El primer ministro tunecino dimite y sume al país en una grave crisis

La Voz REDACCIÓN / AGENCIAS

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MOHAMED MESSARA | EFE

Elyes Fakhfakh deja el cargo por su presunta implicación en un delito de corrupción

16 jul 2020 . Actualizado a las 08:56 h.

El primer ministro tunecino, Elyes Fakhfakh, presentó este miércoles su dimisión tras varias semanas de polémica por su supuesta implicación en un delito de corrupción, y sumió al país en una grave crisis política que se suma a económica y social que desde hace meses padece Túnez, recoge Efe.

Según la radio local Mosaïque FM, el jefe del Ejecutivo ofreció su renuncia tras una reunión en el palacio de Cartago con el presidente de la República, Kais Said, el presidente del Parlamento y socio de Gobierno, Rachid Ghannouchi y el secretario general de la UGTT, principal sindicato del país e importante mediador político, Noureddine Tabboubi.

Según la Constitución, el presidente dispone ahora de una semana para designar un sustituto, que deberá lograr el apoyo de la mayoría absoluta del Parlamento en el plazo máximo de un mes y elegir un nuevo Gobierno, ya que el actual queda en funciones.

En caso de que no lo consiga, la Carta Magna prevé que el plazo pueda ampliarse 30 días más antes de que se deban repetir las elecciones, celebradas el pasado octubre.

Presión islamista

La dimisión se produjo escasas horas después de que el partido conservador de tendencia islamista Ennahda, primera fuerza en la Asamblea con 54 escaños y socio en el Gobierno, donde tiene seis ministros, emprendiera los trámites para la presentación de una moción de censura contra Fakhfakh.

La formación depositó una propuesta con 105 firmas, a solo cuatro de los 109 apoyos necesarios para ser aceptada por la Asamblea.

Entre los firmantes, los diputados de Ennhada y los de los otros dos partidos mayoritarios, la formación Qalb Tunis, liderada por el controvertido magnate de los medios de comunicación Nabil Karaoui, procesado igualmente por corrupción, y la Plataforma Al Karama, de tendencia salafista.

Ninguno de ellos formaban parte de la débil coalación de Gobierno, aunque Ennahda siempre quiso sumar a Qalb Tunis, deseo que siempre se topó con la negativa rotunda de Fakhfakh.

Conflicto de intereses

La situación del primer ministro comenzó a complicarse semanas atrás cuando la Instancia Nacional de la Lucha contra la Corrupción (INLUCC) le consideró culpable de un presunto delito de «conflicto de intereses» por no haber declarado que poseía acciones de empresas privadas que habían contratado con la Administración.

Fakhfakh, que niega los cargos, contraatacó el martes a los ataques de su socio conservador con el anuncio de una remodelación del gabinete tras una reunión de Said, quien ha desempeñado un papel extraño al negar, entre otras cosas, que existieran maniobras para derribar el Gobierno.

Expertos locales sugirieron entonces la posibilidad de que Fakhfakh optara por expulsar del Gabinete a los seis ministros de Ennahda, en un intento por sobrevivir políticamente que ahora se ha esfumado.

Las presiones sobre el primer ministro han coincidido con maniobras de algunos de los socios de Gobierno contra el propio Ghannouchi, que tiene igualmente problemas en el seno de su propio partido.

Al tiempo que el Consejo de Shura, máximo órgano de Ennahda, le autorizaba el lunes a presentar la moción de censura, un grupo formado por 75 legisladores anunciaba que haría lo propio contra el líder islamista y presidente de la Cámara por una presunta violación del código de la Asamblea.

Ghannouchi y en Ennahda también soportan la presión de Abir Moussi, líder del Partido Desturiano Libre (PDL), formado por los nostálgicos del antiguo régimen dictatorial, que ha acusado a la formación tanto de pertenecer a la red de los Hermanos Musulmanes, como de haber falsificado las actas de legalización del partido, clandestino hasta la revolución del 2011 que acabó con la tiranía de Zinedin el Abedin Ben Ali.

En este contexto, el futuro candidato a primer ministro parece que tendrá una difícil tarea, como la tuvo Fakhfakh, para lograr una mayoría en un Parlamento altamente fragmentado, con cerca de una veintena de partidos y numerosos independientes con agendas propias.