Bolsonaro estalla con la prensa: «Esas latas son para metérselas a ustedes en el trasero»

Mónica Pérez
M. Pérez MADRID / COLPISA

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Aluvión de críticas al presidente de Brasil tras conocerse que Gobierno ha gastado dos millones de euros en leche condensada en plena catástrofe médica y social

29 ene 2021 . Actualizado a las 12:25 h.

«Esas latas son para metérselas a ustedes de la prensa en el trasero». No está Trump en primera línea de la política mundial, pero continúa Bolsonaro. El presidente de Brasil se despachó así el jueves contra un grupo de periodistas, «prensa de mierda» les llamó, interesados en conocer los detalles de las compras de alimentación de su Gobierno en el 2020 y que ascendieron a 1.800 millones de reales (273 millones de euros).

En concreto, sus preguntas se centraron en la llamativa adquisición de botes de leche condensada por un importe de 2,3 millones de euros cuando la Sanidad y la asistencia social carecen de fondos suficientes para combatir la pandemia. De hecho, las ayudas de emergencia a los más afectados han sido suspendidas y los expertos predicen una ola de miseria ya que 90 millones de brasileños dependían de ese dinero. «Váyanse a la puta que los parió», espetó Bolsonaro, que atraviesa sus horas más bajas desde que llegó al cargo el 1 de enero del 2019. Y por si fuera poco, los periodistas también le interpelaron por el gasto gubernamental en chicles (333.000 euros) y vino (unos 400.000).

Ya el fin de semana pasado fue un momento crítico para el presidente. La izquierda, representada por el Partido de los Trabajadores de Lula da Silva y el Partido Socialismo y Libertad, se manifestó el sábado para exigir su marcha debido a la caótica gestión de la epidemia, descontrolada hasta el punto de que uno de cada mil brasileños podría haber muerto por su causa desde el pasado marzo. Pero el domingo todavía resultó peor, ya que fueron diferentes movimientos conservadores y de ultraderecha los que rompieron su lealtad con Jair Bolsonaro y circularon en coches por las calles en contra de la figura presidencial.

La crítica desde los dos frentes pone de manifiesto el agitado mar por el que navega el dirigente con mayor carga populista después de Donald Trump. Los dos tienen bastantes puntos más de encuentro que su verbo. Políticamente, a la derecha de la derecha y sanitariamente proclives a despreciar la gravedad de un virus que los dos han sufrido y que ha transformado sus naciones en un gigantesco cementerio. Detrás de EE.UU., Brasil es el segundo país más castigado por la pandemia con casi 280.000 muertos y nueve millones de positivos.

La caída de Trump parece impulsar también el declive de Bolsonaro, aunque coincide en conservar un apreciable apoyo ciudadano. Un 33 % de votantes apostaría de nuevo por él. Su mal es que hace poco más de un año ese porcentaje era el doble, de la misma manera que el aval de los suyos estaba mejor cimentado. A su favor cuenta con el hecho de que el resto de partidos tampoco convence: pese a las decisiones a veces disparatadas del mandatario, ningún otro líder goza del necesario apoyo de las clases influyentes para asegurarse el éxito en una confrontación con Bolsonaro.

Lo que ocurrió el fin de semana es consecuencia de lo que sucedió los siete días anteriores. Oculta durante meses por la crisis sanitaria en Río de Janeiro, Sao Paulo, Bahía o Brasilia, la epidemia reventó en la Amazonia -donde ayer los hospitales registraban dos tercios de ocupación solo con enfermos de covid-19- y reveló la catástrofe humanitaria en su corazón, Manaos. Sin espacio en los centros asistenciales y, sobre todo, sin oxígeno para los pacientes, la región se ha convertido en una zona de guerra vírica, devastada y con índices de mortalidad superiores a los de otras áreas del mundo profundamente afectadas por el virus.

Oxígeno de Venezuela

Como muestra, incluso Venezuela envió de urgencia cinco camiones de oxígeno franqueando las fronteras ideológicas con el Ejecutivo de Brasil y sus gobernadores, y ni siquiera así se evitó la tragedia. La Justicia investiga más de medio centenar de muertes por asfixia y miles de quejas de desasistencia a pacientes en la Amazonia, muchos de ellos fallecidos en sus casas ante la falta de camas médicas.

Brasil ha comenzado la vacunación tarde, con lentitud y problemas de suministro debidos en gran medida a errores en la gestión de las compras con las farmacéuticas. Así que tampoco el deseado suero sirve de rayo de esperanza, La crisis es imparable. Un estudio de un instituto independiente publicado ayer sitúa al país como el que peor ha gestionado la epidemia (Nueva Zelanda ocupa el extremo opuesto).

La Organización Panamericana de la Salud ha calificado de «crítica» la situación y Colombia, Portugal, Turquía, Marruecos y Perú han decidido que a partir de mañana ya no habrá vuelos con el gigante sudamericano. También Alemania reducirá su tráfico aéreo con la intención de evitar la importación de la mutación brasileña.

Y en esa creciente turbia densidad, a Bolsonaro le enfrentaron con la factura del supermercado. Por fortuna, el Ministerio de Defensa justificó el gasto en leche condensada porque tiene un alto «potencial energético» para los soldados y eventualmente «puede ser usada en sustitución de la leche» fresca.