Los halcones tensan la cuerda para sajar el fondo y mermar los subsidios

La Voz REDACCIÓN

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JOHN THYSPOOL

Quieren recortar las ayudas a 700.000 millones, mitad créditos y mitad subvenciones; y el Consejo propone 100.000 millones menos en subsidios, pero sin tocar la cifra total

20 jul 2020 . Actualizado a las 08:46 h.

Arrancaba la tercera jornada de la cumbre europea en Bruselas con la aparente disposición de todos a llegar a un acuerdo para sacar adelante el fondo de reconstrucción, pero con las partes muy distanciadas. Tanta era la brecha, que nada más llegar a la sede del Consejo Europeo, tanto la canciller alemana, Angela Merkel; como el presidente francés, Emmanuel Macron, ponían la venda antes de la herida, por si alguien —cosa difícil tratándose de Europa— se había hecho ilusiones y esperaba un pronto consenso. «Hay mucha buena voluntad, pero también posiciones muy diferentes. Haré mi parte, pero no garantizo que haya resultados un acuerdo hoy», advertía la germana. Más duro se mostraba el galo: «[El acuerdo] no se alcanzará a costa de sacrificar la ambición europea».

El sábado, en el segundo asalto de la cumbre, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, daba por interrumpidas la pelea rozando ya la medianoche. Después de una maratoniana jornada, trufada de reuniones a pequeña escala —trascendentales para acercar posiciones en todas las cumbres—, los líderes europeos habían logrado acercar posiciones en algunos puntos, pero sin llegar a acuerdos en ninguno.

Avanzaron en el capítulo del endurecimiento del control de las ayudas. Pero se empantanaron en el del montante del fondo y en el de la proporción entre préstamos y subvenciones a fondo perdido. Y en esa pelea andaban todavía ayer, al cierre de esta edición. Con los llamados frugales (Países Bajos, Austria, Suecia y Dinamarca) presionando para rebanar el importe del fondo que ha de restañar la profunda herida que ha dejado la pandemia en los países más golpeados por el virus. Italia y España, sobre todo.

Un indigesto menú

A la cena se llegó con un nuevo menú sobre la mesa, elaborado por Finlandia, y del agrado del paladar de Holanda y los suyos. Difícil de digerir para el resto de los socios. Un tijeretazo al fondo de 50.000 millones de euros, para dejarlo en 700.000 millones. La mitad, créditos que habrá que devolver; y la otra mitad, subvenciones no reembolsables.

o propuesto la víspera por Michel: 50.000 millones menos de ayudas a fondo perdido, pero manteniendo el importe total intacto en 750.000 millones no les valía. Querían más. O menos, según se mire.

Y eso que hasta ese momento las negociaciones no habían hecho otra cosa que ir haciendo donde ellos querían. Pero, ni por esas.

Enfrente, España e Italia, los que más se beneficiarían de las ayudas, junto con Francia, Alemania y otros países, que reclaman una volumen sustancial de subvenciones. París y Berlín no están dispuestos a bajar de 400.000 millones. El resto, tampoco, claro.

A distancia, pero contundente, también ponía la presidenta del BCE su granito de arena para inclinar la balanza del lado de mayores subsidios. «El acuerdo debe ser ambicioso en términos de tamaño y de composición del paquete, incluso si hace falta un poco más de tiempo», afirmaba Christine Lagarde en declaraciones a la agencia Reuters. Aviso a navegantes: ni un paso más atrás.

De nuevo embarrancados. Otra vez Michel echando cuentas a la baja, y nueva propuesta: 100.000 millones menos en el paquete de subsidios. Los 50.000 propuestos el sábado y otros 50.000 más. Pero la fumata blanca, todavía lejos.

Y luego está el otro gran escollo. Eclipsado por el fondo, pero ahí está: el llamado grupo de Visegrado, formado por Polonia, Hungría, Eslovaquia y la República Checa, se niega a vincular el desembolso de los recursos del fondo de reconstrucción al respeto al Estado de derecho.

«El holandés tiene la culpa»

El blanco de sus iras también es Rutte, que en esta cumbre —y en otras, también— está teniendo la virtud de sacar de sus casillas, e incluso, encolerizar, a más de uno, por no decir a casi todos. Que se lo digan si no al primer ministro húngaro, Víktor Orbán, que ayer cargó con fuerza contra su homólogo neerlandés y «su estilo comunista». «No sé cuál es la razón por la que me odia». Y ya lanzado, añadía: «Si el acuerdo se bloquea no es por mí, sino por el tipo holandés. Si se rompe es por él, no por mí. Él es el responsable de todo el lío que tenemos». Genio y figura.