Clara Grima: «Las matemáticas no son machistas, sí puede serlo la forma de impartirlas»

ACTUALIDAD

La doctora en matemáticas es una de las docentes que apoya la materia con perspectiva de género

30 ene 2022 . Actualizado a las 06:09 h.

El anuncio de que el Gobierno contempla aplicar la perspectiva de género a las matemáticas ha sido una de las serpientes del verano. La profesora de la Universidad de Sevilla Clara Grima (Sevilla, 1971) lleva años divulgando sobre matemáticas. Detecta un progresivo alejamiento de ellas en las chicas. Cree que es necesario y que la polémica viene dada «por el auge de la ultraderecha que reacciona así ante todo lo que suponga feminismo» .

—La propuesta despertó rápidamente chascarrillos sobre si las matemáticas eran machistas y había que hacerlas feministas.

—Evidentemente no hay matemáticas machistas ni feministas, lo que sí puede ser machista o feminista es la forma de impartirlas. Pero como todo en educación. Y la demostración de que arrastramos un sesgo machista es que hemos revisado los libros de texto y no aparecen mujeres más que en un 7 % .

—¿Cómo es ese modo machista de impartir la materia?

—Muchas veces se da el enfoque de que las matemáticas son para gente muy lista y que los chicos son más listos. Ninguna de las dos cosas es cierta. Por eso en el borrador se habla de la perspectiva de género, pero también del enfoque socioemocional. Las dos cosas tienen que ir juntas. Las matemáticas tienen que ser accesibles para cualquiera, sea niño o niña. Y tienen que presentarse como algo que resuelva problemas de la humanidad. Muchas chicas quieren hacer cosas útiles y que aporten a la comunidad. No entro en que sea una cuestión biológica o social, pero es así. Además, hay que mostrar referentes femeninos.

—¿Las matemáticas se ven como «una cosa de hombres»?

—Hubo fases. En la época que yo estudiaba había más mujeres que hombres en las clases. En el año 2000, el 60%. A partir del 2012 se produce la tijera, cuando las matemáticas se ponen de moda por las tecnológicas. Desde entonces las mujeres están en descenso y suben los hombres. Luego está la investigación, donde hay muy pocas mujeres.

—¿Cómo asimilaría las matemáticas al alumnado si se cambiase la perspectiva?

—Cambiaría la forma de explicar las matemáticas. Pero una cosa es lo que se quiere hacer y otra lo que se va a hacer, porque esto requiere mucha financiación. En lugar de tantas cuentas, plantear eso para resolver problemas. Y que esos problemas sean cotidianos y que signifiquen ayuda a la comunidad. Eso no significa, como se ha dicho, que se hagan las matemáticas más fáciles. Al contrario, serán más difíciles.

—¿Qué diferencia hay?

—Es que la perspectiva de género se hace para todos, no solo para chicas y chicos. Hay que hablar de referentes femeninos. Ahora se hace el 8M, pero el resto del tiempo no se hace nada. Tienen que aparecer las mujeres ahí de forma natural. Siempre. En las aulas hay que hablar de Sophie Germain, a la que se ha invisibilizado, pero con naturalidad. Porque hacerlo solo el 8M puede ser hasta contraproducente. «¡Otra vez nos van a dar la tabarra con las mujeres!», dirían. Hay estudios que dicen que las niñas ya ven las matemáticas como algo de hombres a los cinco años

—Se dice que las primeras calculadoras de la historia son obras de mujeres, que las usaban para medir los ciclos de la regla o la agricultura.

—Eso parece que es cierto y debería estar reflejado en los libros. Igual que las que hacían las cuentas en la Nasa eran mujeres y las primeras programadoras también. Eso se tiene que saber.

—¿No llama la atención que se quiera hacer algo específico para matemáticas y no global?

—Claro. Fue lo primero que dije. ¿Por qué solo para las matemáticas? ¿Por qué no hacerlo en gimnasia? Hay que hacerlo en todo. Para que las mujeres sean ingenieras informáticas. No para convencerlas, sino para que las niñas sepan que, si quieren serlo, que lo hagan. Igual que niños que deseen ser profesores de infantil, que no se sientan presionados por la sociedad. Ni los mejores informáticos son necesariamente hombres ni las mejores maestras, mujeres. Nos estamos perdiendo mucho talento masculino y femenino.

—¿Ha tenido rechazo en su trayectoria como matemática?

—En general, no. Ten en cuenta que éramos mayoría mujeres. Una vez tuve un profesor en primero de carrera que, cuando estaba atascada en un problema, me dijo: «¿No estaría mejor usted en casa cocinando?». Solo tuve una profesora en toda la carrera. El resto fueron todos hombres. Recuerdo también, una vez en Japón me costó sudor y lágrimas que me llamaran doctora Grima. Querían llamarme por el apellido de mi marido. Además de eso, la carrera de investigadora en España está penalizado ser mujer. No sobre el papel, pero las circunstancias de la maternidad no se contempla. Eso hace que pares tu trabajo en tu época más productiva. Tampoco sale el papel de la mujer en los cuidados.