Por qué hay que probar el nudismo al menos una vez en la vida

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Libertad es el concepto que más repiten los naturistas, que solo le ven ventajas al abandono del bañador. La psicóloga lo confirma: ayuda a la autoaceptación del cuerpo, mejora las relaciones y hace que segreguemos más endorfina y oxitocina

28 sep 2021 . Actualizado a las 19:39 h.

Todo son ventajas. Al menos esa es la sensación que cala tras aproximarse al naturismo. Quienes lo practican lo tienen claro. La playa, mucho mejor sin bañador. Y después de escuchar el dictamen del psicólogo, solo queda una opción: probarlo. La práctica de disfrutar de la arena y el mar desnudo, despojado de todo rastro textil, está en expansión. El problema está en que muchos curiosos, también. «Lo que antes eran playas lejanas, ahora son espacios en los que se ha quedado mucha gente, y nos han desplazado», asegura Carlos Rubio, el impulsor de Naturigal. Es la primera entidad nudista gallega, nacida en plena pandemia como punto de encuentro para la promoción, la defensa y el desarrollo del naturismo. «Para visibilizarlo y que nos vean como algo natural», indica. El fin, asegura el representante de la asociación, es favorecer el respeto a uno mismo, a los demás y al medio ambiente.

«No hicimos aún juntas grandes, porque con el covid es complicado y estamos empezando, pero sí estamos en contacto con bañistas de playas de toda Galicia para comentar los problemas y peculiaridades de cada una de ellas», apunta Rubio, que empezó en esto muy joven: «Con 17 o 18 años, en cuanto cogí independencia. Lo hice solo. Al principio te ves un poco raro, la segunda vez un poco menos, y a la tercera ya pasas a disfrutar de la vida». En la entidad hay usuarios que no lo han probado hasta hace poco, pero ya se han enganchado. Es el caso de Mar, una santiaguesa de 53 años que decidió lanzarse. «Llevaba casada muchos años e iba a la playa en familia, pero hace un tiempo empecé a ir con unos amigos que lo practicaban. Yo estaba acostumbrada al toples, pero al desnudo integral, no. Decidí probar, y la verdad es que me encanta», asegura. La palabra libertad es la que más repiten los naturistas. «Te sientes sin la presión de la ropa, sin el bañador mojado. Notas el aire en tu cuerpo, y el baño se convierte en algo totalmente distinto», apuntan. Lo mismo opina Alfredo, un venezolano de 60 años que reside en Santiago. «En Venezuela esto está prohibido, es algo impensable», afirma el asociado, que destaca el hecho de que el nudista no se fija en los otros, como sí ocurre en las playas textiles. «No hay poses, te ven como tú eres. El que se considera nudista no tiene morbo, ni malicia, ni el postureo que hay en las playas textiles. Cuando íbamos a Vao, por ejemplo, veíamos a abuelas con nietos en pelotas, y tan tranquilos. Las tallas y los tamaños no existen», señala. Conscientes de que todavía hay quien ve sexualización en esta práctica, aseguran que siempre hay «algún pervertido, los mirones de las dunas», pero es algo anecdótico. «Quizá tenga que ver con una visión reduccionista de un legado religioso y cultural que vive la desnudez de forma perniciosa. Esta cuestión deja en evidencia algunas asignaturas pendientes en pleno siglo XXI, la aceptación de nuestro cuerpo y también la educación afectivo-sexual», asegura la psicóloga sanitaria del gabinete CAFI Paula Martínez Figueiras.

La especialista señala lo beneficioso que es para la autoaceptación personal el hecho de despojarse de toda barrera textil. «La práctica del nudismo es un buen indicador de la aceptación del cuerpo, nos señala la buena relación que existe con uno mismo y nuestro físico, e incluso con el entorno. No se juzga, no hay expectativas irreales acerca de cómo deberían ser lo cuerpos de los demás, sino respeto y conciliación con la diversidad», dice la psicóloga, que añade que en esta práctica «las expectativas sociales y personales acerca de cómo deberían ser los cuerpos de las personas dejan paso a lo real, a la belleza y la riqueza de lo diverso. No hay que impostar, no existe posibilidad de ocultarse o disimular. El naturismo permite que se viva en comunión con nuestro cuerpo». Es, en definitiva, una conexión con la parte más primitiva de nuestro ser, esa en la que la relación con la naturaleza no necesita intermediarios ni barreras. «Los estímulos y las sensaciones que los generan están en estado puro, reconectamos con nuestra esencia. Y parece que en este proceso segregamos más oxitocina y endorfina, por lo que la satisfacción y la felicidad están servidas», zanja Martínez Figueiras. La única barrera que a muchos les queda por superar, aseguran quienes ya lo han probado, es la mental.