Dos años después de la batalla electoral del 10-N Pablo Casado no consigue afianzar su liderazgo

JAVIER A. LOMO MADRID | COLPISA

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Pablo Casado, en una imagen de archivo
Pablo Casado, en una imagen de archivo David Mudarra | Europa Press

Dos de los cinco actores principales, Rivera e Iglesias, han salido de la escena por la puerta de atrás y han dejado dos partidos en crisis. Abascal se ha reforzado y aspira a ser el socio imprescindible de un Casado, que teme quedarse sin gasolina para llegar a las urnas dentro de dos años

14 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Dos años después de las elecciones que posibilitaron el primer Gobierno de coalición de la reciente historia democrática son muchos los cambios que se han producido en la escena política. Las encuestas vaticinan que el PP, el principal partido de la oposición, será el vencedor en las próximas generales. Pero su líder, Pablo Casado, no ha sido capaz en estos 24 meses de consolidar un liderazgo puesto en duda tanto dentro como fuera del partido.

En el 10-N consiguió mejorar los 66 diputados que había cosechado en los comicios de abril de 2019. No era difícil, era el peor resultado electoral jamás cosechado por los populares. Pero los cambios de postura respecto al Gobierno de Pedro Sánchez o Vox, su principal competidor en el espectro ideológico de la derecha, han alimentado la imagen de un liderazgo gaseoso. Pero lo peor puede estar por llegar. La disputa descarnada entre la dirección nacional y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz-Ayuso, por el liderazgo del partido en la región amenaza con privar al dirigente popular de la posición privilegiada que hasta ahora ocupa en las encuestas.

Vox fue el partido más beneficiado tras la repetición electoral del 10-N, que le aupó hasta ser la tercera fuerza en el Congreso con 52 escaños. Una atalaya que le ha legitimado para presentar numerosos recursos de inconstitucionalidad contra la acción del Gobierno y liderar así la batalla política en los tribunales contra Pedro Sánchez y su Ejecutivo. En total, más de veinte en esta legislatura, entre ellos, los presentados contra los estados de alarma, que se han saldado con severas derrotas para el Gobierno.

La relación del partido de Santiago Abascal con el PP ha atravesado fases diversas, con el punto álgido en la moción de censura de octubre del pasado año presentada por Vox y que puso contra las cuerdas a Casado. «No somos cobardes, ni furia ni ruido, no queremos ser como usted», le espetó entonces el popular. 

La gran duda de PP y Vox

La principal duda que sobrevuela las filas de ambos partidos es si a partir del 2023 el PP, en el caso de que salga vencedor, se verá obligado a contar con Vox o, por el contrario, si será capaz de formar Gobierno en solitario, algo que, al igual que en el caso del PSOE en la última cita electoral, parece imposible.

Ciudadanos ha visto como Albert Rivera, su presidente y fundador, abandonaba el partido después de pasar de 58 a 10 diputados en apenas seis meses. Desde entonces, y bajo el liderazgo de Inés Arrimadas, Cs malvive en un período convulso y no exento de polémicas, con la guinda de la fallida y rocambolesca moción de censura en Murcia. Que encima desembocó en la convocatoria electoral en Madrid que dejó a los liberales fuera de la Asamblea de la Comunidad. Una estocada quizás definitiva.

Otra dimisión sonada fue la de Pablo Iglesias en mayo pasado,. Pasó de ser vicepresidente segundo del Gobierno a pelear en la arena electoral de Madrid para salvar a su partido de un naufragio seguro. Podemos únicamente obtuvo diez escaños e Iglesias puso fin a una carrera política jalonada por la polémica y el ruido.

Independentistas

Otro elemento clave en el mapa político en estos dos años ha sido el protagonismo fundamental adquirido por nacionalistas e independentistas. ERC, PNV o Bildu han apoyado al Ejecutivo de coalición en momentos críticos como las prórrogas de los estados de alarma o la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado. Pero ha sido y es una relación al filo de la navaja, sobre todo con los republicanos catalanes.

La mesa de diálogo entre Gobierno y Generalitat de Cataluña, los indultos a los líderes independentistas del «procès» o el traspaso de las prisiones al Gobierno vasco son algunas de las contraprestaciones que la oposición ha aprovechado para cargar contra el Ejecutivo de Sánchez de forma recurrente. Sangrante para el PP, Vox y Ciudadanos, la relación del Gobierno con Bildu. Todo conforma un universo de cesiones y humillaciones para la oposición. La acusación de «vender los principios» por seguir en la Moncloa, resume el análisis opositor.

Han pasado 24 meses desde las últimas generales, pero parece que ha pasado un siglo. La pandemia lo paró todo en marzo del 2020, menos la confrontación política. De los cinco actores principales, dos, Rivera e Iglesias, han salido de la escena por la puerta de atrás y han dejado dos partidos en crisis. Abascal se ha reforzado y aspira a ser el socio imprescindible de un Casado, que teme quedarse sin gasolina para llegar a las urnas dentro de dos años. Sánchez tampoco tiene motivos para la tranquilidad. El PSOE no remonta, la recuperación económica es menor de lo previsto y los aliados no se lo ponen fácil.