«Murió un voluntario de la misma vacuna en pruebas del covid que yo me puse, pero no fue por la vacuna»

María Hermida
María Hermida REDACCIÓN / LA VOZ

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Joan Pons es uno de los españoles que accedió a pincharse una de las inyecciones candidatas a protegernos del coronavirus, la de Oxford

23 oct 2020 . Actualizado a las 21:09 h.

Joan Pons Laplana, un enfermero catalán al que los precarios sueldos de España empujaron a marcharse a Inglaterra a buscar trabajo hace ya dos décadas, llegó un día a su casa emocionado. Con 45 años, casado y padre de tres hijos, iba a contarle a su familia que había decidido a ser voluntario para que le pusiesen una de las candidatas a vacunas del covid-19 que está en pruebas, concretamente, la de Oxford —que es de la que llegarán a España 31 millones de dosis—. Y pensó que los suyos estarían tan contentos como él por su contribución a la salud pública. Pero las cosas no fueron así: «Mi mujer y mi hijo mayor, que tiene 18 años, dijeron que estaba loco. Ella dejó de hablarme varios días... Fue duro. Tenían muchísimo miedo. Tuve que emplearme a fondo, comprar muchas flores y emplear mucha pedagogía para que me entendiesen. Quise que mi hijo fuese también voluntario e insistió en que con un loco en la familia ya bastaba».

Él no llegó a sentirse tan atemorizado. Eso sí, reconoce que un escalofrío le invadió el cuerpo cuando firmó «un papel en el que decía que se trataba de una vacuna experimental que podría provocar un choque anafiláctico y morirme». Pero, como la persona optimista y solidaria que es, se centró en dos pensamientos: «Pensaba en que el covid nos roba la vida, que le está robando la juventud a mis hijos, y que por eso tenía que ser voluntario. Porque sin voluntarios no hay vacunas. Y pensaba también en que la doctora que lidera la investigación de la vacuna se la puso a sus propios hijos».

Así que, hace cuatro meses, puso a disposición su cuerpo para el pinchazo. Sabía que era un voluntario idóneo por ser personal de riesgo, ya que trabaja habitualmente con enfermos de covid-19, en un hospital de la ciudad de Sheffield, en el norte de Inglaterra. «Y, precisamente, lo que se busca son personas de riesgo para que se infecten de covid-19 y ver cómo reaccionan», explica. Le pusieron la vacuna —o el placebo, eso no lo saben los 30.000 voluntarios, ya que se trata de que no se sugestionen, ni tampoco los científicos— y comenzaron a hacerle continuos chequeos y PCR para ver que todo iba bien. Se contagió de coronavirus a principios de octubre. Tuvo un único síntoma: una congestión nasal, pero avisó a Oxford para que le hiciesen la prueba y acabó dando positivo. «Pasé la enfermedad bien. O soy fuerte o la vacuna me ayudó, ojalá me la hayan puesto y no sea placebo, porque sería que funciona», indica.

Su enfado con los titulares

Está ya de vuelta en el trabajo. Y no solo en el hospital. Porque Joan Pons también lleva años haciendo otra labor. Tiene más de 39.000 seguidores en sus redes sociales, desde donde defiende a capa y espada la sanidad pública. Y ha aprovechado ese potente altavoz para contar lo que ha supuesto en su vida convertirse en voluntario de la vacuna y cómo han transcurrido estos meses. Ayer, volvía a expresarse por este canal. Lo hacía con cierta dosis de enfado. ¿Por qué? Acaba de morir en Brasil uno de los voluntarios de la misma vacuna que se ha puesto él. Dice que se le encogió el corazón al ver la noticia. Pero que no tardó unos minutos en tranquilizarse: «Leyendo entre líneas lo que se dijo desde Oxford y desde Brasil queda claro que a ese hombre no le pusieron ninguna dosis de la vacuna, que le fue administrado el placebo. Ojalá le pusiesen la vacuna, igual así no se lo llevaba el coronavirus con 28 años. Es por ese motivo por el que continúa adelante el ensayo». A Pons le duele que no se explique bien el caso: «Los titulares dicen que se murió uno de los voluntarios y parece que la vacuna tuvo la culpa. No puede ser, no puede dejarse caer una cosa así. Es cierto que murió un voluntario de la vacuna en pruebas del covid que yo me puse, pero la muerte no tuvo nada que ver con la vacuna. Es mentira», indica.

Él es optimista con la vacuna de Oxford y con otras candidatas. Le dan miedo las apuestas de China y Rusia porque cree que en la carrera por tener rápido la vacuna se saltaron pasos. Confía en que haya vacuna «sea la que sea» antes de Navidad. Por si no es así, él ya se la pidió a los Reyes Magos.