Draghi obliga a redefinir la política italiana

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

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Mario Draghi, en rueda de presna tras su reunión con el presidente Mattarella
Mario Draghi, en rueda de presna tras su reunión con el presidente Mattarella YARA NARDI | Reuters

13 feb 2021 . Actualizado a las 10:35 h.

Mario Draghi todavía no ha empezado a gobernar Italia (lo hará, presumiblemente, a partir de la semana que viene, cuando reciba la aprobación de las Cámaras) y ya está transformando la política italiana. Su Gobierno tecnocrático ha cogido por sorpresa y sacudido a todas las fuerzas políticas del país, que se han visto obligadas, con muy pocas excepciones, a darle su beneplácito. Pero, al mismo tiempo, el inminente comienzo de una «Era Draghi» (dure lo que dure, habrá que llamarla así) está obligando a que, en pocos días, los partidos italianos se cuestionen a sí mismos y su papel en el juego político. Porque es evidente que algo estaba funcionando muy mal en el sistema político italiano cuando la única solución factible es recurrir a un tecnócrata para que gestione los fondos europeos contra la pandemia (porque esta es la clave de la cuestión), y los partidos lo saben.

El esfuerzo por cambiar de paso es evidente en todas partes. El Movimiento 5 Estrellas, que ha gobernado primero con la derecha dura y luego con la izquierda, es consciente de haber tocado fondo, y por eso su núcleo fundador, el entorno del cómico Beppe Grillo, ha decidido apoyar a Draghi, aun conscientes de que esto supone el fin de su carrera como movimiento antisistema. Se dice que Grillo pretende ahora reconvertir el M5E en un partido ecologista y pedir su ingreso en el grupo europeo de los Verdes. Se intentaría así poner fin a la indefinición y las constantes incoherencias y bandazos de un partido que se había obligado a sí mismo a decir que no a todo. En la derecha, por lo visto, la Liga de Matteo Salvini también quiere aprovechar su apoyo a Draghi para ganar respetabilidad en Europa y moderarse. La aparición a su derecha de la fuerza ascendente de Hermanos de Italia le ha robado la bandera de la «derecha antisistema» pero le ha dado la oportunidad de reposicionarse más al centro con la esperanza de convertirse en el eje de la política italiana en las próximas elecciones.

También hay rumores de cambio en el Partido Democrático, con el M5E el otro socio importante del Gobierno que Draghi viene a sustituir, pero aquí la cosa es más complicada. Extraño producto de la fusión del antiguo Partido Comunista y su eterno rival la Democracia Cristiana, el PD nació para ser un contrapeso al populismo berlusconiano, y el problema es que nunca ha conseguido ser más que eso. Confuso ideológicamente y campo de vendettas personales constantes, su intento de absorber al M5E coaligándose con él ha fracasado y no ha hecho sino añadir aún más contradicciones a su discurso. Con alguien tan conectado con Bruselas como Draghi en la jefatura del Gobierno, el PD pierde su último capital: el de ser el «interlocutor de la UE» en Italia. Se impone una nueva refundación de un partido que no ha hecho otra cosa que refundarse desde que nació.

Todavía es pronto para hablar de una transformación tan radical como la que ocurrió en 1992 en la política italiana, cuando el sistema heredado de la posguerra saltó por los aires. Pero está claro que muchos ven ya en el paréntesis de Draghi una oportunidad de considerar esa posibilidad.