China y Occidente afilan las espadas

María Puerto PEKÍN / E. LA VOZ

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Mujeres de la etnia uigur pasan por delante de policías chinos en la ciudad de Urumqi, en la provincia de Xinjiang
Mujeres de la etnia uigur pasan por delante de policías chinos en la ciudad de Urumqi, en la provincia de Xinjiang DIEGO AZUBEL

Las sanciones en castigo por los abusos contra la minoría musulmana uigur y las represalias de Pekín abren una etapa de confrontación política y económica

27 mar 2021 . Actualizado a las 09:39 h.

Sanciones, amenazas verbales y todo un surtido de desencuentros diplomáticos han llevado las relaciones entre China y Occidente a una dimensión hasta ahora desconocida que incluso ha desempolvado el termino de guerra fría. El detonante han sido las sanciones adoptadas de forma coordinada contra el gigante asiático por las violaciones de los derechos humanos a la minoría uigur en el Xinjiang. La imagen que ha quedado es de dos ejes enfrentados: China y Rusia frente a la alianza occidental integrada por la Unión Europea, el Reino Unido, Estados Unidos, Canadá y Australia. 

¿Cuál es la posición de la Unión Europea?

La Unión Europea ha impuesto las primeras sanciones a China desde la represión de Tiananmen 1989. Ha penalizado a cuatro altos funcionarios involucrados en el internamiento de los uigures y a una entidad paramilitar de Xinjiang. La decisión ha tensado las relaciones con Pekín con una escalada de sanciones y llamadas a consultas de embajadores. Pero sobre todo deja en la cuerda floja la ratificación del acuerdo de inversiones entre la UE y China que se ha estado negociando durante siete largos años.

Hasta ahora los abusos en materia de derechos humanos o laborales no habían sido una pieza clave en la relación con Pekín. Pero la emergencia del gigante asiático, la competitividad de sus empresas y la facilidad que han tenido para penetrar en el mercado europeo, sin tener en cuenta sus vínculos gubernamentales, han levantado las alertas. La UE califica a China de socio, competidor y también rival. A pesar de la coordinación con Washington, los Veintisiete aspira a tener una voz propia con China. 

¿China sobreactúa en su respuesta?

La respuesta china ha sido rápida y contundente doblando los castigos. Pekín sanciona a cuatro instituciones, incluida la subcomisión de derechos humanos del Parlamento Europeo, y veta a diez personas, cinco de ellas europarlamentarios. Ayer mismo, anunció sanciones contra nueve ciudadanos y cuatro entidades del Reino Unido.

El Gobierno de Xi Jinping no ha dudado en disparar contra blancos variados desde políticos alemanes a investigadores suecos. La respuesta de China forma parte de su cultura de «no perder la cara» y en gran parte son gestos dirigidos hacia su propia ciudadanía. Y no hay que olvidar que se producen en un momento de auge del patriotismo cuando el Gobierno se dispone a celebrar el centenario de la fundación del Partido Comunista.

La diplomacia china, junto a los medios de comunicación han salido en tromba acusando a Occidente de injerencias en los asuntos internos de China. Y casi admitiendo de forma tácita la represión en Xinjiang han denunciado que en Occidente tampoco se respetan los derechos humanos. El periódico Global Times en una sola página culpaba a la UE del Holocausto de los judíos, la brecha salarial de género en Luxemburgo o las actitudes racistas de algunos parlamentarios finlandeses. 

¿Se producen daños colaterales?

Los damnificados de la crisis diplomática serán las empresas. La firma sueca H&M y la estadounidense Nike fueron objetivo de los primeros boicots en China por cuestionar el trabajo forzoso en los campos de algodón de Xinjiang. La lista negra ya se ha ampliado a marcas asociadas con Better Cotton Initiative (BCI), un grupo sin fines de lucro que promueve la producción sostenible de algodón y en entre cuyos miembros están Adidas, New Balance, Burberry, Puma y Tommy Hilfiger.

Un serio aviso para todas las empresas extranjeras que pretendan prescindir de los pedidos de Xinjiang. La alemana Hugo Boss y la japonesa Asics ya han optado por protegerse del boicot chino con comunicados en los que se suman a la campaña «Yo apoyo el algodón de Xinjiang». 

¿Tensiones o guerra fría?

Es difícil volver al pasado porque el mundo está mucho más globalizado. Occidente seguirá consumiendo las exportaciones chinas. Mientras que China, aunque quiera rebajar la dependencia exterior, necesita materias primas para mantener su crecimiento.

Pero, al contrario que durante la Guerra Fría en que Rusia era una potencia militar, con pies de barro en desarrollo industrial y tecnológico, China crece como gran potencia en todas las áreas. Por primera vez el país que disputa el liderazgo es un régimen autoritario de éxito. Ha conseguido sacar a la mayor parte de su población de la pobreza, en algunos campos su tecnología es puntera y se compromete contra el cambio climático. Además, está orgulloso de su sistema político y lo reivindica como más eficaz, por ejemplo, para superar la pandemia. La portavoz de Exteriores, Hua Chunying, no duda en repetir que la UE y Estados Unidos son solo 700 millones, no representan el mundo. 

¿Quiénes son los uigures?

Los uigures son una de las minorías de China, un país racialmente muy homogéneo ya que el 91 % de la población son de etnia han. Viven en la región autónoma de Xinjiang, en el noroeste de China, profesan la religión musulmana y hablan un idioma similar al turco. Su cultura, religión y lengua les hace muy cercanos a la población de las repúblicas de Asia Central con las que comparte frontera.

Suman alrededor de unos 12 millones de habitantes y eran la etnia mayoritaria en Xinjiang, hasta que Pekín impulsó hace más de dos décadas la inmigración masiva de chinos hacia la región. En la actualidad no superan el 45 % de la población total. Este proceso ha creado graves fricciones ya que los chinos de etnia han copan los cargos en la administración y tienen los mejores trabajos. 

¿Por qué se acusa de genocidio a China?

Diferentes investigaciones y grupos de derechos humanos han denunciado que alrededor de un millón de uigures están internados en «campos de reeducación» y se les obliga a trabajos forzosos. Los niños son separados de sus progenitores y recluidos en orfanatos. Se han denunciado campañas masivas de esterilización de las mujeres uigures y violaciones en los centros de detención. Paralelamente se ha desarrollado un sistema de monitorización de la población con sistemas de videovigilancia y reconocimiento facial. Se persigue cualquier tipo de expresión cultural o religiosa.

China asegura que todos los informes son falsos. Califica de «campos de educación» a los recintos con torretas de seguridad y protegidos con alambradas. Niega el trabajo esclavo y asegura que las mujeres que han denunciado violaciones son actrices. Defiende que sus políticas están destinadas a erradicar el extremismo religioso y el terrorismo.