El Congreso homenajea a Azaña, figura de consenso en tiempos de confrontación

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, saluda a la sobrina nieta de Azaña, María José Navarro, en el homenaje en el Congreso
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, saluda a la sobrina nieta de Azaña, María José Navarro, en el homenaje en el Congreso BERNANRDO DÍAZ

Los partidos de izquierda y derecha reivindican la figura del que fue presidente de la segunda república

03 nov 2020 . Actualizado a las 19:47 h.

«Un referente político plenamente vigente y compartido». Así definió ayer a Manuel Azaña la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, en el acto por el ochenta aniversario de su fallecimiento celebrado en la Cámara Baja. En un tiempo de máxima confrontación, el expresidente de la Segunda República es una de las figuras históricas de la política española que más consenso concita en el arco parlamentario, como se pudo comprobar ayer en el homenaje, al que asistió el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, los miembros de la Mesa del Congreso y portavoces del PSOE, PP, Unidas Podemos y Ciudadanos, además de su nieta, María José Navarro Azaña.

Aunque su figura fue denostada por el régimen franquista, con la llegada de la democracia su legado fue reivindicado en España por presidentes de todos los partidos que han gobernado, desde Adolfo Suárez a Pedro Sánchez pasando por Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Sus palabras han sido parafraseadas en numerosas ocasiones desde todos los ángulos políticos en la tribuna del Congreso. Para la izquierda, Azaña siempre fue un referente. Pero en 1997, siendo presidente del Gobierno, fue Aznar quien sorprendió a no pocos sectores políticos de la derecha destacando la «nobleza» y la «altura de miras» de Azaña.

El hecho de que todos quieran apropiarse de su discurso se explica por la complejidad de su pensamiento político, que trascendía el de la militancia partidista, y porque siempre hizo gala de un elevado patriotismo. Para la izquierda, Azaña es un modelo por su ambición reformista, su convicción laica, su impulso al fin de los privilegios de los más poderosos y su lucha por la igualdad social. Pero a la derecha, su firme defensa de la unidad de España, que le llevó a pronunciarse en numerosas ocasiones en contra de las fuerzas nacionalistas y a negar reiteradamente la condición de Cataluña como un estado, frente al discurso independentista, le permite reivindicar su figura como ejemplo en el que deberían mirarse todos los españoles, incluida la izquierda que en los últimos años se muestra más próxima al nacionalismo.

Su último discurso como presidente de la República, pronunciado el 18 de julio de 1938, en el que se dirigió a las generaciones futuras pidiendo «paz piedad y perdón», es también una llamada muy adecuada en unos tiempos de máxima crispación política.

«No ha habido Gobierno en la España democrática que no se haya vuelto a hacia Azaña», señaló ayer Meritxell Batet, que aseguró que el político republicano «quería la reconciliación de todos los españoles». Ese consenso mayoritario en torno a su figura no impidió sin embargo que ayer fuera utilizado de nuevo por algunos para alentar la polémica. El portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, afirmó que el homenaje «no es más que un ataque a la Corona, alineado con los ataques del Gobierno al monarca y al sistema del 78». Y el portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique, reivindicó la «honradez republicana» de Azaña frente a los «crecientes casos de corrupción» de rey emérito.