¿Dónde empieza la violencia de género en una relación?

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Actitudes que pueden ser germen de violencia. Los malos tratos no suelen comenzar con un golpe, hablamos con varias expertas sobre cuáles son las líneas rojas en una relación y cómo identificarlas a tiempo

01 sep 2021 . Actualizado a las 09:06 h.

Es fácil identificar la violencia de género cuando hay golpes físicos, pero no es la única forma que toma el maltrato. Las primeras señales están mucho más escondidas en comportamientos diarios, pequeños gestos que hacen que la víctima no se dé cuenta y ceda ante la manipulación. No es posible hacer una lista de cuáles son estas acciones, pero sí dar algunos ejemplos y claves para lograr identificarlos y actuar.

«Cuando me llegan casos de violencia de género las víctimas me cuentan cosas graves con naturalidad, porque no las identifican como maltrato», explica la abogada Alejandra Rodríguez. Para que estas mujeres sean conscientes, lo que busca la letrada es «hacer que lo analicen con perspectiva, les pregunto qué le dirían a su hermana o a una amiga si fueran ellas las que les cuentan estas historias. Verlo desde fuera las ayuda a darse cuenta, aunque cuando llegan a mí es porque han pasado más cosas y ya están en el juzgado».

Estos actos van minando a la víctima, la van anulando, separándola de sus familiares y amigos, y en algunos casos también buscan que pierda la independencia económica controlando el dinero de ambos. «Lo que el agresor consigue con esto es que en el momento en el que pase a otros actos más evidentes, a la violencia física, la víctima esté en una situación de vulnerabilidad y de dependencia de la que es muy difícil salir, sobretodo porque muchas ya han perdido sus apoyos externos. Las han aislado de su entorno familiar y afectivo», explica la abogada.

Betty Rico es la directora del Centro de Información a la Mujer (CIM) de A Coruña, un lugar al que «el 85 % de las mujeres acuden por casos de violencia de género», señala. En el centro se las asesora psicológica, jurídica y socialmente. También tratan otros ámbitos como el derecho de familia o los derechos laborales relativos a la conciliación.

Evitar el conflicto

Rico sostiene que hay «muchos comportamientos que pueden preceder a la violencia física», y señala algunos ejemplos: «la mujer suele renunciar a hacer determinadas actividades para evitar que él se enfade; sentirse desvalorizada física, intelectual y en su papel de madre. Otro importante indicador es el aislamiento de familiares, y amistades. El hombre los critica insistentemente, cuestiona cuando queda con ellos o los trata mal hasta que consigue que se aparten. También critica su forma de vestir, prohibiéndole lucir algunas prendas. En la relación con sus hijos, el padre les enseña a que se rían o burlen de ella, o incluso a insultarla. A nivel económico, le cuestiona todos los gastos, incluso le quita el dinero. Al final el objetivo de todas las violencias es dominar a la mujer, controlarla y someterla conforme a su criterio». En definitiva, lo que una mujer tiene que tener claro es: «En el momento en que una relación no es positiva y es dañina para una de las partes, es el momento de ponerle fin. Se puede decir que no en cualquier momento en una relación. Mantenerla debe ser algo que sume en la vida de una persona, y no que reste. La mujer tiene que poder ser y expresarse con libertad, relacionarse con quien quiera y acudir a los espacios que estime oportunos», indica la directora del centro.

Igual que no podemos definir un perfil de víctima de violencia de género, tampoco hay un perfil para el maltratador: «No tiene que ver con su procedencia, clase social, estudios o nivel económico. Realmente cualquier conocido puede serlo de puertas adentro», indica Rico. Por este motivo, «para la detección e identificación de un maltratador, es crucial la implicación de toda la sociedad. Es la sociedad en su conjunto la que tiene que valorar cómo impedir el seguir educando a algunos hombres en el maltrato. Cuando hablamos de violencia de género hablamos de un delito público respecto del cual no podemos dejar la labor y, por lo tanto, la responsabilidad única de identificación del mismo en manos de sus potenciales víctimas.», señala la directora del CIM.

Por su parte, la psicóloga Alejandra Sierra señala que aunque no hay un perfil de agresor sí podemos encontrar ciertos rasgos comunes: «Son hombres con una misoginia interiorizada que la manifiestan, por ejemplo, con un desprecio a las mujeres en chistes o comentarios».

Para Alejandra Rodríguez la educación es esencial para prevenir este tipo de situaciones, y coincide con Rico: «Es una labor de la sociedad poner el foco en ciertos comportamientos, cosas que al principio pueden pasar por románticas y que acaban desembocando en otras peores», declara la letrada. Alejandra insiste en que «no podemos hacer una lista, pero hay que tener claras ciertas líneas rojas, por ejemplo, que te miren el móvil, tus mensajes, para mí es una clara línea roja. Que te llame para comprobar dónde y con quién estás o que pida que le mandes fotos para demostrarlo». Otra forma habitual de la violencia de género es el abuso sexual que, contra lo que puede parecer, pasa desapercibido en las relaciones de pareja: «Cuando hablo con la mujer pocas veces me cuenta los abusos sexuales -continúa la abogada-. En primer lugar porque no lo consideran un tipo de violencia, y en segundo lugar porque aún hay el estigma de que si las violan es por su culpa o tienen vergüenza de contarlo. Además, cuando el agresor fuerza a su pareja a mantener relaciones, no siempre necesita ser violento. A base de insistir y hacer comentarios como ‘si no te apetece es porque no me quieres’, o ‘esto es porque estás con otro’, e incluso por evitar un mal mayor, la víctima acaba por ceder».

Violación en pareja

Las mujeres que acuden al CIM «no identifican el abuso sexual como violencia», afirma la directora del centro e, igual que la abogada, señala que estos comportamientos suelen ser los siguientes: «Insistir en mantener relaciones sexuales a pesar de que ella no quiera, no respetar sus tiempos, gustos, deseos, e imponer su criterio». Por su experiencia, argumenta que «tampoco es un aspecto, a pesar de su importancia, por el que se pregunte a las mujeres por parte de algunos profesionales. Es un delito sobre el que falta mucha formación y conciencia ciudadana y de los profesionales. En ese sentido, es normal que las mujeres no sientan confianza para revelar delitos de esta naturaleza».

Un aspecto importante sobre este tipo de abuso, que ha sido polémica recientemente por las declaraciones del influencer Naim Darrechi -afirmó que no le gusta emplear el preservativo y que siempre quiere «acabar dentro», engañando a sus parejas para ello-, es la duda de si es delito o no que, durante una relación sexual consensuada, el hombre retire el preservativo sin la aprobación de la mujer. Sobre esto la letrada aclara: «Se puede y se debe denunciar. Están haciendo algo con tu cuerpo sin tu consentimiento, así que se trata de una cuestión penal que podría tener agravante de género».

A nivel psicológico, estas relaciones de abusos tienen consecuencias a largo plazo para las víctimas: «Las más conocidas pueden ser la depresión o la ansiedad pero también se pueden manifestar en trastornos alimentarios. Además, las mujeres maltratadas tienen el doble de posibilidades de caer en el alcoholismo, según datos de la OMS», explica Alejandra Sierra.

A nivel judicial, el problema es que estas violencias son difíciles de demostrar, ya que «son escenas que normalmente se producen en el hogar, en la intimidad, y normalmente solo están esas dos personas. Si hay una agresión o mensajes de amenazas se pueden utilizar como pruebas, o si un vecino escuchó algo. Pero sin ellas, la presunción de inocencia está ahí, y es probable que la causa se archive», explica la letrada. Además, cuando las víctimas deciden denunciar o contar sus vivencias «suele haber otras cosas más evidentes que se utilizan como pruebas en los juzgados», cuenta la abogada, por lo que estas situaciones, a priori menos graves o relevantes en el caso, suelen pasar desapercibidas.