El choque racial para tapar la gestión del covid

F. E. REDACCIÓN / LA VOZ

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Donald Trump
Donald Trump TOM BRENNER | REUTERS

A Trump no le beneficia que se cuente que salió corriendo a refugiarse en el búnker de la Casa Blanca. Por eso intentó recuperar la imagen de tipo de duro con una Biblia en la mano

03 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

A estas alturas del mandato, con las elecciones presidenciales a cinco meses vista, Donald Trump ha redoblado su estrategia de confrontación para tapar sus flancos débiles, fidelizar su base de apoyo y crear todos los enemigos posibles para poder diversificar sus dardos. Conviene no olvidar que el magnate llegó a la Casa Blanca con tres ideas sencillas: el nacionalismo a ultranza -«Make America great again»-, el desprecio a los inmigrantes, sintetizado en el disparate del muro fronterizo con México, y el ataque a las élites económicas del país, una especie de mensaje contra la casta capitalina que arropaba a Hillary Clinton, un ejemplo claro de lo que él entendía como los favorecidos del sistema. 

El discurso de los medios prodemócratas le permitió exagerar su actitud de víctima. Confió sus posibilidades al voto blanco de clase media-baja que sintonizaba con un discurso anticuado y logró el éxito en las urnas.

Ahora, casi cuatro años después, no parece que América sea más grande, el muro de México sigue siendo una promesa sobre los planos de papel que no sirve más que para agitar de cuando en vez para irritar a los progresistas y la casta washingtoniana sigue viéndole como un bicho raro que solo habla por tuits.

Todo ello importaba poco mientras la economía iba como un tiro. Le daba tiempo a polemizar con las caravanas de migrantes, a jugar al escondite con Putin, a discutir con una China que ya es dueña de miles de empresas estadounidenses, a amenazar a Maduro... Todo iba bien hasta que apareció el coronavirus en escena. Su pésima gestión de la «pandemia de Wuhan», con más de cien mil muertos, millones de parados y una sensación colectiva de desamparo, penalizaron su imagen pública.

Con los números en rojo, la crisis de Minneapolis le ha servido para recuperar su espíritu más frentista. El voto negro nunca fue un reto para él, pero las sensaciones de disturbios y descontrol en las calles atemoriza a esas clases medias blancas que son claves para su reelección.

A Trump no le beneficia que se cuente que salió corriendo a refugiarse en el búnker de la Casa Blanca ante las protestas. Por eso intentó recuperar la imagen de tipo de duro con una Biblia en la mano en una iglesia católica. El ruido y la batalla racial son gasolina para su campaña.