Torra cumple dos años al frente de la Generalitat pendiente del Supremo

CRISTIAN REINO BARCELONA / COLPISA

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Torra, durante una reunión telemática el viernes
Torra, durante una reunión telemática el viernes Rubén Moreno | Efe

La gestión del covid-19 y la guerra con ERC por la fecha electoral marcan su día a día

17 may 2020 . Actualizado a las 10:16 h.

Llegó de rebote y es posible que tenga que marcharse también de rebote. Quim Torra cumplió esta semana dos años desde que fue investido presidente de la Generalitat. Su elección se produjo cinco meses después de las elecciones del 21 de diciembre del 2017, convocadas por Mariano Rajoy tras aplicar el 155, después de que el Parlamento catalán declarara la independencia. Torra accedió al cargo por un estrecho margen, con los votos de JxCat y ERC y la abstención de la CUP. Se convirtió en el séptimo presidente catalán desde la recuperación de la democracia.

Llegó al Palau de la Generalitat tras los intentos frustrados de los independentistas de investir a Carles Puigdemont, Jordi Sànchez y Jordi Turull. El jefe del Ejecutivo catalán se fijó dos objetivos para la legislatura: investir a Puigdemont y hacer efectiva la República.

Mucho ha llovido desde entonces, entre otras cosas una condenada por desobediencia en el Tribunal Superior de Cataluña, que no es firme, pero que si es ratificada por el Supremo le obligará a dejar el cargo. También ha sido testigo de un juicio en el Supremo que condenó a prisión a la antigua cúpula del procés y un reinicio de las relaciones entre el Gobierno central y el catalán. Puede resultar paradójico pero pocos presidentes de la Generalitat se han reunido tantas veces en tan poco tiempo con el presidente del Gobierno. Un total de cuatro, incluida una visita de Sánchez a Barcelona.

Torra recuperó para celebrar la efeméride un vídeo de la parte final del discurso pronunciado hace dos años. «Tengamos suerte — emplazó entonces a sus diputados—, en el camino que seguimos a partir de hoy de la libertad, la justicia y la república». El objetivo de la secesión se ha quedado diluido y fuera de la agenda de los grupos soberanistas por la pandemia. El presidente catalán dijo que había procurado ejercer el cargo con «dignidad y honestidad, pensando en las personas». «Hace dos años acabé mi discurso con un ‘Por Cataluña y por la vida'. Y lo repito hoy, aún más fuerte», remató.

El mandato de Torra llega a su teórico ecuador, pero tanto sus socios como el PSC y los comunes le piden a diario que anuncie ya la fecha de las elecciones, antes de que el Supremo le aparte del cargo por la condena de inhabilitación. Lejos quedan los tiempos en que los republicanos defendían al presidente catalán y decían, ante los recelos que despertó tras su llegada (fue acusado de supremacista por artículos escritos en el pasado), que va a «sorprender» para bien. Dejaron de confiar en él casi de inmediato.

Dura batalla con sus socios

JxCat y ERC mantienen una dura pugna por la hegemonía del soberanismo y llevan meses en guerra, dentro del Gobierno autonómico y de partido a partido. Existe una pugna electoral en la que los viejos convergentes temen ser superados por sus viejos rivales republicanos. Pero también hay una batalla ideológica de fondo. Esquerra, desde su apuesta por el diálogo con el Gobierno central y por aparcar la unilateralidad, reclama a Torra que se siente a negociar el calendario electoral para evitar que sea el alto tribunal el que decida.

Torra, Puigdemont y JxCat no quieren dejar el poder tan pronto, pues siguen sin candidato y sin un partido con una organización estructurada. Los posconvergentes siempre han intentado dinamitar los puentes entre Barcelona y Madrid, tratan de evitar que cristalice una futura alianza entre ERC, PSC y los comunes y no quieren oír hablar de llamar a las urnas porque, según sospechan en ERC, quieren jugar la baza del victimismo, si es condenado por el Supremo. Y de paso, aprovechará para impulsar un pleno en el Parlament en el que se vote si se acata la sentencia para dejar en evidencia a sus socios republicanos, como ya ocurrió cuando fue desposeído de su acta de diputado. Así podrán acusarles de que han renunciado a la independencia.

Después de armar un gran revuelo, tratando de trasladar la idea de que en una Cataluña independiente habría habido menos muertos en la pandemia, JxCat aprovecha ahora para presentarse como un partido responsable que está centrado únicamente en la gestión de la pandemia.

Su imagen ha mejorado en medio del caos, pero el fantasma de una inhabilitación reduce su horizonte político a corto plazo.