«Cuando me quitaron el pecho no dejé de salir a la calle, de vivir mi vida»

David Cofán Mazás
DAVID COFÁN A ESTRADA / LA VOZ

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Tras superar un cáncer de mama, Ana Doris, colombiana afincada en A Estrada desde hace 25 años, utiliza su experiencia para ayudar a otros enfermos

19 oct 2021 . Actualizado a las 09:52 h.

Hace ocho años la vida de Ana Doris y la de su familia cambió de manera radical. Tras acudir a una de las mamografías del programa de detección precoz del cáncer de mama de la Xunta, la prueba halló tres pequeños tumores en uno de sus pechos. «No se hacía una lenteja con ellos», rememora. Sin tiempo que perder, tuvo que ser ingresada de urgencia y posteriormente operada para extraerle la mama afectada. De la noche a la mañana pasó a ser una enferma de cáncer más. En situación precaria a nivel económico, Doris y su familia necesitaron de ayuda de la Asociación Española contra el Cáncer, que también a nivel psicológico fue clave para asumir con fuerzas el durísimo proceso de recuperación por el que, como cientos de personas cada año, tuvo que pasar hasta su mejoría total.

La historia de Ana Doris fue una de las vivencias elegidas dentro de la campaña Saca pecho por las más vulnerables, en conmemoración del Día Mundial Contra el Cáncer de Mama que tiene lugar hoy. Un relato con el que pretende servir de ayuda para quienes estén pasando por una situación similar, animándolos a solicitar ayuda de la AECC y a afrontar la circunstancia con el mayor optimismo posible.

«A los cincuenta años me hice mi primera mamografía y no encontraron nada, pero ocho meses después si me detectaron los tumores», recuerda. En el momento en el que le comunicaron que padecía cáncer reaccionó «con naturalidad», señala. «En ese instante me quedé como tonta, no sentí nada, de hecho fui yo quién consolé a mi hija que no paraba de llorar», recuerda. Más tarde fue consciente de la gravedad de la situación: «después, cuando me quedé a solas, exploté. Desperté del sueño y reventé a llorar», indica.

Una situación límite

Una vez salió del hospital tras su operación, comenzó el tormento tanto para ella como para su familia. Verse con el cuerpo vendado y sin un pecho supuso un primer golpe emocional para ella. A eso se le sumaría el deterioro físico y anímico que acompaña a la quimioterapia. «Me sentí mutilada. El 24 de diciembre del 2014 recibí mi primer tratamiento y la cosa fue a peor, me notaba con más cambios de humor. Fue durísimo verme sin pecho y sin pelo, es algo muy feo», recuerda. En su enfermedad Ana Doris divide claramente dos momentos anímicos diferentes, antes y después de la quimioterapia. «Al principio me lo tomé con naturalidad, ni seré la primera ni la última. Al caerme el pelo y verme la cabeza blanca fue cuando me empecé a sentir mal. No comía ni dormía, me quería tirar por la ventana», asegura.

A nivel económico la situación también era muy compleja. Tanto ella como su marido se encontraban sin trabajo, tan solo llegaba dinero a través de su hija, que mantenía un empleo en A Estrada. «Estábamos en una situación muy grave. Yo no podía trabajar y mi marido estaba en el paro, solo teníamos los 426 euros que recibía, era nuestra hija quien traía el dinero a casa», remarca esta mujer luchadora. Fue en esta situación límite cuando decidió tomar cartas en el asunto y se puso en contacto con la AECC. «Alguien de A Estrada me habló de la asociación y me puse en contacto con su sede en Pontevedra. Vino a mi casa María y vio cómo era mi vida», señala.

Desde ese momento la Asociación Española Contra el Cáncer brindó a Ana Doris una ayuda económica y psicológica para poder enfrentarse con garantías a la enfermedad. «Me ofrecieron una ambulancia para desplazarme si no tenía transporte, también te dan ayudas para la comida y el gasoil. Incluso ahora recibo todavía una remesa», comenta. Más allá del apoyo financiero, la AECC le ofreció un tratamiento psicológico para poder sobrellevar la enfermedad y darle mecanismos para no decaer en el día a día. «Incluso había terapia con masajes. Salía muy relajada y con la cabeza tranquila, era muy útil», confiesa Ana Doris, que decidió salir adelante sin complejos, tratando de llevar una vida lo más normal posible. «Cuando me sacaron el pecho no deje de salir a la calle. Decidí vivir mi vida y salir adelante haciendo las cosas que me gustan y con la mayor normalidad», recuerda esta estradense.

Una ayuda fundamental para poder salir del bache y afrontar un duro periplo de casi ocho años enfrentándose al cáncer de mama, que es la enfermedad oncológica más extendida en el mundo con 19,3 millones de mujeres afectadas en el 2020. El dato que ofrece la Sociedad Española de Oncología Médica estima que a lo largo del 2021 se detectarán 33.375 casos nuevos de cáncer de mama, siendo la primera causa de cáncer en mujeres y la tercera afección más numerosa tras los de colon y recto y próstata.

«Estuve a punto de quedarme en el quirófano»

Afortunadamente Ana Doris superó la enfermedad. Esta colombiana afincada en A Estrada desde hace 25 años, ganó la batalla al cáncer, aunque no sin esfuerzo ni situaciones delicadas. El día de Nochebuena del 2014 empezó a recibir el tratamiento de quimioterapia.

«Eran días muy difíciles, estaba desde las 08.00 hasta las 17.00 horas en el Hospital Clínico de Santiago», afirma. Con el paso de los años y ante la buena evolución del cáncer, empezó el tratamiento por vía oral. El final de este duro periplo coincidió en el tiempo con el estallido de la pandemia. «Me dieron el alta en entre marzo y abril del 2020. Acudía cada 21 días al hospital para los controles y a raíz de la pandemia, al ver que estaba bien decidieron retirarme la medicación», explica.

Ahora que sirve como ejemplo para muchas mujeres que combaten la enfermedad, Doris no quiere olvidar otro proceso traumático como fue la reconstrucción de su pecho extirpado. «Me reconstruyeron el pecho en hasta tres ocasiones porque se me reventó la mama. Fue una experiencia horrible porque en la segunda de las intervenciones casi me muero. Estuve a punto de quedarme en el quirófano», rememora. «Sucedió porque soy muy mala de entubar, siempre tiene dificultades para ello. Aquella vez casi no me despierto, tuvieron que reanimarme. Después estuve en observación 24 horas», detalla.

Por suerte consiguió superar ese obstáculo y en la última intervención todo salió bien. Ahora Ana Doris reside en la casa rectoral de Loimil, sirviendo de apoyo para su marido, que también está inmerso en la batalla contra el cáncer, en este caso de páncreas. Su experiencia y la ayuda recibida de la AECC son claves para sobrellevar este revés y afrontarlo con fuerzas renovadas.