Las 48 horas que pusieron contra las cuerdas la coalición PSOE-Podemos

francisco espiñeira / fran balado REDACCIÓN / LA VOZ

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Nadia Calviño y Pedro Sánchez, durante un pleno en el Congreso de los Diputados
Nadia Calviño y Pedro Sánchez, durante un pleno en el Congreso de los Diputados Emilio Naranjo | EFE

El pacto con Bildu para derogar la reforma laboral enfada a socios, barones y ministros de Pedro Sánchez

24 may 2020 . Actualizado a las 10:56 h.

En apenas cinco meses, el bipartito de PSOE y Unidas Podemos ha sufrido algunas tensiones que han puesto en duda la solidez de la coalición. Los ataques de Pablo Iglesias a varios ministros -Nadia Calviño, María Jesús Montero, José Luis Escrivá, Teresa Ribera o Juan Carlos Campo pueden dar cuenta de ello- fueron siempre neutralizados por Pedro Sánchez.

La pandemia ha complicado la hoja de ruta del Gobierno bipartito, que vivió sus horas más tensas el miércoles y el jueves. La aprobación de la quinta prórroga del estado de alarma ha abierto una brecha de desconfianza entre los socios que se ha convertido en una gran bronca política.

El último episodio arranca el pasado sábado a mediodía. Pedro Sánchez anuncia que su plan es alargar el estado de alarma entre cuatro y seis semanas para no tener que volver a pasar por el calvario de negociar cada 15 días.

El bipartito se ha ido dejando apoyos en cada votación. De los 321 diputados de la primera declaración se pasó a 178 el 6 de mayo. Los nervios se instalan en el corazón de Moncloa. El PP ya había anunciado su no a extender la situación de excepcionalidad y Ciudadanos y el PNV habían dado su apoyo con el aviso de que sería la última vez.

LAS HORAS PREVIAS

Dos jornadas frenéticas. El lunes, 18 de mayo, Sánchez convoca por primera vez desde el inicio de la pandemia a sus barones en una videoconferencia. Intenta apagar las quejas de algunos sobre el papel marginal de Ferraz en la estrategia política, les pide máxima implicación para defender la acción de Gobierno y les insiste en que su plan es sacar adelante una nueva prórroga de un mes.

Mientras, los negociadores no encuentran buenas noticias en ninguna puerta. Ciudadanos y PNV descartan el plazo de cuatro semanas que reclama Pedro Sánchez y las cuentas no salen. Hasta Compromís, incondicional aliado del bipartito, dice basta.

Los mismos datos negativos llegan de Barcelona. Los ocho votos de Junts y los dos de la CUP también serán negativos. Con los del PP y Vox rozan los que suma la coalición de Gobierno. ERC sigue dudando y sus exigencias de devolver competencias a la Generalitat y restablecer la mesa de diálogo tampoco se lo ponen fácil a los negociadores. Ciudadanos acepta negociar y sus diez votos se convierten en llave. El PNV, como siempre, espera al último momento para sacar más ventaja.

El martes, 19 de mayo, el Consejo de Ministros se celebra con normalidad. Al acabar, el Gobierno insiste en que pedirá una prórroga de un mes. Poco después de comer, Sánchez recibe la primera buena noticia. Ciudadanos acepta apoyar la prórroga si se rebaja a dos semanas su duración. Concedido. Restan una baza clave al no y refuerzan su posición: 167 síes con los votos de PSOE y Podemos, los diez de Cs y los dos de Más País.

Pero el presidente no se fía. Desde el día anterior, Adriana Lastra y Pablo Echenique negocian con Mertxe Aizpurua, portavoz de Bildu en el Congreso. Los herederos de Batasuna actúan casi siempre en línea con Esquerra, pero la proximidad de las elecciones vascas, el 12 de julio, agita el tablero político. Los socialistas son socios estratégicos del PNV, pero Podemos sueña con un tripartito de izquierdas junto a Bildu, como en Cataluña con Esquerra.

Algunas fuentes señalan a Pablo Iglesias en contacto directo con Arnaldo Otegi. Moncloa es consciente de las negociaciones, pero el miedo a una derrota en el Congreso obliga a explorar una alternativa a la que Sánchez se resistía. «Con Bildu no vamos a pactar, si quieres lo digo cinco o veinte veces», repetía el presidente en una entrevista en NavarraTV hace años sobre un posible pacto con esa formación en esa comunidad.

En el horizonte aparece otro nubarrón. Ciudadanos vive una sacudida interna por el giro de Inés Arrimadas. Marcos de Quinto y otra diputada rechazan votar la prórroga, pero la sucesora de Albert Rivera impone su autoridad. El empresario da un portazo a las 19.15 horas y deja su escaño, aunque se compromete a respetar la decisión de su partido y votar sí al día siguiente.

El día se apaga con el ataque de ultras del entorno etarra al domicilio de la socialista Idoia Mendia en Bilbao. Las conversaciones entre Adriana Lastra y Mertxe Aizpurua siguen.

el debate

El sí del PNV. El miércoles, 20 de mayo, Sánchez llega al Congreso poco antes de las nueve de la mañana con todos los ases en la mano. Ya ha recibido el sí del PNV a cambio de nuevas concesiones sobre la desescalada. Pero duda de la firmeza de Ciudadanos. Las negociaciones siguen con Bildu, pero con discreción.

A las 14.26, el presidente responde a todos los partidos desde el estrado. Ante la sorpresa de todos, agradece su apoyo a Bildu, que no había anunciado su voto, y reitera su compromiso de derogar la reforma laboral. La frase pasa desapercibida para casi todos. Menos para Aizpurua, que casi una hora más tarde toma la palabra y dice: «Supongo por sus palabras que aceptan derogar la reforma laboral».

La prórroga sale adelante poco después de las seis de la tarde con 177 síes, incluidos dos de Vox, por error, y con la abstención de Adriana Lastra, que también se equivoca al pulsar el botón. Pero la bomba informativa estalla a las 20.16: Bildu lanza un comunicado donde se recoge el acuerdo de abstención de sus cinco diputados a cambio de «la derogación íntegra» de la reforma laboral antes de que acabe el estado de alarma. El folio, de 18 líneas, lleva los logos del partido vasco, del PSOE y de UP y va firmado por Adriana Lastra, Pablo Echenique y Mertxe Aizpurua. «Había el compromiso de no hacerlo público hasta que acabara la votación», confirman en Bildu.

crisis en la medianoche

Llamadas e indignación. La noticia sorprende a los medios, que buscan confirmación. Los agentes sociales, patronal y sindicatos, no saben nada. Los ministros del área económica, tampoco. Ciudadanos y el PNV, socios clave en la votación de pocas horas antes, mucho menos. Las llamadas se suceden. Los empresarios no dan crédito. Hablan de traición. De puñalada. «Si hemos dicho que sí a todo y así nos lo pagan», dice un miembro de la patronal. Nadia Calviño reacciona al filo de las diez de la noche. Llama a Sánchez y dice que derogar la reforma laboral es imposible. Según fuentes de Podemos, amaga con dimitir. El entorno de la ministra lo niega. «Es un truco para intentar debilitarla. Nunca planteó un órdago. Recordó lo evidente, que la Unión Europea exige ciertas medidas que no se pueden tocar», explican las fuentes consultadas.

Los nervios se disparan en Moncloa. Sánchez da orden de mandar parar al ver en peligro las conversaciones para lograr las ayudas de la UE. A las 23.41, Ferraz manda un wasap matizando el acuerdo. La derogación no será íntegra, insisten, solo de los aspectos «más lesivos».

Jueves de tormenta

Iglesias abandera el órdago. A primera hora de la mañana del jueves aparece Iglesias en Catalunya Ràdio. «Voy a ser cristalino. Lo firmado se cumple», y hace suyo el compromiso con Bildu. Y recuerda que el trato «no es nada nuevo». «Es lo que firmamos Pedro y yo en la investidura», dice.

El incendio crece. Los barones socialistas se declaran «enfadados y perplejos», como García Page, o reclaman el retorno a los pactos con Cs, como Lambán, Fernández Vara, Ximo Puig o Abel Caballero. «No han visto una empresa delante en su vida», denuncia Antonio Garamendi, presidente de la CEOE.

Lejos de dar un paso atrás, a media mañana sale Arnaldo Otegi a dar una rueda de prensa con el documento firmado con el PSOE y UP en la mano. «Los vascos cumplimos con nuestra palabra», avisa. La oposición pasa al ataque. El PP habla de traición. Vox eleva el tono aún más y Cs intenta defender su pacto, pero reconoce la traición. En el PNV toman nota del cambio de alianzas, pero guardan silencio.

Todos buscan responsables del acuerdo. Las miradas se dirigen a Lastra y Echenique. Las teorías apuntan a que Podemos marcó un gol por la escuadra. «Lastra firmó sin leer», dicen. Hay quien piensa que el guiño a Bildu tiene que ver con la necesidad de hacer un gesto a la mayoría de la investidura tras el segundo trato suscrito con Cs, que irrita especialmente a Iglesias y a los independentistas. «Sánchez lo sabía desde el lunes», insisten los más próximos a Lastra, que da alas a esa versión. Su mano derecha, Rafael Simancas, dice que la culpa es del PP. «Con su no nos ha obligado a pactar con Bildu», argumenta.

A media tarde, en una videoconferencia con empresarios catalanes, Nadia Calviño no quiere dejar nada al azar y lee su mensaje: «Sería absurdo y contraproducente tocar ahora la reforma laboral». WhatsApp vuelve a hervir.

Viernes de pacificación

Nadie retrocede. La jornada arranca con un Consejo de Ministros telemático para aprobar el decreto del nuevo estado de alarma. Es el primer cara a cara de todos los protagonistas. No trasciende ningún enfrentamiento. La batalla está en las ondas y en las redes. Andoni Ortuzar (PNV) avisa de que la confianza de su partido en el Gobierno «está en la reserva». Oriol Junqueras dice que «sin mesa de negociación, la legislatura está muerta». Pablo Echenique dispara desde Twitter: «Vamos a hacer la reforma laboral, a pesar de lo que digan los empresarios y los editoriales».

La alarma crece entre los barones socialistas. «Yo con Bildu, ni los buenos días», lanza Abel Caballero. García Page insiste en sus críticas. El PP acusa a Sánchez de «mentir a sus socios y traicionar a los españoles». Y Vox insiste en su mantra de pedir la dimisión del «Gobierno socialcomunista».

A las dos de la tarde, María Jesús Montero admite que la mayoría de los ministros «no sabían del acuerdo». «Porque todos estamos trabajando mucho», esgrime. Retoma la teoría de que la culpa es del PP, «que está con la calculadora de votos», y de sus antiguos socios de la izquierda independentista, «que están a otra cosa». Y trata de no enmendar demasiado el papel firmado con Bildu y Podemos apelando a que «lo que habrá no será una reforma laboral, sino un nuevo estatuto de los trabajadores pactado en la mesa de diálogo social». El fin de semana Sánchez repite el argumentario, pero la pelea sigue abierta.

«Pactamos con Bildu porque el PP nos dejó solos», se justifica el presidente

Hasta siete de las nueve preguntas que tuvo que afrontar Pedro Sánchez en su comparecencia de este sábado estuvieron relacionadas con el acuerdo suscrito por el PSOE con Bildu. Molesto por la repetición, el líder socialista se mantuvo firme en el discurso lanzado por sus portavoces en el Congreso. «Tuvimos que pactar con Bildu porque el PP nos dejó solos. Antepusimos la salud. Si no hubiésemos firmado con ellos, la victoria no estaba asegurada y podíamos tirar por la borda todo lo conseguido», dijo.

El presidente repitió el argumento de que «los españoles siempre aciertan cuando votan». «Y en el 2019 fuimos cinco veces a las urnas», añadió. Por eso, Sánchez, que evitó explicitar su apoyo a Calviño o a Iglesias, también quiso enfriar los ánimos «de los que quieren derrocar al Gobierno». «Nos quedan cuatro años por delante y lo único que me gustaría pedir es un poco de estabilidad», dijo. Descartó además cambios en su equipo.