Paz Velasco, jurista: «La madre de Rocío Wanninkhof aún duda de Dolores Vázquez»

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Participó en el documental «El caso Wanninkhof-Carabantes», de Netflix. La jurista analiza las claves del testimonio de Dolores Vázquez en HBO

13 oct 2021 . Actualizado a las 17:42 h.

Participó en el documental El caso Wanninkhof-Carabantes de Netflix y ahora, ante el estreno del de Dolores Vázquez en HBO, analiza las claves del testimonio de una mujer a la que «la justicia española arruinó la vida». Además, la jurista especializada en personalidad psicopática y delitos violentos Paz Velasco de la Fuente (Valladolid, 1968) explica que las pruebas han llevado a reabrir el caso de la desaparición de Yéremi Vargas.

­—En su segundo libro, «Homo Criminalis», habla del caldo de cultivo de la violencia. ¿Actualmente es propicio?

—Hay un caldo de cultivo para una nueva escena, la del crimen virtual. No es lo mismo robar en una joyería que hacerlo por Internet. Entonces, gente que no delinquiría en un espacio físico por miedo da el paso porque cree que hay más inmunidad, y estos delitos contra el patrimonio en la red sí han aumentando. En cuanto a la delincuencia violenta, lo que creo es que hay una amplificación, sobre todo si es hay un crimen muy dramático, porque se repite mucho en prensa, por redes sociales, etcétera.

­—¿Qué le parece la reapertura del caso Yéremi?

—La familia, con un nuevo abogado y apoyados en la investigación de dos criminólogos, ha llegado a la conclusión de que hay elementos que se pueden tomar como nuevas pruebas.

­—Apuntan de nuevo a Antonio Ojeda, «el Rubio», el principal sospechoso.

—Sí, son cuatro elementos. El primero es una confesión que Ojeda hizo a un compañero de celda. Le reveló un detalle de Yéremi que solo conocía la familia, que sufría una insuficiencia respiratoria que hacía que en situaciones de estrés o falta de oxígeno su piel se tornara azul. Es lo que se conoce como cianosis. En segundo lugar, existe el testimonio de un chico, que entonces tenía 11 años, que dijo haber visto un coche blanco con una pegatina de una palmera en la zona en la que Yéremi desapareció, pero dudó en la marca, dijo que era un Opel Corsa. Se confirmó que el coche de Ojeda era blanco con una pegatina de una palmera, pero un Renault 5. Así que la no certeza hizo que se desestimase el testimonio. Otro elemento es que Ojeda comentó a su pareja el color de las gafas que llevaba Yéremi cuando desapareció, azules por delante y con las patillas pistacho. Algo difícil de saber, ya que, en las fotos que la familia distribuyó, el niño sale con otras. Por último, se ha pedido que se analice una entrevista que Ojeda hizo en televisión en el 2005 y en la que dio detalles de la desaparición.

—La reapertura se produce en medio de la polémica por las denuncias de abuso sexual contra el padre de Yéremi, ¿pueden interferir?

—No, son dos hechos diferentes. Además, quedó probado que el día que el niño desapareció su padre estaba en un evento deportivo.

—Participa en el documental de Netflix sobre el caso Wanninkhof. ¿Cómo explica la condena a Dolores Vázquez?

—Se juntaron una serie de factores y uno fue la presión social. Se empezó a presionar a los investigadores porque la víctima era una menor y no se descubría nada. La prensa, que entonces estaba centrada en mostrar esa España negra, que vendía mucho, quería saber quién era el asesino, y en tercer lugar, Alicia Hornos, la madre de Rocío, se mostró sumamente segura de que Dolores tenía algo que ver.

—¿Qué fallos se cometieron?

—No hablaría de fallos, sí de investigación incorrecta. Cuando se recoge la colilla del cigarro se sabe que no es de Dolores y que era de un hombre, pero no se tuvo en cuenta. Tampoco que Dolores estaba cuidando a una persona cuando Roció desapareció. ¿Por qué se pasó por alto?

—Nadie asumió responsabilidades.

—Si Dolores ha accedido a contar cómo se siente ahora en un documental es precisamente porque nadie asumió el error, y no me refiero solo a la indemnización que le correspondería por haber sido encerrada 513 días. Quizás, si alguien hubiera admitido que se equivocó, eso no habría cambiado nada, pero sería suficiente para saber que a alguien le importó que sufrió injustamente. La Justicia española destrozó su vida y no ha pasado nada.

—¿Podría ocurrir algo así ahora?

—No, porque la criminalística ha avanzado mucho. Lo que me pareció más terrible de todo el caso fue que una psicóloga de la Guardia Civil hizo un perfil durísimo sobre la personalidad de Dolores y apuntó que tenía rasgos de asesina, ¿en base a qué? Ahora hay numerosos especialistas para hacer análisis en la escena del crimen, pero en ese momento bastó con ese informe.

—No se entiende que se ignorase la orden de la Interpol sobre Toni King.

—Hoy, un aviso así no se pasaría por alto porque tenemos otros medios, pero en los 90 llegó por fax, se revisó y se guardó en un cajón.

—¿Cómo definiría a King?

—Es un psicópata sexual, tiene parafilia y necrofilia. Eso hizo que sus ataques fueran in crescendo. Es un depredador sexual.

—King envió una carta a la madre de Rocío en la que dice no ser el asesino, y ella admitió tener dudas. ¿Lo entiende?

—Yo no tuve la oportunidad de hablar con ella, pero en el documental de Netflix se ve que sigue pensando que Dolores, de una manera u otra, participó. Conociendo los antecedentes de King, y todas las pruebas, aún no le ha pedido perdón a Dolores. Nadie lo ha hecho. Se demostró que King estuvo en las dos escenas del crimen, el de Rocío y el de Sonia Carabantes. Él confesó ser el asesino, aunque luego cambió tres veces de versión. Para conocer los motivos de las dudas de Alicia habría que preguntarle a ella.