Científicos españoles hallan en el centro de la galaxia una molécula clave para el origen de la vida

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Imagen del centro de la galaxia obtenida con el telescopio espacial Spitzer, donde se pueden ver zonas de nubes moleculares, entre ellas, la nube en la que se ha descubierto la etanolamina
Imagen del centro de la galaxia obtenida con el telescopio espacial Spitzer, donde se pueden ver zonas de nubes moleculares, entre ellas, la nube en la que se ha descubierto la etanolamina JPLNASA

Investigadores del CSIC han detectado por primera vez en el espacio una molécula que contiene oxígeno, carbono, hidrógeno y nitrógeno

25 may 2021 . Actualizado a las 09:19 h.

Parece más que probable que haya que esperar varias décadas para poder confirmar de manera directa la existencia de vida fuera de la Tierra. Es posible incluso que pasen siglos o que nunca se llegue a observar. Pero esto no quiere decir, ni mucho menos, que estemos solos en el Universo. Cada vez hay más evidencia que apunta a que el proceso que dio como resultado la vida en nuestro planeta puede ser habitual en el cosmos.

La ciencia todavía sigue investigando cómo surgió exactamente el primer ser vivo en la Tierra primitiva, pero la tesis más respaldada sostiene que todo comenzó con una molécula. «Moléculas simples se fueron combinando hasta formar otras más complejas que empezaron a desarrollar procesos relevantes como el almacenamiento de información genética y la transferencia de energía», explica Víctor M. Rivilla, investigador del centro de Astrobiología del CSIC.

Rivilla lidera el grupo de científicos españoles que acaba de protagonizar un descubrimiento histórico en el campo de la astrobiología al encontrar etanolamina, uno de los ingredientes principales que la naturaleza utilizó para cocinar la vida. «Se trata de la molécula más compleja que se ha detectado en el espacio. Contiene cuatro elementos fundamentales como son el oxígeno, carbono, hidrógeno y nitrógeno. Aunque más importante todavía es que forma parte de la cabeza de un tipo de fosfolípidos que producen las membranas celulares que permiten que dentro de una célula tengan lugar los procesos metabólicos. Es decir, sin membrana la célula no sería un sistema cerrado y no se habría podido producir la vida», subraya. 

La preciada molécula se ha localizado cerca del centro galáctico usando tecnología española: el radiotelescopio IRAM del Observatorio Pico Veleta de Granada y el radiotelescopio del Observatorio de Yebes, en Guadalajara. «Lo que hemos hecho es detectar las señales que estas moléculas liberan mientras giran y vibran. El movimiento emite una señal a una determinada frecuencia que nos proporciona una especie de huella dactilar sobre el tipo de molécula y que podemos registrar con los radiotelescopios», explica el autor principal de este descubrimiento que se ha publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

Este hallazgo refuerza, además, la idea de que las piezas que se usaron para fabricar la vida llegaron del espacio para ponerse a disposición de la química que originó los primeros seres vivos. «Sabemos que un amplio repertorio de moléculas prebióticas podrían haber llegado a la Tierra primitiva a través del bombardeo de cometas y meteoritos», sostiene Izaskun Jiménez-Serra, coautora del estudio. «Estimamos que alrededor de mil billones (1.000.000.000.000.000) de litros de etanolamina habrían sido transferidos a la Tierra primitiva mediante impactos meteoríticos. Esto equivale al volumen total del lago Victoria, el más grande de África por área», añade Jiménez-Serra.

Si los componentes más importantes sobre las que se forjó la vida en la Tierra procedieron del universo, no parece entonces que nuestro planeta sea tan especial. «El hecho de que veamos ingredientes básicos en el medio interestelar sugiere que el material esencial para la bioquímica se encuentra ahí fuera. Por tanto, de la misma forma que ha surgido en nuestro planeta puede haberlo hecho en otro cualquiera», concluye Rivilla.

La vida puede resultar, después de todo, un fenómeno de lo más habitual. Así que de la misma forma que abandonamos el geocentrismo primero y el heliocentrismo después, hoy la evidencia científica demanda dejar atrás el antropocentrismo.