James Webb, el telescopio que observará la infancia del universo

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El lanzamiento del potente instrumento está previsto para el próximo 22 de diciembre

01 dic 2021 . Actualizado a las 16:33 h.

Los grandes avances tecnológicos suelen generar saltos en el conocimiento. Véase el caso del telescopio. El uso que hizo del instrumento Galileo Galilei en 1609 dio paso a la astronomía moderna. Al observar las lunas orbitando alrededor de Júpiter descubrió que no todo giraba en torno a la Tierra. Así se desmontó la visión geocéntrica del universo que había dominado desde la Grecia clásica.

Si Galileo levantara la cabeza no daría crédito cuando comprobara hasta dónde ha llegado la revolución que él inició. En 1968 se puso en órbita el primer telescopio espacial, el cosmos 215 soviético. La lente de la ciencia traspasaba así las fronteras de la Tierra. Observar el cosmos sin las interferencias de la atmósfera produjo otro paso de gigante. «La historia nos demuestra que cada vez que aparece una tecnología disruptiva surgen descubrimientos inesperados. Por ejemplo, en 1995 el Hubble observó una zona oscura del cielo y encontró miles de galaxias. Se pudo comprobar que el Universo es más grande y está mucho más poblado de lo que habíamos soñado», explica el astrónomo Borja Tosar.

La ciencia está a punto de dar otro gran salto tecnológico que promete desvelar misterios que han permanecido ocultos hasta ahora. El próximo 22 de diciembre tendrá lugar el lanzamiento del James Webb, el telescopio espacial más sofisticado de todos los tiempos que ha sido construido y operado conjuntamente por la NASA, la Agencia Espacial Europea y la Agencia Espacial Canadiense. La inversión asciende a unos 10.000 millones de euros. Un instrumento que llama la atención por sus enormes dimensiones. «El parasol es del tamaño de una cancha de tenis», apunta Tosar. El primer desafío de esta histórica misión será completar con éxito la operación que permitirá ponerlo en órbita y desplegarlo.

«La maniobra resulta tremendamente complicada. Todos los sistemas deben responder a la perfección. Y una vez superada esta fase habrá que calibrarlo porque en realidad son muchos espejos que funcionan como uno solo», subraya. Una prueba de la dificultad de la misión son los sucesivos retrasos en los plazos. El último se produjo hace esta misma semana. El lanzamiento estaba previsto para el 18, pero se ha retrasado un días por un problema que ha surgido cuando se acoplaba el instrumento al cohete.

Además, a diferencia de otros telescopios como el Hubble, el James Webb no podrá ser reparado por astronautas ya que orbitará en una región del sistema solar conocida como punto de Lagrange, a 930.000 kilómetros de distancia entre la Tierra y el astro. En esta zona la gravedad de la estrella y de nuestro planeta alcanzan un equilibrio, permitiendo que cualquier aparato pueda estar en una posición fija.

La edad de la luz

Cuando Edwin Hubble descubrió en 1927 que el Universo se expande, la comunidad científica propuso que invirtiendo el proceso el cosmos debería ir encogiéndose a medida que se retrocede en el tiempo hasta que todo debería haber estado concentrado en un punto que un día explotó. Esta idea es la idea que sustenta la teoría del Big Bang formulada por el sacerdote belga Georges Lemaître. Tras la explosión inicial toda la materia estaba tan concentrada que los fotones no podían moverse libremente. El cosmos permaneció apagado durante unos 300 millones de años en un período conocido como la Edad Oscura hasta que la gravedad permitió que la materia se compactase lo suficiente como para que los átomos se fusionan y formasen las primeras estrellas, iluminado así el universo. «El James Webb está preparado para retroceder 13.000 millones de años y observar esas primeras estrellas que brillaron y se fueron agrupando hasta formar las galaxias», destaca Tosar.

Exoplanetas

El James Webb no solo aportará nueva información sobre la historia del cosmos, sino que también podría ayudarnos a averiguar si estamos solos. «Tiene capacidad para analizar la composición química de las atmósferas de planetas que orbitan otras estrellas y, por tanto, podrá buscar marcadores de vida en otros mundos», sostiene el astrónomo gallego.

El telescopio está diseñado para estar operativo al menos durante cinco años, aunque la NASA tiene la esperanza de que dure diez. Las primeras fotografías tardarán unos seis meses en llegar. Las expectativas no pueden ser más altas tal y como ha quedado patente en las declaraciones de Günther Hasinger, director de ciencia de la Agencia Espacial Europea. «Creo que las imágenes del telescopio nos volarán la cabeza».