ante la posibilidad de que el virus H5N1 de la gripe aviar saltara a nuestra especie. Entre las medidas no farmacológicas que propusimos entonces, están todas las que se han aplicado ahora: el aislamiento de infectados, la cuarentena de los contactos, la prohibición de actos multitudinarios, el cierre de los centros educativos, el confinamiento de la población, la protección personal con mascarillas...», destaca Ortiz de Lejarazu.

Los expertos

  • Adrian Hugo Aginagalde. Médico. Especialista en medicina preventiva y salud pública, es investigador del Museo Vasco de Historia de la Medicina y de la Ciencia de la Universidad del País Vasco (UPV).
  • Raúl Ortiz de Lejarazu. Virólogo. Director emérito del Centro Nacional de Gripe y profesor de Microbiología de la Universidad de Valladolid, se define a sí mismo como «un fanático de la gripe y los virus respiratorios».
  • Guillermo Quindós. Microbiólogo. Catedrático de Microbiología Médica y director del Departamento de Inmunología, Microbiología y Parasitología de la UPV, es editor asociado de Frontiers in Microbiology y director de la Revista Iberoamericana de Micología.