Cuentos políticos y cuentas de todos

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

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E. Parra. POOL

29 oct 2020 . Actualizado a las 09:45 h.

Un par de reflexiones sobre los Presupuestos del Estado. Parto de dos premisas. Una, política: el Gobierno necesita sacar adelante sus primeras cuentas públicas. Vive de prestado en la vieja casa de Montoro y precisa, para sobrevivir, acceder a vivienda propia. Otra, económica: el país necesita con urgencia un instrumento que le ayude a salir del hoyo en que lo ha metido la pandemia.

El Gobierno no lo tiene fácil. Primero por sus propias disensiones internas, inevitables en toda coalición (véanse los encontronazos de PP y Ciudadanos en el Gobierno de Madrid). Segundo, por los peajes que exigen sus socios de investidura, desde el PNV hasta el partido aragonesista, reforzados por la composición minifundista de las Cortes. Y tercero, porque algunos ponen precio extrapresupuestario a su apoyo. Esquerra Republicana, sin duda. Pero también el PP que, a diferencia del Ciudadanos de Arrimadas, exige, simplemente para hablar, que se rompa el Gobierno. Así y todo, probablemente los Presupuestos obtengan luz verde y el Gobierno agote la legislatura.

Del contenido del proyecto y sus efectos, lo que realmente importa a los ciudadanos, se discute menos. Y cuando se hace, el debate se centra en pormenores, soslayando la visión de conjunto. Se utiliza la sinécdoque, esa figura retórica que consiste en tomar la parte por el todo, seguida de la hipérbole: se sobredimensiona el detalle para definir el sesgo de las cuentas. Subir el IRPF a cuatro afortunados que declaran más de 300.000 euros al año -3,5 veces el salario del presidente del Gobierno- puede significar un guiño político, pero económicamente ni fu ni fa: tiene nula trascendencia. Pero de ahí a calificar esa medida y otros retoques fiscales puntuales de subida generalizada de impuestos, como leo en alguna prensa, media un abismo. Subida generalizada de impuestos fue la aprobada a finales del 2011 y primer semestre del 2012 -segunda recesión de la crisis financiera-, que no dejó títere fiscal con cabeza, incluidos los dos pilares del sistema: IVA e IRPF. Subida generalizada de impuestos es la que nos espera, conviene advertirlo, cuando salgamos del agujero e iniciemos la ingrata tarea de rebajar el déficit y la deuda que estamos acumulando.

La política fiscal tiene dos vías para levantar una economía derrumbada: expandir la inversión pública o bajar impuestos. Y dos formas de hundirla todavía más: recortar el gasto o subir impuestos. El Gobierno ha optado por un Presupuesto expansivo con un techo de gasto inédito: más de 196.000 millones de euros. Prevé que solo la aportación del fondo de recuperación europeo, con su efecto multiplicador, aumentará en tres puntos el crecimiento. Pero esa previsión, ciertamente optimista, descarrila seguro si paralelamente pisa el freno con una subida generalizada de impuestos. Ahora no toca subirlos. ¿Y bajarlos? Significaría un estímulo fiscal añadido -la gente dispondría de más dinero para consumir-, pero con bancarrota asegurada: ¿encontraríamos por ahí afuera a alguien que nos pagase las pensiones?