El ala dura de la UE inclina la balanza hacia menos ayudas y más control

Redacción LA VOZ

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La nueva oferta sobre la mesa rebaja en 50.000 millones los subsidios no reembolsables

19 jul 2020 . Actualizado a las 09:15 h.

Menos subsidios (hasta 50.000 millones a la baja) y un «freno de emergencia» que permita cerrar el grifo de las ayudas si alguno de los países que las ha solicitado incumple las condiciones del pacto. Son los dos pilares de la nueva propuesta que ayer puso sobre la mesa de los 27 el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, en la segunda jornada de la cumbre. Buscaba con ello rebajar la intransigencia de Holanda y su grupo de frugales, el gran escollo para el acuerdo sobre el plan de recuperación y el presupuesto plurianual 2021-2027.

La víspera, tras once horas de pleno y tres de encuentros bilaterales, había levantado un muro entre los Países Bajos y España e Italia. De ahí los retoques de Michel al plan original. A saber: el fondo de recuperación mantiene el mismo tamaño (750.000 millones de euros), pero se reduciría en el capítulo de los subsidios no reembolsables (de medio billón pasaría a 450.000 millones). El nuevo documento refuerza además los mecanismos de control mediante lo que define como un «superfreno de emergencia», dando en la práctica a cualquier país miembro la posibilidad de bloquear las ayudas. E incluso propone subir las compensaciones a los países más ricos (esos cheques que equilibran la diferencia entre lo que aportan al presupuesto y lo que perciben de él). Aparentemente todo este listado es una clara concesión a La Haya y a sus compañeros frugales (Austria, Suecia y Dinamarca).

La cara sur

Pero hay ciertos matices a considerar. Primero: aunque se recorte en 50.000 millones el volumen de transferencias no reembolsables (elevando al mismo tiempo hasta 300.000 millones la opción de créditos), sube el montante de las ayudas a fondo perdido (15.000 millones más) en el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia, uno de los capítulos medulares del fondo. Segundo: respecto al control (a la opción de veto), el político belga establece un procedimiento según el cual se dan tres días de plazo para que cualquier Gobierno eleve sus dudas sobre un plan nacional, bien en una reunión de ministros de Economía y Finanzas (Ecofin), bien en un encuentro de líderes. Y tercero: de las compensaciones o rebates ni La Haya ni Berlín verían en estos momentos un duro más. Pero sí Dinamarca, Austria y Suecia (pasan a beneficiarse de 222, 287 y 823 millones, respectivamente).

Para los frugales esta propuesta se convertía en «una buena base de negociación». Es un «movimiento en la dirección correcta», resumía, por ejemplo, el canciller federal austríaco, el conservador Sebastian Kurz, quien aseguró tener poco que objetar al volumen del fondo, con 750.000 millones de euros. Más. Mucho más, en lo referido a las transferencias directas no reembolsables, que «deben ser reducidas». Amén de reclamar que quede claro que es una iniciativa única y limitada en el tiempo.

Sí, pero no

España está dispuesta a aceptar la reducción de las ayudas directas mientras el paquete económico final sea bueno para sus intereses. No quisieron en la delegación española hablar de cifras concretas, pero tampoco se cerraron a la propuesta hecha por el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, para trasvasar 50.000 millones de los previstos para ayudas a fondo perdido al capítulo de préstamos. Estamos en «mitad» de la negociación y habrá que ver el paquete global, que, según insistieron fuentes de la delegación española, puede ser bueno para el país.

Y aunque no confirmaron si se negociaban otras compensaciones que podrían estar en el presupuesto plurianual, sí señalaron que en las reuniones bilaterales se llegaba a hablar de todo. Tampoco se cierra España al llamado freno de emergencia, que permitiría que, si uno o varios países ven problemático un plan de reformas e inversiones, se paralice su aprobación hasta tener la opinión del Consejo.

La unanimidad, una línea roja

Pero el Gobierno español insiste en que tampoco en este caso aceptaría la unanimidad -que permitiría el veto directo de un Estado sobre otros- para dar la aprobación final a los planes económicos de un país. En cualquier caso, aseguró que el único que sigue insistiendo en reclamar esto es el holandés Mark Rutte.

Con todo, se han conseguido avances. De hecho, los líderes europeos vuelven a sentarse hoy en la mesa de negociación con la idea de cerrar el pacto.

Rutte: «Estoy haciendo esto por el interés de Europa»

Se ha revelado Mark Rutte, el primer ministro holandés, como el mayor obstáculo en esta cumbre para alcanzar un acuerdo sobre el ansiado fondo de reconstrucción europeo. Ansiado en el castigado sur, claro (en Italia y España, las más golpeadas por la pandemia, sobre todo; pero también Francia, Portugal o Grecia). No en los dominios de los frugales (Países Bajos, Austria, Suecia, Dinamarca, y a veces también Finlandia). Los dos bandos de siempre. O casi siempre. Porque esta vez parece que Alemania viste de árbitro.

«Nos estamos [Italia y España, que, como no podía ser de otra manera, están juntas en esto] enfrentando duramente con Holanda y los otros frugales, que no comparten la necesidad de una repuesta tan contundente como la que exige la situación, sobre todo en lo referido a las subvenciones», resumía ayer el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, el estado de las cosas en la mesa de negociación.

Reformas, reformas, reformas. Es el mantra que repite el holandés. Ese y el de créditos sí; subvenciones, no. Al primero no renuncia. De ninguna de las maneras. Pero, ¿qué reformas?. Pensiones y mercado laboral. ¿Cuáles si no? Las de siempre. En cuanto a lo de los subsidios, a regañadientes, pero se ha resignado a que parte de las ayudas no se devolverán. Pero, pelea -faltaría más- para que sean las menos posibles.

Una troika en la sombra

Como lucha también, como gato panza arriba, por una especie de derecho de veto sobre los planes nacionales de reformas necesarios para recibir los desembolsos del nuevo fondo anticrisis.

España e Italia han insistido ante Rutte y los demás líderes en que son reformistas y están dispuestos a modernizar sus economías. Pero, eso sí, rechazan de plano que sea Holanda o cualquier otro quien decida qué reformas se hacen en sus países. Lo que quiere Rutte, piensan en el sur, es convertirse en una suerte de troika en la sombra. Y por ahí no pasan. O no quieren pasar.

El holandés no lo ve así, claro. Dice Rutte que lo que hace lo hace «por el interés de Europa»