Beriain y Fraile soportaron tres horas de tiroteo antes de ser asesinados
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Fue una larga batalla entre la patrulla en la que iban y los yihadistas
02 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Los disparos partieron por la mitad al «convoy mixto» de dos camionetas pick up, de las que llevan la parte trasera descubierta, y una docena de motos. Atrás quedó el segundo vehículo, en el que viajaban los dos periodistas españoles, David Beriain y Roberto Fraile, junto a dos cooperantes de Chengeta Wildlife Foundation, Rory Young y Greg, cuyo apellido no ha trascendido. Frente a ellos, el fuego de las ametralladoras PKM, que descargan unas 650 balas por minuto. Eran las nueve de la noche. La «patrulla conjunta contra la caza furtiva» se había internado en el bosque del este de Burkina Faso. Los «occidentales», como denominan en África a los europeos (además de los dos españoles, las nacionalidades eran irlandesa y suiza) corrieron hacia los bosques a refugiarse. Al menos los españoles van desarmados, y solo pueden cubrirse ante el ataque. «David era totalmente antiarmas», describe Jorge Benezra, uno de sus productores en zonas de conflicto.
«Nos topamos con un campamento terrorista», le aseguró un soldado superviviente a la reportera francesa Sophie Douce, que logró entrevistarle cuando se recuperaba de sus heridas. Bandera negra, lema en árabe y motos, describe este guardia, que había sido entrenado por la oenegé durante seis meses. Atrapada, la unidad contraatacó pero fue rodeada por los motoristas, que superaban en número a los 30 efectivos del contingente en el que estaban empotrados Beriain y Fraile. «Los periodistas españoles en todo momento tuvieron la máxima prudencia en su actuación, más allá de la asunción de los riesgos inherentes a su profesión», mantiene una fuente del Ministerio de Defensa. «Prueba de ello es que acompañaban a una unidad burkinesa dedicada a la lucha contra la caza furtiva».
La batalla duró «tres horas», según este testigo, la única voz que ha surgido entre las especulaciones y las escuetas versiones oficiales. «Las fuerzas burkinesas estaban preparadas y trataron de repeler la agresión», confirma la fuente de Defensa. «En un primer momento lo consiguieron, pero después se vieron superadas por la potencia de fuego de los atacantes».
El Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM) se atribuyó el atentado, lo que «no es suficiente» explicación, dijo la ministra Margarita Robles.
Internada en un bosque
Mientras proseguía el enfrentamiento, Beriain y Fraile se internaron en el bosque y no pudieron unirse a la posterior retirada de la patrulla, que también tenía las soviéticas PKM incrustadas en la trasera de la pick up, cuando la estrategia de los terroristas, de aislar ambos vehículos, funcionó. Se apropiaron de uno, el segundo, del que se habían bajado los europeos, y en el que iban unos pocos escoltas. De ellos, uno murió también.
Cuando empezó el ataque, la patrulla burkinesa alertó a su base que era imposible repelerlo por sus propios medios, dice el testigo según lo publicado en Ouest-France. «Nos prometieron tanques que nunca llegaron», denuncia el soldado, que pidió a Douce que mantuviera el anonimato por temor a represalias. «Los atacantes no fueron traficantes ni cazadores furtivos», alerta la fuente de Defensa. «La capacidad de fuego y los medios utilizados en el combate llevan a concluir, en una primera evaluación, que formaban parte de uno de los grupos yihadistas.
Las víctimas fueron ejecutadas con disparos a quemarropa en el pecho
Se desconoce cuánto tiempo pudieron pasar desapercibidos Beriain, Fraile y Young, que además de director de la Chengeta Wildlife se presenta en los vídeos de redes sociales, acampando con los hombres que entrena, rodeado tras los excrementos de los grandes mamíferos. Según el comunicado de la oenegé Young «lideraba una patrulla de protección de la vida silvestre en el Parque Nacional Arly» en el momento del ataque. Los tres fueron ejecutados a quemarropa en el pecho. Greg sí logró sobrevivir.
Un dato que llama la atención a los expertos es que los asesinos no les robaron. Dejaron junto a sus cuerpos —según testimonio gráfico— un dron, al menos ocho móviles y un teléfono satelital. Los «detalles adicionales» que exige el Gobierno español al de Burkina Faso quizás se conozcan algún día.
Beriain y Fraile formaban parte de una patrulla «mixta» con tropas del país africano, la Unión Europea y miembros de oenegé Chengeta Wildlife, una organización con sede en Bélgica, Reino Unido y EE UU. que cuenta con financiación de la UE. Miembros de la oenegé siguieron durante seis meses las huellas de los elefantes y se enfrentaron a los grupos irregulares que se esconden en la región africana del Sahel. El programa, al que estaba adscrita esta incursión, comenzó a operar el año pasado, con una asociación entre el ejército de Burkina Faso, la Unión Europea y varias oenegés, además de Chengeta Wildlife.
ALFONSO ARMADA PRESIDENTE DE REPORTEROS SIN FRONTERAS EN ESPAÑA
«David Beriain deja un legado de integridad profesional y dignidad»
guillermo redondo
Contar historias es una extraña pasión que, según el presidente de Reporteros Sin Fronteras en España, Alfonso Armada (Vigo, 1958), puede llegar a ser una adicción y convertirse en un oficio cada vez más peligroso.
—¿Qué lleva a un periodista a ponerse frente al peligro?
—Cuando te gusta el periodismo lo que quieres es contar las cosas de la mejor manera posible y la única forma es yendo a los sitios, siendo testigo presencial y usando los cinco sentidos.
—Beriain dijo que «cuando estás enfrente de un asesino te gustaría sentir una distancia sideral». ¿Qué siente un profesional en una zona de conflicto?
—Depende de la intensidad de lo que estás viendo en ese momento. Sientes miedo a que te alcance un proyectil, una bomba, a que algún guerrillero o miliciano que vaya sobrecargado de drogas o alcohol se le vaya la mano, se le escape el gatillo, te dé un golpe, pero todo ello forma parte del paisaje.
—¿Qué ejemplo dejan Beriain y Fraile?
—El ejemplo de periodistas a los que les gustaba ir a los sitios. No importaba lo lejos que fuera, lo difícil que fuera acceder, las conexiones a establecer. Conocía bastante a David, sé que era muy meticuloso cuando preparaba los viajes. Buscaba el mayor grado de seguridad, pero sabes que en estos lugares hay un grado de incertidumbre y peligro que es imposible de prever. Creo que dejan un legado de integridad profesional, de dignidad, de recorrer los kilómetros necesarios para contar una buena historia. Y dedicarle tiempo. Se sumergían en las historias y dedicaban tiempo, que es una gran lacra del periodismo contemporáneo, no dar tiempo a las historias. Publicar con demasiada velocidad.
—¿Qué historia o recuerdo tiene de David?
—Una pasión contagiosa. Era un tipo con una capacidad de entusiasmarse y de contagiar ese entusiasmo a quien se le pusiera por delante. Era muy extrovertido, muy cálido, abrazaba de verdad con fuerza, te miraba a los ojos. Era un auténtico predicador del buen periodismo. Ir, ver, escuchar, comprobar y contar.
—¿Es más peligroso ser periodista hoy que cuando usted ejercía hace 20 años de enviado especial?
—Sí. Es más peligroso porque, aunque en Bosnia ya empezaban a poner precio a tu cabeza, esto se ha ido descomponiendo más, sobre todo en la guerra de Siria, donde en las zonas que combatían a Al Asad, la caza al periodista se convirtió en parte del negocio de la guerra, muchas veces para matarles directamente. Ha habido secuestros en el Sahel, en Colombia... El desprecio al periodista tiene varias facetas. En lugares como México, la muerte de periodistas se ha convertido en costumbre. También han influido discursos tan deplorables como los del expresidente Donald Trump, cuando nos tachaba de enemigos del pueblo. Unas ideas que también imitan Orban en Hungría, Putin en Rusia o Xi Jinping en China. Países en donde al periodismo se le desprecia, se le encarcela y se le silencia.