Por lo menos desde los tiempos de Adam Smith, la disciplina ha identificado la virtud insigne del libre mercado como su capacidad para asignar recursos físicos y financieros de manera eficiente. Pero al determinar a qué nos referimos verdaderamente cuando hablamos de eficiencia, debemos tener en mente dos cuestiones críticas que dependen una de otra: si la evaluación es realizada retrospectiva o prospectivamente, y con respecto a qué marco temporal.
Después de todo, la búsqueda de una eficiencia prospectiva necesariamente tenderá a acortar el horizonte de planificación, porque cuanto más lejos miremos en el futuro, mayor será la incertidumbre. El cortoplacismo corporativo no es simplemente el resultado de incentivos para directivos que basan la compensación en el precio inmediato de la acción (aunque eso de hecho sucede). También es un problema que afecta a las decisiones de inversión de manera más general. Al igual que las inversiones en investigación y desarrollo de alto riesgo y alta recompensa, las inversiones en resiliencia para protegerse de las sacudidas estarán entre las primeras cosas a sacrificar en pos de aumentar las ganancias para el futuro inmediatamente previsible. Como observa Rana Foroohar del Financial Times, una reducción de las ganancias de corto plazo representa el coste de pasar de «justo a tiempo» a «por si acaso».
Rompiendo las cadenas
En cuanto a la fragilidad de las cadenas de suministro específicamente, el tema ha sido estudiado minuciosamente por Vasco Carvalho de la Universidad de Cambridge , quien recientemente ha ampliado su programa de investigación para considerar el impacto de la pandemia. Como también destaca El-Erian, los temores por las vulnerabilidades de las cadenas de suministro se han transformado en temores, incluso reforzados, por la seguridad nacional , como ejemplifica la retórica antichina que emana de Washington.
Estos no son temores infundados. Una característica fundamental de la segunda ola de globalización fue la externalización generalizada y deliberada de la base industrial de alta tecnología de Estados Unidos principalmente (pero no exclusivamente) a China. Desde semiconductores hasta células solares pasando por dispositivos de pantalla plana, el hardware de la revolución digital ya no se fabrica en Estados Unidos. Es verdad, Intel , el icono temprano de Silicon Valley, sigue fabricando sus miniprocesadores en Estados Unidos, pero es la excepción que confirma la regla; hasta Intel está rezagada respecto al fabricante líder de chips a nivel mundial, Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC).
En este contexto, desarrollar una estrategia coherente para restablecer una capacidad de producción competitiva dentro de las fronteras de Estados Unidos no será tarea fácil. Si bien TSMC recientemente anunció sus planes de abrir una fábrica en Arizona, el hecho de que su producción sea de sub-escala y solo esté asociada a especificaciones que serán obsoletas en el 2024, según la propia hoja de ruta de la compañía, le da a la medida un aire de maniobra política.
Asimismo, el hardware de TI es solo uno de los muchos dominios industriales que las empresas estadounidenses han externalizado bajo el imperativo de la eficiencia. Como ha demostrado la pandemia, lo mismo también ha sucedido con suministros médicos esenciales como las mascarillas faciales y los reactivos utilizados en los test, que son fabricados principalmente en China.
Un titular provocador de un artículo reciente de ProPublica de Lydia DePillis ayuda a explicar claramente el punto más general: «Para entender la escasez de suministros médicos, ayuda saber cómo Estados Unidos perdió las baterías de iones de litio a manos de China». DePillis cuenta la triste historia de A123 Systems , un pionero en tecnología avanzada de baterías que recibió 249 millones de dólares del gobierno federal de Estados Unidos bajo la Ley de Recuperación y Reinvención de Estados Unidos del 2009, más otros 135 millones de dólares en subsidios y créditos fiscales del estado de Míchigan. Tres años después, A123 se declaró en quiebra y un conglomerado chino adquirió sus activos.
La Voz
Como ha destacado recientemente el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, la crisis del covid-19 le brinda a Estados Unidos la posibilidad de «reconstruirse mejor» , una vez superada la pandemia. Para muchos observadores, esas palabras suponen una invitación para a empezar a invertir en una economía de bajas emisiones contaminantes. Existe un creciente coro que exige una respuesta al cambio climático que se compara con la ambición y la escala de la movilización por la Segunda Guerra Mundial.
Ahora bien, el cómo de una movilización para combatir el cambio climático será tan importante como el qué. El fiasco de A123 nos recuerda otro notable fracaso del paquete de estímulos del 2009: Solyndra , un fabricante de paneles solares que recibió 535 millones de dólares en garantías de préstamos federales de Estados Unidos antes de declararse en quiebra en el 2011.
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William H. Janeway , autor de Doing Capitalism in the Innovation Economy , es socio limitado especial en la firma de capital privado Warburg Pincus y profesor adscrito de Economía en la Universidad de Cambridge.
Copyright: Project Syndicate, 2020. www.project-syndicate.org
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