«Con la bulimia, me obsesioné y el fútbol se convirtió en una cárcel»

Antía Cuadrado VIGO

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Tuvo que abandonar el deporte en su mejor momento y no piensa en volver

28 jul 2021 . Actualizado a las 18:55 h.

Nerea Besada (Tomiño, 2001) empezó a jugar al fútbol en el Tomiño FC. en plena etapa adolescente, cuando los miedos, las comparaciones y la importancia por la imagen física está más presente. Entrenar era para ella una forma de escapar de la realidad, en el campo podía refugiarse y desahogar sus frustraciones. Sin embargo, terminó dejando el deporte que le apasionaba, tras una larga lucha contra la bulimia. Su imagen física se convirtió en una obsesión que le impidió vivir con normalidad. El proceso bulímico empezó progresivamente, vomitaba de forma esporádica, tras darse atracones de comida, poco a poco fue a más. El fútbol pasó de ser un disfrute a convertirse en un infierno, debido a su baja forma física. Ahora, a sus 20 años, Nerea Besada es capaz de hablar sobre su eterna batalla contra la bulimia, de la que pensó que no conseguiría salir nunca.

— ¿Cuándo empezó a jugar al fútbol?

— Empecé a jugar al fútbol en 3º de la ESO. Desde pequeña practiqué todo tipo de deportes, menos fútbol, que me negaba a probarlo. Sin embargo, cuando tenía 15 o 16 años, unas amigas empezaron a jugar y me metí yo también. Además, mi padre siempre quiso tener un hijo varón con el que jugar al fútbol y mi hermano pequeño odiaba hacer deporte, con lo cual, supongo que el hecho de querer contentarle también influyó en mi decisión. Empecé por pura casualidad y acabé jugando en el Tomiño F.C. de delantera y se convirtió en una pasión. Estuve un total de tres años y medio. La última temporada la dejé a medias porque fue mi peor momento con la bulimia, que coincidió con segundo de bachillerato y la selectividad, fue un horror.

—¿En qué momento fue consciente de que sufría bulimia?

— Siempre supe que tenía una enfermedad, aunque lo negase. Empecé sobre los 15 años, antes de jugar al fútbol. Hice la típica tontería adolescente de navegar en las redes sociales... y encontré un blog, que se llamaba Ana y Mia (así le llaman a la anorexia y a la bulimia). Empecé a leer lo que la gente comentaba —escriben barbaridades, como consejos para vomitar o para dejar de comer—, y acabé leyendo de más.

—¿Cuándo empezó el transtorno?

—No sé decir fechas, fue un momento tan duro que tengo muchas lagunas, mi mente borró muchos detalles de esa época. Lo que sí sé es que vomité por primera vez al día siguiente de leer el blog de Internet. Me di un atracón y me sentí culpable, así que me forcé a vomitar. Fue una experiencia muy desagradable y me juré que no lo volvería a hacer, pero no fue así.

Al principio era muy esporádico. Luego, se hizo más frecuente y me ahí dí cuenta de que tenía que parar. Durante casi un año me recuperé pero volví a recaer, porque no me veía físicamente bien. Entré en un bucle del que no era capaz de salir. Vomitaba casi 6 o 7 veces al día, hasta cuando estaba fuera de casa. Llegó un punto en el que no era capaz de comer sin vomitar. Entré en depresión, no quería salir de mi casa ni ver a nadie, me quitaba las ganas vivir. Además, quise ocultárselo a mi novio, a mis amigos, mis padres y al equipo de fútbol. Me daba vergüenza contarlo.

— ¿Cómo afectó la bulimia a la hora de jugar al fútbol?

— En mi tercera temporada jugando en el Tomiño, mi padre se lo contó a mi entrenador. Él ya se lo esperaba al notar mi desgaste físico en el campo. Se implicó muchísimo, siempre tuve mucho apoyo por su parte, incluso cuando dejé el equipo.

La bulimia truncó mi mejor momento en el fútbol. Salía de titular en los partidos y me esforzaba al máximo pero empecé a empeorar. Estaba cada vez más cansada, perdí mucha masa muscular, no tenía ni fuerza física ni resistencia, lo que empeoró mi rendimiento.

— ¿Cómo se sentía al verse así de mal en el campo?

— El desgaste era tremendo, me sentía muy frustrada. Al jugar los partidos, tenía que pedir el cambio a los 10 minutos de empezar porque no podía seguir. Además, al tener depresión, no tenía fuerza de voluntad para seguir yendo a entrenar. Para mí el fútbol siempre fue una vía de escape, me ayudaba muchísimo a despejarme y a olvidarme de las cosas. Pero dejé de querer ir y terminé abandonando el deporte al completo. Al principio no me costó porque estaba muy enferma y no era capaz de pensar en frío. A día de hoy lo echo mucho de menos, aunque sepa que en ese momento era la mejor decisión. Escapé un poco, además coincidió que me vine a estudiar la carrera a Vigo y fue la excusa perfecta para abandonar el fútbol.

— ¿Cómo salió de la enfermedad?

— Una persona con bulimia nunca va a estar recuperada, jamás. De hecho, se le llama bulímica recuperada. Es algo que deja mucha huella en ti, nunca olvidas esa etapa de tu vida y te sigue afectando aunque estés mejor. En diciembre del 2019, a fin de año, me propuse dejarlo. Me duró exactamente dos días. Fui a vomitar después de comer y empecé a sangrar por la boca. El ácido del vómito me había hecho daño en la lengua y en la garganta. Ahí decidí que era el momento de contárselo a mis padres. Se implicaron muchísimo y me llevaron a urgencias para que me evaluasen.

— ¿Pidió ayuda?

— Nunca la pedí, pero cuando se lo conté a mis padres estuvieron muy encima de mí y dejé que me ayudasen. Empecé a ir a varios profesionales pero siempre acababa dejando la terapia. Me hacían seguimientos a diario, les enviaba mis comidas y me pesaban cada poco tiempo. También me metí en una asociación, ABAP (Asociación de Bulimia y Anorexia de Pontevedra), allí me preguntaban cómo estaba, si había vomitado, cuantas veces lo había hecho… yo les mentía casi siempre por miedo a lo que pensasen mis padres.

Estaba claro que dependía de mí dejar de recaer y fue un proceso muy lento, que duró muchos años. Ahora llevo un año con antidepresivos que me han ayudado a controlar mis impulsos bulímicos y mi estado anímico. Me siento mucho más sana y fuerte.

— ¿Volvió a practicar deporte?

— Voy al gimnasio desde que dejé el fútbol. La verdad, no soy constante, voy por épocas, porque ya no me permito obsesionarme ni forzarme a practicar deporte. Antes, para adelgazar me obsesioné con entrenar, jugar al futbol se convirtió en una cárcel aunque me gustase. No sé si en un futuro volveré a jugar al fútbol, lo que sí sé es que ahora lo que prima es cuidarme, física y mentalmente.

— ¿Qué cree que le enseñó tener bulimia?

— Mi vida cambió por completo. Aprendí a ser más fuerte que la bulimia, a bloquear en mi cabeza los pensamientos intrusivos con la comida. Salir de algo que me parecía tan imposible, me enorgullece. Aprendí que cuando realmente nace de ti el querer conseguirlo, acabas haciéndolo. Ahora sé quererme de verdad.