El cinturón naranja de Barcelona recobra su rojo histórico, según el CIS

M. l. Paz REDACCIÓN / LA VOZ

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Inés Arrimadas, este sábado, en Barcelona, acompañada por el diputado Nacho Martín Blanco (izquierda) y la concejala de Cs Mari Luz Guilarte
Inés Arrimadas, este sábado, en Barcelona, acompañada por el diputado Nacho Martín Blanco (izquierda) y la concejala de Cs Mari Luz Guilarte Enric Fontcuberta

Cs, que en el 2017 aunó al voto antiindependentista, cede el testigo al PSC

31 ene 2021 . Actualizado a las 09:46 h.

El PSC de Salvador Illa ganaría las elecciones catalanas del 14 de febrero, y lo haría gracias al cinturón rojo de Barcelona que recuperaría en el mapa su color histórico. Así lo determina el estudio demoscópico del CIS conocido la pasada semana sobre la opinión de los ciudadanos de Cataluña acerca del Gobierno autonómico y su intención de voto de cara a los comicios del 14F.

El ya exministro de Sanidad obtendría la victoria de la convocatoria con entre 30 y 35 escaños, que no le permitirían gobernar en solitario, sino que necesitaría de mucha negociación y diálogo para alcanzar un pacto. El sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas también posibilita interpretar que ese triunfo se produciría en detrimento de Ciudadanos.

Teniendo en cuenta la evolución del PSC en las convocatorias celebradas en el 2015 y en el 2017 y las previsiones del CIS del presente enero, se puede concluir que en las provincias de Tarragona, Lérida y Gerona los socialistas obtuvieron hasta ahora en cada una de ellas uno o dos diputados, mientras que el grueso de sus parlamentarios accedieron a la Cámara autonómica en las listas por la circunscripción de Barcelona, donde lograron siempre más de una decena de escaños. Ahora el CIS le adjudica el doble en esta última, entre 21 y 24 asientos.

¿Cómo se explica este elevado incremento? El PSC siempre se alimentó del voto obrero del cinturón rojo de Barcelona y que por primera vez perdió masivamente, en beneficio de Ciudadanos, en los comicios convocados por Mariano Rajoy en el otoño caliente del 2017 bajo el artículo 155 de la Constitución que permitió la intervención de la autonomía. Entonces, Inés Arrimadas obtuvo en la provincia precisamente 24 asientos, que el CIS reduce a 9-10. Constituye, prácticamente, un intercambio de cromos.

Fue en esa convocatoria cuando Cs logró, además de una participación récord en unas autonómicas catalanas (79,09 %) en las que muchos acudieron movilizados por la inquietud, que las quince localidades más habitadas de la comunidad se decantaran por el partido naranja. Fue el caso, entre otras, de Barcelona, Hospitalet -donde gobernaba y gobierna la socialista Núria Marín- Badalona, Tarrasa, Sabadell, Mataró, Santa Coloma, Cornellá, Sant Boi, Lérida, Tarragona y Reus. Y no solo eso. De los 37 municipios del cinturón rojo de Barcelona, solo dos, Papiol y Palma de Cervelló, se le resistieron. La primera la ganó ERC, y la segunda, JxCat.

El tsunami naranja

Las causas del tsunami naranja fueron la elevada tensión que el independentismo espoleó por las calles tras la aprobación de las leyes de desconexión en septiembre del 2017 y la consiguiente declaración unilateral de la independencia, con la huida del expresidente Carles Puigdemont a Bélgica.

Arrimadas aunó entonces hábilmente el voto antisecesionista. Ciudadanos fue el partido útil frente al PP. El PSC y los comunes jugaron la baza moderada del antiindependentismo. Antes de los comicios del 21 de diciembre, Miquel Iceta habló ya de indultos para los líderes del desafío secesionista. Por otra parte, frente a la propaganda secesionista de que una Cataluña independiente sería más rica y no faltarían los puestos de trabajo, Arrimadas, que logró el hito de ser la primera mujer que ganó unas elecciones en Cataluña, apostó por bajar «la presión fiscal a la comunidad» y por recuperar la seguridad jurídica para las empresas.

A su campaña contra la fractura económica, la líder de Cs le añadió la social y la identitaria. Y ahí es donde se miraron miles de catalanes de origen andaluz, extremeño, leonés o gallego. Se identificaron con ella, de origen andaluz criada en Barcelona y que se expresa en catalán y en castellano. Presumió de ser tan catalana como Puigdemont, pero nacida en Jerez. Sí, de fuera, como miles de electores. Y aprovechó la campaña que los no independentistas realizaron desde Sociedad Civil Catalana -donde convergen los partidos constitucionalistas- para en sus manifestaciones exhibir emblemas de su formación pese a haberse acordado que eran actos unitarios y no partidistas.

Torear al independentismo

Y triunfó, pero sus 36 diputados no lograron sujetarla, y la andaluza, que toreó al independentismo en su momento más álgido, abandonó a sus electores tras repetir y repetir «que los números no daban» para gobernar, y en vez de doblegar al secesionismo cambió el capote por la plaza madrileña. Esa huida explica en parte la debacle de Ciudadanos y el ascenso del PSC, que con Illa al frente asume el relevo del efecto Arrimadas. El cinturón rojo de Barcelona retoma la papeleta socialista, con un político que mal o bien ha demostrado que no le asusta tomar decisiones. Y que incluso se podría beneficiar del votante de izquierdas de otros partidos enfadado con el independentismo por su deriva radical.