¿Una burbuja de tecnología verde?

William H. Janeway

ACTUALIDAD

María Pedreda

La clave está en si estallará antes de que se complete la revolución energética

21 mar 2021 . Actualizado a las 10:14 h.

Después de que el valor de las acciones de Tesla se multiplicara por diez entre marzo del 2020 y enero del 2021, el fundador de la compañía, Elon Musk, se ha erigido como la encarnación de la innovación verde. El fenómeno Tesla se ha propagado al resto de la incipiente industria de los vehículos eléctricos, cubriendo de polvo estelar a una serie de nuevas empresas verdes con tecnologías no probadas e ingresos mínimos.

Mientras emprendedores e inversores privados se lanzan a hacer lo que los Gobiernos no han hecho, algunos analistas creen que una «revolución verde» está por llegar. Otros, en cambio, observan el mismo panorama y perciben señales tempranas de una «burbuja de tecnología verde».

El bum de la tecnología verde (o tecnología limpia) es, por cierto, vulnerable. Al igual que ocurrió en su día con la fiebre digital, que resultó en la burbuja de las puntocom a finales de los noventa, este también depende de una fuerza externa que podría desaparecer de repente. En el contexto actual de bajos tipos de interés, el valor de los flujos de efectivo futuros se ha inflado y, en consecuencia, se derrumbará si las tasas de interés llegan a subir.

Desde hace diez años, los bancos centrales han fijado políticas de tipos por debajo de la inflación -que se ha colocado en niveles históricamente bajos-. Como resultado, los rendimientos negativos de los activos considerados seguros han llevado tanto a grandes inversores institucionales como a minoristas a inclinarse por otros de mayor riesgo que ofrecen retornos potencialmente más altos. Vale la pena recordar que justo antes de que el foco se centrase en las acciones del sector de la tecnología verde, los gigantes tecnológicos alcanzaron valoraciones extremadamente altas como parte de una burbuja de unicornios más amplia en los mercados privados, donde inversores poco convencionales pagaban precios elevados por acciones invendibles de las que esperaban fueran las próximas FAANG (Facebook, Apple, Amazon, Netflix, Google).

En cualquier caso, la Reserva Federal de Estados Unidos ha respondido a la crisis del covid-19 con el compromiso de mantener sus tipos cercanos a cero hasta que la economía estadounidense logre «niveles máximos de empleo y una inflación estable en el entorno del 2 % ». Sin embargo, dado el elevado ritmo que está imprimiendo la Administración Biden a la vacunación, todo hace pensar que los mercados de capitales no tardarán en normalizarse.

De modo que la pregunta no es si la burbuja verde va a estallar, sino si estallará antes de que la revolución verde esté afianzada. ¿Se habrá malgastado el capital movilizado por el bum actual o se verá plasmado en las infraestructuras necesarias para transformar la revolución en la nueva normalidad?

Llevar a cabo un cambio radical en la oferta y consumo de energía inevitablemente exigirá lo que solo el Estado puede proveer: una enorme inversión pública y nuevas reglas de conducta (impuestos y regulaciones). Esto lo sabemos a partir de la historia de la revolución digital en la segunda mitad del siglo XX, que examiné en mi libro Doing Capitalism in the Innovation Economy.

En las revoluciones tecnológicas, los actores estatales deben desempeñar el papel principal al principio, estableciendo una misión políticamente legítima (como ganar la Guerra Fría) para justificar un gasto gigantesco en programas de alto riesgo. De la misma manera, es el Estado el que debe financiar la inversión en una etapa inicial en investigación básica cuyos potenciales retornos son demasiado inciertos como para motivar al sector privado. Y, a medida que la tecnología innovadora va madurando, el Estado crea un mercado en el que funciona como el primer cliente, empujando así el lado de la oferta de la economía de innovación.

Especulación productiva

La etapa final comienza cuando los especuladores identifican el potencial transformador de la nueva tecnología y movilizan el capital para financiar las infraestructuras necesarias para su amplio despliegue, y para la exploración darwiniana de aplicaciones adicionales. Así surge una burbuja productiva, impulsada por la promesa de una nueva economía.

Elementos de este patrón se pueden ver en las revoluciones industriales previas. En el siglo que condujo a la Batalla de Waterloo en el 1815, la creciente demanda de armas del ejército británico alimentó las alzas de productividad que convirtieron a Birmingham y a Inglaterra en el taller de la Primera Revolución Industrial.

Hoy, el cambio climático ofrece una misión que es mayor en escala y alcance que la Guerra Fría. Pero la respuesta hasta el momento ha sido radicalmente diferente. Durante años, Estados Unidos estuvo paralizado por la negación de la realidad de los políticos republicanos, una postura contraproducente que culminó con el retiro del expresidente Trump del acuerdo climático de París en el año 2017.

La batalla se libra entre Estados Unidos y China

Frente a la ausencia de EE.UU., China pensó en liderar la revolución verde, financiando el mayor programa del mundo para investigación y desarrollo de tecnología verde, y garantizando su posición dominante en la producción de turbinas eólicas y paneles solares. Pero el liderazgo climático de China está comprometido por su dependencia del carbón y la construcción ininterrumpida de nuevas centrales eléctricas.

El compromiso de Biden, sin embargo, sienta las bases para que el Gobierno complete las piezas que faltan para un giro del país hacia la energía renovable, empezando por la creación de almacenaje de energía a escala de red. También hace falta una mejor gestión de la red para satisfacer una preponderancia de fuentes de energía intermitente; una extensión de esta para reemplazar por electricidad los sistemas generadores de carbono en edificios industriales, comerciales y residenciales; una expansión nacional del acceso a banda ancha; y la reconstrucción de la infraestructura de transporte para incorporar formas de movilidad de menor consumo de carbono (incluidas las estaciones de carga de los vehículos eléctricos).

Al haber sido testigos de la diferencia que marca un liderazgo nacional competente en la distribución de las vacunas, es posible que los votantes norteamericanos den a los demócratas mayorías legislativas aún mayores en las elecciones del 2022. La última vez que esto sucedió fue en el año 1934, cuando los votantes apoyaron calurosamente el Nuevo Trato de Franklin D. Roosevelt. Si luego tiene lugar un Nuevo Trato Verde, el bum de la tecnología verde, burbuja o no, dejará tras de sí un nuevo mundo. 

William H. Janeway, autor de «Doing Capitalism in the Innovation Economy», es socio  especial de la firma de capital privado Warburg Pincus y profesor afiliado de Economía en la Universidad de Cambridge. © Project Syndicate, 2021.