Paso histórico del BCE: eleva la meta de inflación para capear mejor la crisis

Mercedes Mora REDACCIÓN / LA VOZ

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Kai Pfaffenbach | Reuters

Fija el objetivo en el 2 % y deja la puerta abierta a superarlo temporalmente

08 jul 2021 . Actualizado a las 18:52 h.

En el cuartel general del Banco Central Europeo (BCE), en Fráncfort, las cosas van despacio. Tanto como en palacio. Lleva el guardián del euro más de 20 años con el mismo mandato: la estabilidad de los precios. Esto es, que la inflación no se desboque. Con el mismo objetivo sobre la mesa: «Por debajo, pero cerca del 2 %». Hace año y medio dijo que revisaría su estrategia. Y ayer, por fin, desveló la incógnita. Ha tardado, sí. Pero ha dado un paso histórico. Ahora tiene una meta nueva: el 2 %. Pero «flexible». Traducido: que podrá ser rebasado cuando sea necesario -«durante un período transitorio», eso sí-, sin que eso suponga que el BCE tenga que actuar de inmediato cuando eso ocurra subiendo los tipos de interés o retirando apresuradamente los estímulos.

A alguien no familiarizado con esto de la política monetaria le puede parecer una nimiedad. Pero no lo es. Primero, porque supone una nueva victoria del sector más moderado que habita en el seno de la institución -las llamadas palomas- frente a los defensores a ultranza de la ortodoxia -los halcones, mucho más sueltos a la hora de apretar el gatillo de la subida de tipos-; y segundo, porque le otorga al BCE más cintura para enfrentarse a la crisis. Sobre todo ahora que los precios de la energía y las materias primas andan disparados y una nueva ola de coronavirus amenaza con hacer descarrilar el tren de la ansiada recuperación. Sin la red de seguridad que han desplegado los bancos centrales para mantener en pie sus economías en medio de la grave crisis sanitaria, difícil -por no decir imposible- se antoja la salida del túnel.

A efectos prácticos, ese adjetivo, flexible, le permitirá al BCE mantener los estímulos: fundamentalmente la compra masiva de deuda a través del fondo de emergencia dotado con 1,85 billones de euros y que continuará al menos hasta el final de marzo del 2022 «y, en todo caso, hasta que considere que la fase de crisis del coronavirus ha terminado». Es su principal arma para combatir la crisis. Ahora los halcones tienen más difícil eso de presionar para la retirada.

En resumidas cuentas, que en el BCE tienen más miedo ahora mismo a convertirse en un estorbo para la recuperación -como sucedió en la anterior crisis, con Jean Claude Trichet a los mandos de la institución y sus inoportunas subidas de tipos- que a la inflación.

Atención a la vivienda

La nueva estrategia del BCE, que, según su presidenta, Christine Lagarde, se ha acordado por unanimidad, refleja también un cambio importante en la visión del BCE sobre los precios de la vivienda. Tanto es así que la institución recomienda la inclusión de la vivienda en régimen de propiedad en la elaboración de los indicadores de IPC. La idea es que reflejen el impacto de la evolución del mercado inmobiliario en el bolsillo de los ciudadanos. «Representarían mejor la inflación relevante para los hogares», argumenta el Eurobanco. Además, el BCE se compromete a «incluir consideraciones sobre el cambio climático en las operaciones de política monetaria». Que es tanto como decir que no comprarán bonos de las empresas más contaminantes. Para justificarlo, alega que el cambio climático puede afectar al valor y el perfil de riesgo de los activos que engordan en su balance, «lo que podría conducir a una acumulación indeseable de riesgos financieros relacionados con el clima».

Con todo, el BCE sigue los pasos de la Reserva Federal (Fed), que hace ya casi un año anunció que flexibilizaba su objetivo de inflación del 2 % tras 41 años inalterado.