Costa trata de eludir la creciente presión para que reforme el Gobierno portugués

Begoña Íñiguez LISBOA / CORRESPONSAL

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El primer ministro portugués, António Costa
El primer ministro portugués, António Costa JOHANNA GERONPOOL

La opinión pública cuestiona a un Ejecutivo muy desgastado por la gestión de la pandemia

07 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

A dos meses y medio de las elecciones municipales del próximo 26 de septiembre, y justo en el ecuador de la legislatura, aumentan las voces, dentro y fuera del Partido Socialista, que piden a su secretario general y primer ministro, António Costa, que efectúe ya una remodelación del Gobierno portugués.

¿Cuál es el motivo para que estos posibles cambios en carteras destacadas del Ejecutivo de Costa sean el tema estrella de los debates radiofónicos, televisivos y en los artículos de opinión de la prensa lusa?

La razón fundamental es el papel preponderante del primer ministro, quien tiene que apagar constantemente los fuegos de algunos de sus ministros más cuestionados por la opinión pública, como el de Administración Interna, Eduardo Cabrita; la de Justicia, Francisca Van Dunem; la de Sanidad, Marta Temido; o el de Medio Ambiente, João Pedro Matos Fernandes.

A esto hay que añadir el gran desgaste que sufre el Gobierno portugués por los muchos años en funciones políticas que acumulan algunos de los ministros, además del propio Costa, la complicada gestión de la pandemia, sobre todo en la tercera ola, la más letal, que obligó a un segundo confinamiento en todo el país, entre enero y abril pasado. Ese deterioro se palpa, más si cabe, en esta cuarta ola, que ha obligado a António Costa a volver a imponer el toque de queda diario en 45 municipios, además de cerrar perimetralmente la región de Lisboa los fines de semana.

Costa oculta sus cartas

Cuestionado sobre esos cambios, António Costa, a quien no le gustan las remodelaciones e intenta siempre mantener a sus colaboradores más próximos, los niega tajantemente. Lo hizo en una reciente entrevista al diario portugués Público. «No tengo previsto en un horizonte próximo cambios en el Gobierno» afirmó Costa, añadiendo: «La política requiere mucha persistencia, trabajo y paciencia, mucho más en unos tiempos tan difíciles como los de la pandemia, por eso defiendo el trabajo de todos mis ministros».

Con esas declaraciones, el jefe del Gobierno luso quiso zanjar, sin éxito, los rumores del cese inminente del titular de Administración Interna, Eduardo Cabrita, el más polémico y menos popular del Ejecutivo, por ser incapaz de controlar los botellones nocturnos en el centro de Lisboa, los festejos del Sporting de Lisboa por el título de la liga nacional de fútbol, y las reuniones multitudinarias de hinchas ingleses en Oporto, en la final de la liga de campeones. La puntilla llegó hace unos días, cuando el chófer de Cabrita atropelló con el coche oficial, a más de 200 kilómetros hora y viajando en el interior el ministro, a un trabajador de la autopista, que perdió la vida en el suceso.

Cabrita se niega a dimitir y Costa mantiene, por el momento, a su gran amigo y compañero de partido desde hace décadas. Todos los partidos de la oposición, a la izquierda y a la derecha del PS, han pedido su cese. Para Rui Rio, el líder de la oposición y presidente del centrista PSD, «el Gobierno de Costa está desorientado, sin rumbo y necesita un cambio ministerial urgente».