Aumentan el 70 % los ataques talibanes tras el acuerdo con EE.UU.

ana beatriz bartolo / F.E. REDACCIÓN / LA VOZ

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Mohammad Ismail | Reuters

Más de 1.200 civiles murieron en el primer semestre del 2020

28 jul 2020 . Actualizado a las 09:44 h.

Tras 19 años de guerra en Afganistán, los talibanes y Estados Unidos firmaron un acuerdo de paz el pasado 29 de febrero. Pero en los 45 días siguientes al pacto, los rebeldes realizaron 4.500 ataques, un incremento del 70 % en relación al mismo período del 2019, de acuerdo con Reuters.

«Según EE.UU., hubo un tratado verbal para reducir la violencia, pero los talibanes dicen que su acuerdo fue de no agredir a los estadounidenses y abstenerse de ataques importantes contra ciudades y bases. Ellos reclaman su derecho a seguir combatiendo a las fuerzas progubernamentales y a los afganos que apoyan al Gobierno de Kabul», explica Kate Clark, codirectora de Afganistan Analysts Network.

En el primer semestre del 2020, 1.282 civiles murieron y 2.176 resultaron heridos por la guerra en Afganistán, según la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas. Las bajas se redujeron el 13 % en la comparación anual, debido a la reducción de ataques internacionales y del Estado Islámico (EI). Los talibanes fueron responsables del 58 % de las víctimas mortales, mientras que las fuerzas afganas causaron el 28 % de las bajas.

El profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense José Miguel Calvillo defiende que el objetivo del pacto no era buscar la paz y que «EE.UU. ha tratado de no perder el conflicto, pero tampoco ganarlo, y con el acuerdo estableció una retirada honrosa del país», lo que era una promesa electoral de Trump. Con la salida de los estadounidenses, Calvillo dice que «va a quedar en una guerra civil entre los talibanes y el Gobierno de Afganistán».

La violencia contra el Ejército afgano casi se dobló entre el 1 de marzo y el 15 de abril -el mismo período analizado por Reuters-, según el Gobierno de Kabul. Los datos apuntan a que el número de soldados progubernamentales muertos entre esas fechas subieron de 520 en el 2019 a 900 en el 2020, mientras las bajas talibanes se redujeron de 1.660 a 610.

En opinión de Clark, los rebeldes quieren intimidar a las fuerzas afganas, porque parte de ellos no están comprometidos con el fin del conflicto. «Algunos talibanes desean que sus líderes aprovechen la oportunidad de paz. Pero dentro de la insurgencia, y del Gobierno también, hay quienes están a favor de continuar con la guerra, pues dicen querer proteger a los civiles del enemigo», explica la experta.

Se intensifica la guerra civil

Calvillo apunta que la escalada de la violencia se produce desde el 2011 en Afganistán y que la estrategia de los talibanes es debilitar al Gobierno de Kabul con ataques terroristas. «El grupo pretende aumentar la inestabilidad en el país para ofrecerse a la población como el único capaz de establecer seguridad», dice el experto.

Entre el 21 de enero y el 20 de junio, los talibanes perpetraron 5.969 ataques, mientras los progubernamentales realizaron 1.596, casi cuatro veces menos que el grupo rebelde, según el canal local Tolo News. Es posible observar cómo la estrategia militar de los dos lados cambió tras el acuerdo de paz con EE.UU. Mientras que los rebeldes aumentaron su agresividad, los afganos la redujeron.

«Kabul pretende mostrarse ante la comunidad internacional y principalmente ante a EE.UU. como un Gobierno estable, aunque me atrevo a decir que en un corto espacio de tiempo pedirá ayuda financiera y militar del exterior. El Estado de Afganistán solo puede controlar las ciudades grandes, donde tienen capacidad de garantizar un poco de seguridad. Sin embargo, casi el 90% del país son comunidades rurales, donde los talibanes están imponiendo su ley», dice Calvillo.

Los recientes ataques terroristas se dirigen a provincias pequeñas, como parte de una estrategia que precede la conquista talibana de Kabul, según Calvillo. El profesor recuerda que los rebeldes, «como todo grupo insurgente, dominan espacios que no son controlados por el Estado» y por eso, su presencia en las zonas rurales «muestra la debilidad de las instituciones afganas en luchar contra el movimiento».