Yasmín: «Me diagnosticaron autismo con 36 años»

Carme D. Prol / S.F. REDACCIÓN / LA VOZ

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XOAN CARLOS GIL

Adultos y ancianos son los olvidados cuando se habla de autismo. A muchos se lo detectaron después de años y con ello entendieron una parte importante de su forma de ser. Sin embargo, la sociedad no los suele reconocer y se sienten sin apoyos, sobre todo las mujeres

09 nov 2021 . Actualizado a las 15:30 h.

Cuando hablamos de autismo la imagen que nos suele venir a la cabeza es la de un niño, pero estos crecen, aunque la imagen de un adulto con autismo no sea tan conocida. A Yasmín Cortez (Venezuela, 1982) la diagnosticaron de trastorno del espectro autista (TEA) en grado uno con 36 años y ahí fue cuando entendió muchas cosas sobre ella misma a las que no daba explicación. ¿Por qué tan tarde? El desconocimiento y la falta de actualización en las pruebas de diagnóstico ponen en esta situación a muchas mujeres que se sienten sin apoyos y se enfrentan a dificultades como la falta de acceso a una condición de discapacidad.

Yasmín siempre fue, como ella cuenta, el ratón de biblioteca de su familia. Una alumna ejemplar que destacó en el colegio y en la universidad: «Nunca tuve problemas, hasta que comencé a buscar trabajo».

En el 2005, recién graduada en el ámbito de la tecnología, Yasmín se casó, voló a España y comenzó a buscar empleo, sin éxito. «No entendía por qué no conseguía nada si tenía buena formación, pero fallaba en las entrevistas, no me sentía valorada», recuerda. Cuando consiguió un puesto en su área, fue una experiencia dura: Relacionarse con equipos de muchas personas, el ruido y problemas de comunicación le generaron ansiedad.

En el 2018 le diagnosticaron TEA a su hermano y a raíz de eso, la madre de Yasmín la animó a informarse: «Siempre fui el ratón de biblioteca de casa y cuando comencé a leer sobre el tema descubrí cosas que me sonaban demasiado y que me explicaban muchas cosas sobre mí misma». Yasmín acudió a la Fundación Menela para hacerse las pruebas oportunas y el resultado fue un autismo en grado 1, tradicionalmente conocido como asperger. Posteriormente, le llegó el mismo resultado a su padre y a su hija de 11 años, derivada a las pruebas por el neurólogo a causa de unas migrañas.

Las personas con esta afección suelen tener problemas a la hora de comunicarse con otras personas y también se puede reflejar en el aprendizaje o la conducta. «En mi forma de comunicarme, a lo mejor me voy por las ramas, o soy muy directa, seca, inquisitiva...», explica Yasmín. Además, pueden manifestar hipersensibilidad al ruido o la luz, como en su caso. Estos factores hacen que el mundo laboral resulte un entorno complicado, Yasmín tuvo que abandonar puestos porque no estaban adaptados a sus circunstancias. No tiene una discapacidad reconocida legalmente, entonces las empresas no están obligadas a hacer las adaptaciones pertinentes a sus trabajadores con autismo. «Uno de los problemas que tenemos las personas como yo es que nos descartan para valorar cualquier tipo de discapacidad. Yo no he llegado a hacer la valoración porque el psicólogo de la Seguridad Social no considera que la necesite, en base a lo que se contempla actualmente. Igual no tengo deficiencias graves o físicas, pero sí que padezco, por ejemplo, ansiedad, por los problemas de comunicación, e hipersensibilidad», relata.

 Pruebas para hombres

Historias como la de Yasmín son habituales entre las mujeres que padecen autismo, cuyo diagnóstico suele tardar más que el de los hombres. De hecho, se consideraba que era una afección que afectaba más a la población masculina. Lo que ocurre es que las pruebas que se realizan están enfocadas a este sexo: «El modelo de diagnóstico se basa en las características masculinas, esta falta de actualización hace que cuando una mujer busca una respuesta se encuentre con una pared, nos tratan como si quisiéramos estafar y es muy incómodo». A nivel social, Yasmín cuenta que al decir que tiene autismo hay gente que no la cree, ya que no la encajan dentro de los estereotipos habituales. Para ella, la falta de información en la sociedad es una de las principales dificultades, a las que también se enfrenta con su hija. «Cuando informé al colegio no me creían porque ellos no le notaban nada, pero no pueden negar un parte médico. Ella no necesita adaptación, pero hay cosas que los profesores deberían tener en cuenta, por ejemplo, algo tan trivial como una metáfora a ella le resulta complicada, tiene que traducir algo que no entiende», reclama.

Para luchar contra esto, Yasmín colabora con otras mujeres en proyectos para promover el conocimiento sobre el perfil femenino del autismo: «Se piensa que solo los niños tienen TEA y lo tratan como una enfermedad cuando son unas características, hay información que no se conoce y si se supiera, las mujeres podríamos ser diagnosticadas muchísimo antes». Además, llaman la atención los altos niveles de desempleo que hay en la población autista y cómo se enfrentan a mayores riesgos: «Sufrimos más acoso laboral, escolar, interpersonal o sexual, además de la precariedad económica que impide que tengamos acceso a las terapias que necesitamos para poder traducir y vivir en el mundo conforme a las expectativas». Esta lucha, señala, es para que la sociedad no deje atrás a niñas como su hija.