La «culpable» del método Estivill se une a su padre para pedir horarios europeos

Javier Becerra
javier becerra REDACCIÓN / LA VOZ

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Carla Estivill y su padre Eduard
Carla Estivill y su padre Eduard Jordi Blancafort

Los doctores Carla y Eduard Estivill se oponen en su nuevo libro a la luz led porque «impide segregar melatonina»

29 mar 2021 . Actualizado a las 17:01 h.

Ella tuvo la culpa. El famoso método Estivill, ese que tantos padres desesperados emplearon para dormir a sus hijos, nació de sus llantos. «Sí, parece que sí, que soy esa -se ríe-. Era muy puñetera. Conmigo tuvieron suficiente, pero mi padre lo aprovechó», dice. Habla la doctora Carla Estivill, hija de Eduard Estivill, el autor de Duérmete niño, un libro que despierta filias y fobias a partes iguales. Nació de sus muchas noches toledanas: «Yo tengo hijos y es muy cansado aguantar noches en vela. Cuando enseñas a dormir a los niños la recompensa es increíble, tanto a nivel de padres como de niños».

Toca pasar página. Ahora la cosa no va de pequeños, sino de adultos. En El método Tokei (Plaza & Janés) Carla se une a su progenitor para hablar del desequilibrio que causa en las personas el mundo moderno y, sobre todo, de cómo evitarlo. «Explicamos la cronobiología, la ciencia que estudia la dependencia de nuestro cuerpo con el tiempo», señala. «Estamos regidos por unos relojes internos que están definidos genéticamente, pero que cada día les tenemos que dar cuerda. Y la cuerda más importante es el ritmo natural de luz y oscuridad, pero también otros hábitos, como los horarios de comida y la actividad física», explica.

Esto choca con el entorno en el que se mueve hoy la gente. «Nos exponemos a una cantidad de luz muy grande que, desde la tarde, deberíamos evitar», señala. Su padre precisa que, además de la cantidad, importa la calidad. «Tenemos una luz que no nos conviene nada, que es una luz de led, fuerte y de color azul. Nos impide segregar la melatonina, que es la sustancia que nos hace dormir», detalla Eduard Estivill.

En ese sentido, Carla Estivill apela a los ciclos que establece la propia naturaleza: «En el libro explicamos que un señor que iba a trabajar al campo a la vuelta, al atardecer, recibía la luz anaranjada. Es la que utiliza nuestro cerebro para saber que hay que bajar el ritmo». Ahora, sin embargo, se producen cotidianamente escenas como ver el teléfono móvil o tabletas digitales en cama. «Eso es terrible -asegura-. Pero no solo la luz bloquea la melatonina, sino que la información de las redes sociales o los correos nos activa mentalmente, lo que nos evita relajarnos para poder dormir bien». 

Rutinas en vacas y personas

Eduard Estivill se define como un «beligerante defensor de los horarios fijos». Sostiene que no se deberían poder cambiar las franjas temporales de trabajo en las empresas. «Está el ejemplo de las vacas. Están acostumbradas a que las ordeñen a un ahora determinada. Si lo cambias de un día para otro, las mareas. A los humanos nos pasan lo mismo», argumenta. Y lo trasladaba a una cuestión cultural, que perjudica a los españoles: «Tenemos que dejar de ser los más pringados de Europa. Somos los que nos vamos más tarde a dormir y, sin embargo, nos levantamos temprano. Por eso reivindicamos que nos hagan un horario más europeo. Cenamos a las nueve de la noche y nos dormimos a las doce o la una. Pero, en cambio, nos levantamos a la misma hora que los europeos».

«Esto es un tema político. No de color político, ojo -precisa-. Hemos estado en muchas comisiones y siempre nos dicen que tenemos mucha razón y que lo van a hacer. Pero nada. Hasta que alguien no decida, por ejemplo, que el colegio empiece a las 7.30 horas y a termine a las tres. O que los horarios laborables concluyan a las seis para que la gente pueda estar a las siete cenando. Hasta que no hagan eso los españoles estaremos en desventaja».

Con ese objetivo en mente, rodeados de tecnología y residiendo en un país latino, surge la pregunta: ¿A qué hora sería razonable apartar el móvil y no volver a usarlo, bajando la intensidad de luz en la casa? «Iría más atrás, cenando antes de las ocho, un horario europeo», expone Carla. «A partir de ahí, queda noche. Entendemos que podemos estar conectados un poco a las redes sociales, hacer algo de ocio y estar con la familia. Pero dos horas antes de ir a dormir deberíamos evitar la exposición a la luz de las pantallas».

¿Incluida la televisión? «Antes la dejábamos, porque estábamos alejados y así no es perjudicial. Pero la tecnología está avanzando, las smart-tv se fabrican con pantallas led y volvemos a exponernos a esta luz. Es más económica y duradera pero, a nivel de salud, no se ha tenido en cuenta los efectos. Emiten mucha luz azul y esa es muy perjudicial».