Xurxo Torres: «En redes sociales somos propagadores exponenciales de bulos, sin frenos»

Javier Becerra
javier becerra REDACCIÓN / LA VOZ

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Xurxo Torres
Xurxo Torres .

Ha participado en una investigación sobre «fake news» en la pandemia en colaboración con la Universidad Complutense

27 ago 2021 . Actualizado a las 17:59 h.

Cómo nace el bulo, cómo vive y cómo no llega a morir. Eso es lo que investigó el Proyecto Culebras, llevado a cabo por la consultora Torres y Carrera y la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense. Recientemente, ha sido galardonado con un Golden World Awards 2021 de la Asociación Internacional de Relaciones Públicas (IPRA), que reconoce el trabajo. El vigués Xurxo Torres es uno de los participantes del proyecto que nació en plena pandemia, al ver «la proliferación de bulos que se estaba generando con la salida del primer confinamiento y la mezcla con el hartazgo y enfado de la población».

-¿Qué ocurría ahí de especial en el mundo de los bulos?

-Esta situación era nueva y se sumaba a una generalización del bulo. Venían de la campaña de Hillary Clinton y Donald Trump en 2016. Según todos los especialistas ahí es cuando se implantan las fake news en la comunicación institucional. Hasta el 2020 se observaba un incremento del bulo, pero dentro de ese marco. ¿Qué sucede en junio? Que en España confluyen elementos sanitarios, políticos y económicos que generó un clima de muy poca verosimilitud, especialmente en redes sociales.

-¿Qué hicieron ustedes?

-Introdujimos cuatro bulos que no fueran destructivos, para no crispar más el ambiente. Dijimos que una actriz española entraba en la nueva saga de Spiderman, que el español era la nueva lengua del pop gracias el reguetón, que un chimpancé jugaba con adolescentes el Fornite y hablamos de tecnologías para controlar la mente de los empleados. Buscamos fuentes cercanas a lo que indicábamos e influencers interesados en participar en el experimento. Finalmente, dividimos aquellos bulos que necesitaban una inyección económica, no superior a los 100 euros, y los que funcionaban por vía orgánica. Los cuatro bulos funcionaron espectacularmente.

-¿Fueron desmentidos?

-No, en ningún momento pasó. Nadie denunció la falsedad de lo que se decía. En septiembre explicamos lo que habíamos hecho y que se trataba de un experimento social.

-¿Es algo imparable? ¿Qué conclusiones sacaron?

-Que es relativamente fácil mentir en redes sociales. Por mucho que las plataformas trabajen en ello, no hay un sistema de control. También comprobamos que el deseo nubla la razón. El usuario de redes quiere creer lo que está leyendo, más allá de que sea cierto o no. Y lo quiere compartir. Además, hay algo cómodo en compartir un contenido sin parar a pensar si es verdadero o falso. Somos propagadores exponenciales de bulos, sin ningún tipo de frenos.

-¿Qué se puede hacer?

-Como usuarios, contrastar, contrastar y contrastar. Pero eso es como pedir la paz en el mundo. Tal y como se está produciendo la evolución del fenómeno, lo que realmente puede frenar esta situación, que pinta mal, es la mejora del proceso educativo. Si desde una edad temprana se le incorpora al ciudadano la reflexión de que la información no es necesariamente legítima el 100% y se dan claves para diferenciar lo que es real y lo que no, la cosa podría mejorarse.

-A esa problemática se unen las personas que difunde bulos a sabiendas que lo son, porque se ajustan a sus creencias.

-Sí, el deterioro de la verdad es alarmante. En 2016 empezamos a hablar de posverdad en lugar de decir mentira absoluta. Nosotros mismos hemos ido preparando el terreno para esto. Eso lo decía el presidente de EE.UU., la persona más importante del mundo y en lugar de llamarle abiertamente mentiroso se decían que reinterpretaba la realidad. Cuando este tipo de conceptos se consolidan en el magma social la gente no quiere luego que la realidad les cambie su idea de las cosas.

-¿En este panorama se refuerzan los medios tradicionales?

-Los medios de comunicación siguen teniendo una mayor credibilidad entre la audiencia que las redes sociales. Todos sabemos que el periódico de papel es más fidedigno que Facebook. Lo que sucede es que la denominada generación z, los menores de 24 años, apenas tienen contacto con ellos. Los chicos de 25 años tienen unos códigos similares a la gente de 50 años, pero de ahí para abajo se produce un corte generacional como nunca habíamos visto. Esos chicos desconocen qué es la noticia de verdad. Por eso incido en la importancia de la educación, porque por encima de los 25 podemos mentir y nos podemos dejar influenciar, pero sabemos que no está bien y dónde encontrar información Por debajo de 24, es otra cosa. ¿Y qué va a pasar con los que vengan después? Es importantísimo educar.