El crimen sin resolver de Elisa Abruñedo: «Esperamos que los cribados de ADN logren dar con quien mató a mi madre»

Carmela López
carmela lópez FERROL / LA VOZ

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La Guardia Civil reanudará en breve la toma de muestras genéticas en la zona

29 ago 2021 . Actualizado a las 09:59 h.

El próximo miércoles se cumplirán ya ocho años de la trágica muerte Elisa Abruñedo, una vecina de Cabanas Elisa Abruñedo que fue violada y asesinada. Las investigaciones realizadas durante todo este tiempo no han logrado dar con el autor de ese crimen. Pero los hijos de la víctima, Adrián y Álvaro, mantienen la esperanza de que el hombre que los dejó huérfanos de madre pague por lo que hizo. Ellos se enfrentan solos a este caso: un año y cuatro meses después de aquel fatídico 1 de septiembre del 2013 perdieron también a su padre, Manuel Fernández Martínez, en un accidente laboral en la estación naval de A Graña.

«Esperamos que los cribados de ADN logren dar con el que mató a mi madre», explica Adrián, el hijo mayor. Se refiriere a las pruebas que está realizando el equipo de investigación de la Guardia Civil que se ocupa del caso de Elisa Abruñedo. El muestreo ya se realizó en varias zonas del entorno de Lavandeira, en la comarca del Eume, donde vivía la víctima y donde fue hallado su cadáver. Tal y como informó La Voz en ese momento, entre marzo y abril de este año los cribados se centraron en Loira, Vilaboa y Pantín, en el municipio de Valdoviño, y está previsto que en septiembre se reanuden en Vilarrube, en este mismo concello. Se trata de un muestreo muy minucioso, citando a cuatro o cinco vecinos de diferentes familias que, voluntariamente, acceden a someterse a la prueba.

Lo que busca la Guardia Civil a través de esta línea de investigación es localizar a alguna persona que, cotejando su ADN con los restos biológicos que el autor del crimen dejó en la víctima, pueda estar vinculada él. Y es que, según la información recogida al respecto, entre las personas que se sometan al test podría aparecer un abuelo, un tío o un primo del asesino, lo que permitiría avanzar en las otras vías de investigación que se están siguiendo.

Cotejo de las muestras

Las muestras recogidas por este procedimiento se envían al laboratorio central de Madrid, para cotejarlas con el ADN del asesino, que no figura en el registro de datos de delincuentes.

Los primeros en ser descartados a través de estas pruebas habían sido, en el momento inicial de las investigaciones, el marido y los hijos de Elisa, además de los otros familiares, los vecinos de su entorno y las personas que localizaron su cuerpo sin vida entre unas zarzas, en un monte cercano a su vivienda.

La violación y muerte de Elisa Abruñedo, de 46 años, se descubrió al día siguiente de su desaparición. Había salido a dar su habitual paseo de la tarde por el entorno de su casa pero no regreso. Su esposo y sus dos hijos, que entonces tenían 24 y 19 años, la buscaron durante toda la noche y después se les sumaron la Guardia Civil, amigos, vecinos y voluntarios, junto con perros de rescate y voluntarios de Protección Civil de Cabanas y Ares. Un vecino que la había visto paseando por la carretera descubrió su cadáver la noche siguiente, entre la maleza, a unos pocos metros de ese punto en el que fue vista con vida por última vez. La autopsia reveló que había sido violada y apuñalada de muerte.

Resultó que en plena investigación del suceso de Cabanas, en aquel septiembre del 2013, surgió el caso de la muerte de la niña Asunta Basterra en Santiago, por lo que gran parte de los medios se centraron en el esclarecimiento de la nueva tragedia. El hijo mayor de Elisa mantuvo siempre que, de haber continuado el curso que llevaban entonces las pesquisas entorno al asesinato de su madre, el autor podría haber sido localizado, juzgado y condenado.

Ahora, Adrián agradece que la Guardia Civil no haya dado por cerrado el caso y que siga investigando con esta nueva línea de cribados de ADN. Según explica, cada cierto tiempo se reúnen con él para comunicarle que siguen trabajando. El último encuentro fue hace unas semanas.

La biblioteca de Elisa

Los dos huérfanos siguen viviendo en la casa familiar de Lavandeira (Fene) que construyeron sus padres y que «todos los días nos recuerda su pérdida», comenta Adrián. Hizo algunos cambios últimamente, pero decidió conservar elementos que le provocan un sentimiento especial, como la biblioteca de su madre. «Le gustaba mucho leer y aquí siguen sus estanterías llenas de libros, con una colección completa de misterio de Agatha Christie, novelas de investigación policial, El Quijote... Yo no los leo, pero ahí están», apunta Adrián, que tiene previsto casarse con su novia Bea el próximo día 30 de octubre, después de otros dos intentos que tuvieron que suspender a causa del covid.

El hijo mayor de Elisa Abruñedo está buscando trabajo, «de lo que sea», pero, de momento, no ha tenido ninguna llamada en respuesta a los muchos currículos que lleva presentado. Con anterioridad estuvo trabajando en la empresa Einsa y como vigilante de fábrica. Ya agotó la prestación por desempleo, y por ello está tirando de los ahorros que les dejaron sus padres y del fruto de su propio trabajo. Su hermano Álvaro está terminando un ciclo de márketing y publicidad de empresas y tiene previsto comenzar otro de la misma rama, pero también le retiraron la pensión de orfandad que estuvo cobrando durante unos años.

Adrián y Álvaro también están a la espera de que se resuelva otro doloroso frente familiar: el caso de la muerte de su padre, Manuel Fernández Martínez, de 57 años, ocurrida el 9 de enero del 2015. Trabajaba como operario de una empresa subcontratada para realizar unas obras en el pantalán de la base naval de A Graña, en Ferrol, y perdió la vida al caerle encima una gran roca desde la caja de un camión. Más de seis años después, los dos huérfanos siguen sin ser reasarcidos por esa muerte en accidente laboral. «Porque las aseguradoras —dice el hijo mayor— no se deciden sobre las responsabilidades y cuánto tiene que pagar cada una». El juicio en los juzgados de Ferrol aún está fijado para junio del próximo año.