El «brexit» y la pandemia dejan al descubierto las carencias de Johnson

Juan Francisco Alonso LONDRES / E. LA VOZ

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El primer ministro británico, Boris Johnson, este viernes, en una escuela de Bovingdon (Hertfordshire)
El primer ministro británico, Boris Johnson, este viernes, en una escuela de Bovingdon (Hertfordshire) ANDREW PARSONSDOWNING STREET

A solo seis meses de su victoria electoral, la oposición acorrala al primer ministro

21 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Nada más ganar las elecciones generales del pasado 12 de diciembre, Boris Johnson prometió que llevaría al Reino Unido a una «nueva era dorada». Sin embargo, apenas seis meses después de haberle dado a los conservadores la mayoría absoluta más amplia en tres décadas, esa nueva etapa no solo luce más lejana que nunca, sino que, además, el estancamiento de las negociaciones sobre el futuro tras el brexit y los errores en la gestión del covid-19 revelan que su conductor parece no saber cómo llevar al país hasta allí.

La decisión del premier de rechazar extender el período de transición, pese a que esto reaviva las posibilidades de un divorcio abrupto de la Unión Europea (UE) el 31 de diciembre, no ha sentado bien a la oposición ni a los empresarios, los cuales dudan que en lo que resta del año se pueda conseguir un acuerdo. Las partes se mantienen firmes en sus líneas rojas. Así, desde Bruselas insisten en reclamar acceso a las aguas británicas para sus pescadores y que Londres se mantenga alineada con su normativa en materia de derechos laborales y de competencia, algo que desde el otro lado del Canal de la Mancha rechazan, sin presentar ninguna oferta alternativa.

Pero como si el interminable enredo del brexit no fuera suficiente, el covid-19 tampoco ha ayudado a Johnson. A lo largo de los últimos tres meses, su Gobierno ha exhibido serios fallos en la respuesta a la pandemia, en especial a la hora de garantizar a los médicos y enfermeras el material de protección necesario para hacer su trabajo con seguridad. Y polémicas decisiones, como la negativa de Johnson a despedir a su asesor estrella, Dominic Cummings, pese a que este se saltó el confinamiento, no han hecho más que dañar su imagen fuera y dentro del Partido Conservador. Más de 100 de los 365 diputados tories le exigieron la cabeza del colaborador.

En picado

Desde que a finales de abril regresó al 10 de Downing Street, tras pasar tres semanas convaleciente por el covid-19, la imagen de Johnson y de su Administración ha venido cayendo de manera imparable, pasando del 52 % de aprobación al inicio del confinamiento al 34 % del 15 de junio, según YouGov. Al mismo tiempo, el número de quienes lo reprueban hoy son mayoría: 46 %.

Los últimos cambios de opinión del premier también erosionado su valoración entre los ciudadanos y en su partido. En las últimas seis semanas el mandatario tory ha reculado en distintos temas, siendo el último quién desarrollará la aplicación con la que el Gobierno británico monitorizará la propagación del coronavirus. Una tarea que finalmente encargará a los gigantes estadounidenses de la informática, Google y a Apple. Antes, ya dio marcha atrás en su negativa de extender hasta el verano el programa para darle de comer en las escuelas a los niños pobres, después de que la estrella del fútbol Marcus Rashford iniciara una campaña en su contra.

Todos los errores y bandazos de Johnson durante estos meses han sido aprovechados por el nuevo líder laborista, Keir Starmer, en las sesiones de control en el Parlamento para poner en duda su capacidad de gobernar, una estrategia que parece estar funcionando. Una reciente encuesta reveló que si en el país se celebrasen elecciones hoy, los conservadores le ganarían a los laboristas, pero solo por 8 puntos de ventaja y no por 20, como apuntaban a inicios del año.

Analistas como Rafael Berh creen que Johnson está sufriendo las consecuencias de formar un Gobierno partiendo de lealtades y no capacidades, mientras que otros expertos consultados en los últimos días por la prensa han afirmado que el premier ha probado que es buen candidato, pero mal gobernante.

Un millón de euros para repintar el avión del «premier»

Boris Johnson quiere marcar un antes y un después en el Reino Unido y no solo sacándolo de la Unión Europea (UE), sino recuperando el orgullo y prestigio internacional del país. Y para lograr este último objetivo ordenó que el avión que la familia real y él mismo utilizan en sus viajes al exterior sea repintado con los colores rojo, blanco y azul de la bandera británica.

La decisión, la cual tendrá un coste de 900.000 libras (más de un millón de euros), le ha valido una lluvia de críticas por parte de la oposición, desde donde han llegado a calificar de «inaceptable» dicho gasto, justo en medio de la pandemia del covid-19.

«Este es un despilfarro colosal de dinero público, el cual podría ser utilizado para proveer comida a 60.000 niños más en las escuela», afirmó la diputada liberal demócrata Layla Moran, mientras que el líder en funciones de dicha formación, Ed Davey, afirmó que esa cifra equivale a 180.000 dosis de una eventual vacuna contra el coronavirus.

Por su parte, la laborista Louise Haigh criticó el momento para anunciar el cambio. «Cuando en todo el país hay muchas familias preocupadas por sus empleos y por la salud y educación de sus hijos, el Gobierno anuncia que se gastará una millonada en repintar un avión que tiene meses parado», declaró a la prensa.

Adiós al aburrido gris oficial

Johnson ya planteó el asunto del avión hace dos años, cuando durante su paso por el Ministerio de Asuntos Exteriores calificó de «aburrido» el gris que luce el Airbus 330 utilizado para los desplazamientos de largo distancia de la reina, su familia directa y del jefe del Gobierno.

El llamado RAF Voyager también tiene un uso militar, pues está acondicionado como tanque y se puede utilizar para que cazas y otras aeronaves de la Real Fuerza Aérea reposten combustible en pleno vuelo.

Desde el 10 de Downing Street salieron al paso de estas críticas, indicando que el coste del nuevo maquillaje del aparato se quedará en el país. «En cada etapa del trabajo nos aseguraremos de que el mismo se haga en el Reino Unido y que beneficie a empresas contratistas británicas», afirmó el portavoz de premier.

Johnson se une así a otros líderes mundiales que han sido cuestionados por gastar millones de euros en los aparatos en los que viajan. Es el caso del estadounidense Donald Trump, quien no solo renovará su Air Force One, sino que ha hecho pública su intención de cambiar los colores que luce el avión presidencial.