Tarde, mal y a rastras: nadie quiere tomar el control en la segunda ola madrileña

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO / LA VOZ

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Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso el pasado lunes, cuando anunciaban un entendimiento sobre la gestión de la epidemia en Madrid
Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso el pasado lunes, cuando anunciaban un entendimiento sobre la gestión de la epidemia en Madrid J. Hellín. POOL

El Gobierno central ha tardado más de semana y media en imponer restricciones en la comunidad que registra prácticamente la mitad de los contagios de España

01 oct 2020 . Actualizado a las 10:44 h.

Era lunes, 21, y entraban en vigor las primeras restricciones de la segunda ola, que afectaban principalmente a los barrios más humildes. Otro puñetazo a esa frase manida de que el coronavirus no distingue. La incidencia acumulada a 14 días era de 746 casos por cien mil habitantes y Madrid ostentaba desde hacía días el dudoso honor de ser la región de Europa en la que el covid-19 estaba golpeando más fuerte. Las cámaras abrían el diafragma y se producía la que ya se conoce como foto de las banderas: el presidente del Gobierno y la presidenta de la Comunidad de Madrid escenificaban un entendimiento sobre la necesidad de tomar medidas para frenar un descontrol que llevaba gestándose durante semanas. Brotaba entonces una comisión de entendimiento en la que por ahora solo ha hecho acto de presencia el desencuentro. El último capítulo del sainete llega tarde, mal y a rastras. A última hora de ayer, sin acuerdo, una semana y media después marcada por la tensión sostenida y los desencuentros, el Gobierno, por fin tomaba decisiones: aplicar medidas restrictivas en contra de un supuesto criterio de la región de Europa más afectada por el coronavirus.

La epidemia en Madrid se gestiona a la velocidad de los despachos, pero el coronavirus no entiende de tiempos políticos. Entre el día 21 día y ayer, en el que Madrid lanzó el enésimo órdago descolgándose de la misma medida que había propuesto solo unos días antes -que se restringiese la movilidad en todas aquellos territorios con una incidencia acumulada por encima de los 500 casos- se han producido más de 20.700 contagios en la comunidad y varios desencuentros escenificados en ruedas de prensa y frases tan artificiales como vacías. Ningún político ha decidido si quiere ser virus o vacuna y aunque esta es una batalla epidémica, cada vez tiene más visos de tener armas ideológicas.

El ministro de Sanidad recomendaba el confinamiento de todo Madrid, la comunidad no lo veía necesario, el alcalde pedía a la gente que procurase quedarse en casa y las cifras no dejaban de subir. El viernes la profesión periodística se veía a duplicar pantalla: a la misma hora que el viceconsejero de Salud Pública anunciaba nuevas zonas con restricciones, el ministro Illa convocaba una rueda de prensa. Contraprogramación en toda regla para hacer público que ha pedido que se confinen las zonas con una incidencia superior a los 500 casos. Madrid, lejos de hacer oídos sordos, sube la apuesta: que se establezca ese criterio para todo el territorio. Confinar, dice la presidenta Ayuso, es la vía fácil. Y reclama «soluciones creativas».

Otra vez lunes. 28 de septiembre. Una semana y dimes y diretes, de recomendaciones que caen en saco roto y acusaciones a las que no hay respuesta. Siete días después de la fotografía de las banderas, habían muerto 82 personas, según los datos del informe de situación que publica diariamente el ministerio con datos aportados por las comunidades autónomas. Habían ingresado durante esa semana más de 300 personas y el 20 % de las PCR que se realizaban estaban dando resultado positivo. La incidencia a 14 días estaba ya en 775 casos por cien mil habitantes y a siete días en unos 300. Uno de cada tres casos diagnosticados en España era madrileño.

«Llegamos tarde», decía Salvador Illa este mismo lunes. Tarde, mal y a rastras. La reunión entre Gobierno y Comunidad terminaba sin acuerdo el mismo día que Madrid notificaba el dato más alto de contagios de la segunda ola. Pero no había declaraciones de ningún tipo de una posible intervención. Ni atisbo de un 155 sanitario.

El martes, a última hora, nueva ronda de declaraciones políticas. El día anterior había en las camas de cuidados intensivos madrileñas 484 pacientes y más de 3.000 personas ingresadas, según los datos de la propia comunidad. A última hora, Salvador Illa anunciaba un alto al fuego: había acordado con Madrid medidas de restricción para todas aquellas poblaciones de más de 100.000 habitantes, una medida que se iba a debatir en un consejo interterritorial al día siguiente.

Pero como tiene que ocurrir en las películas de terror, al día siguiente llegó el giro inesperado de guion. Madrid se descolgaba del acuerdo antes del consejo interterritorial que ha terminado dividido -Galicia fue una de las comunidades que votó en contra de las medidas conjuntas- con un comunicado en el que, por mucho Madrid que sea, operaba el criterio de Os Resentidos: ellos son sitio distinto.