El epicentro de las protestas en Colombia: «En Cali ya no aguantamos más»

héctor estepa CALI / E. LA VOZ

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Primera línea de las protestas en Cali (Colombia)
Primera línea de las protestas en Cali (Colombia) Héctor Estepa

Puerto Resistencia es el corazón de la ciudad más combativa contra el Gobierno de Iván Duque

17 may 2021 . Actualizado a las 08:39 h.

En la barricada hay un vigía, que observa el horizonte a través de unos prismáticos de largo alcance. El joven, sentado en unas barreras de plástico naranja, las que se usan para delimitar zonas de obra, se pone en alerta al escuchar un helicóptero de la fuerza pública colombiana. El aparato vuela bajo. Monitoriza lo que está pasando sobre el terreno.

«Esto es así todos los días», dice otro manifestante. Su voz atraviesa una máscara de gas y el metal caliente del escudo rectangular que lleva en las manos, improvisado con una señal de tráfico. «Repele las piedras, pero no las balas que nos da la policía», lamenta. El muchacho es primera línea de defensa de Puerto Resistencia, el corazón en la convulsa Cali de las protestas antigubernamentales, que este domingo llegaron a su jornada 19 con nuevas convocatorias de marchas.

El lugar no ha sido conocido así siempre. Decenas de jóvenes se han atrincherado en una de las intersecciones del barrio popular de Puerto Rellena, llamado así por las famosas morcillas que se elaboran en la zona, y han cambiado su nombre por uno más combativo tras el estallido de las protestas.

Levantar barricadas

La mayoría son de estratos bajos. Muchachos de escasos recursos, que han crecido rodeados de delincuencia, y denuncian no haber tenido oportunidades. Algunos se concentraban en la zona, el pasado 28 de abril, cuando la policía llegó y mató por disparos a dos menores, Marcelo Agredo, de 17 años, y Jeirson García, de 13. Fue entonces cuando decidieron levantar las barricadas.

«A la policía le guardo un pequeño mensaje. Que sepan que, en estos lugares, sin que ellos lo sepan, puede haber un hijo, un sobrino, o un hermano de ellos, que quiere cambiar Colombia. La orden de disparar puede venir desde arriba. Pero cada persona decide disparar el arma. No se dispara automáticamente. Entonces, deben ser conscientes y respetar la vida humana», reclama uno de los jóvenes. Las protestas han dejado hasta ahora en toda Colombia 42 muertos, según el Gobierno, entre ellos un oficial de policía en Bogotá.

En Puerto Rellena había una pequeña estación de policía, en medio de un parque, que fue quemada durante las protestas. Ahora es una librería que lleva el nombre del asesinado Agredo. Los jóvenes piden desde allí una vida mejor. «En los barrios marginales de Cali hay tanta delincuencia porque no hay muchas oportunidades de trabajo. Para entrar a una empresa, necesitas experiencia, pero ¿cómo vas a tenerla si no has estudiado? Yo busqué estudiar muchas veces, y no pude, porque lamentablemente el estudio es caro, y si no tienes plata, no estudias», dice otro de los manifestantes, ataviado con un gorro de pesca y un pañuelo que le cubre la cara.

La pandemia y sus efectos

La pandemia ha exacerbado los problemas económicos de los más humildes, arrojando a 3,5 millones de personas a los índices de pobreza, según el International Crisis Group. «Quiero una Colombia que no tenga necesidades y donde la gente pueda salir a la calle, tranquila, en cualquier lado. Es inaudito que por un plato de comida haya quien tiene que salir a la calle a matar a alguien. Porque es que la delincuencia surge de la necesidad de comer. En los barrios donde no hay recursos, los muchachos salen a rebuscárselos de una u otra manera, y es ahí donde surge la delincuencia. Ya no aguantamos más», se queja otro primera línea de Puerto Resistencia, cubierto por grandes gafas de plástico.

«A nosotros nos afecta mucho la violencia. A los que nos atacan por plantarnos aquí no, porque viven en cunas de oro. Y duele, ver cómo la juventud se está perdiendo en la violencia y las drogas», añade el joven del gorro de pesca.

En Puerto Resistencia huele a basura quemada. Darle «candela» a los desperdicios es la única forma de deshacerse de ellos. Ese olor se mezcla con el de la comida que se prepara en las ollas comunales, con alimentos donados por los vecinos. Algunos de los jóvenes no se habían alimentado con tanta comida nunca. Hay también un puesto médico, llevado por voluntarios, muchos de ellos sin experiencia previa.

«Nosotros estamos dispuestos a luchar hasta que el pueblo diga que no más. Gracias a ellos seguimos aquí. Son los que nos traen los víveres, y no dan moral. Mientras la ciudadanía nos siga apoyando, continuaremos en la lucha», asegura otro manifestante, cubierto con capucha, mientras cae la noche en el nuevo Puerto Resistencia.