Biden y Xi se abren a la distensión pero siguen firmes en sus líneas rojas

M. Gallego / J. Centeno NUEVA YORK, PEKÍN / COLPISA, EFE

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Joe Biden y Xi Jinping, durante una cumbre virtual, en una imagen de archivo.
Joe Biden y Xi Jinping, durante una cumbre virtual, en una imagen de archivo. JONATHAN ERNST | REUTERS

La cumbre virtual en la que ambos se vieron cara a cara por primera vez desde que son presidentes duró más de tres horas

16 nov 2021 . Actualizado a las 18:00 h.

No era un encuentro entre viejos amigos, había aclarado la portavoz de la Casa Blanca Jen Psaki, sino entre viejos conocidos que, por primera vez desde que gobiernan las dos grandes potencias económicas del mundo, se veían cara a cara, aunque fuera a través de dos grandes pantallas. Xi Jinping debía saberlo, y tan pronto como se abrió el micrófono dijo estar muy contento de ver «a su viejo amigo», a lo que Joe Biden no tuvo más remedio que asentir. Se conocieron hace más de una década cuando ambos eran vicepresidentes y ya entonces su primer encuentro cerca de la plaza de Tiananmen duró cinco horas y media.

En el maratoniano encuentro de la pasada madrugada, duro más de tres horas y tuvo hasta un intermedio para recuperar el aliento, el presidente estadounidense se permitió recordarle a su homólogo chino la responsabilidad que ambos tienen en sus manos, tal vez para darle su papel en la mesa y en el mundo. «Me parece que la evolución de nuestra relación tendrá un profundo impacto no solo en nuestros países sino, francamente, en el resto del mundo», le dijo.

Los dos líderes hicieron gala de sus buenos propósitos y hablaron de manera «respetuosa y directa», según la versión divulgada por Washington. No obstante, ninguno de los dos dio el brazo a torcer sobre las líneas rojas de sus respectivos países, particularmente en lo que atañe a Taiwán, isla sobre la que China reclama su soberanía.

Biden reiteró a Xi el compromiso de Washington con la política de «una sola China». El líder chino respondió con una advertido: respaldar a Taiwán «para lograr la independencia» o «utilizar» la isla «para controlar a China» es «jugar con fuego, y los que juegan con fuego se queman».

Evitar un conflicto

«Tenemos que asegurarnos de que la competencia entre nuestros países no vira hacia un conflicto, intencionado o no», aviso el estadounidense. Para eso propuso establecer «barreras de protección de sentido común» que les permitan ser «claros y honestos» en los desacuerdos, pero a la vez trabajar juntos en aquellas áreas en las que sus intereses se encuentren, «especialmente en temas vitales para el mundo como el cambio climático».

Navegar entre Trump y Biden

Xi ha sabido navegar entre los intereses personales de su antecesor, Donald Trump, al que prometió comprar 200 millones de dólares en bienes agrícolas y ganaderos que favorecieron su campaña en estados como Iowa, y el multilateralismo de Biden, que fuese presidente del Comité de Asuntos Exteriores del Senado. «Si el pasado sirve de prólogo», le adelantó Biden en los diez primeros minutos que abrieron a la prensa, «discutiremos los derechos humanos, la economía y la necesidad de asegurar un Indo-Pacífico libre y abierto».

En la mesa le acompañaban los pesos pesados de su gabinete, desde el secretario de Estado, Anthony Blinken, hasta la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, pasando por el asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan.

La Casa Blanca pensaba que Biden llegaba al encuentro virtual en posición de fuerza gracias a la ley de infraestructura que acababa de firmar, porque por primera vez en dos décadas EE.UU. invierte más que China en la modernización de su propio país. Sin embargo, Biden llega con un bajo índice de popularidad y la perspectiva de perder el Congreso en las elecciones de medio mandato, mientras que Xi acaba de recibir el espaldarazo del Partido Comunista para un tercer turno en el poder.

El pulso estaba altamente coreografiado, no solo en las pantallas de la sala por las que aparecía Xi, con su taza de té, sino hasta en el intermedio que tomaron las partes, decididas a hacer buena la previsión de que hablarían durante más de tres horas. El resultado, más allá de los comunicados de buenas intenciones, tendrá que trasladarse en los próximos meses a áreas de cooperación tan conflictivas como Taiwán, que se ha convertido en el eje estratégico de EE.UU. para influir en la región de Asia Pacífico.