Ana Isabel Fernández Escuredo, nutricionista: «Los niños no tienen que comer mucha cantidad, pero sí probar de todo»

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MARCOS MÍGUEZ

«Cuando un niño come despacio, hay que dejarle», explica la profesional que está al frente de los menús de las escuelas infantiles de la Xunta, que no cree en las prisas a la hora de la comida y sí en disfrutar del sabor de los alimentos

10 dic 2021 . Actualizado a las 16:58 h.

Una alimentación saludable es fundamental en todas las etapas, pero aún más si cabe durante los primeros años de vida. La nutricionista Ana Isabel Fernández Escuredo, que diseña los menús que se preparan en las escuelas infantiles de la Xunta, explica que es el mejor momento (de 0 a 3 años) para que los niños prueben de todo. Es decir: para enseñarles a comer de manera saludable. Ese es el objetivo que se persigue con la elaboración de los menús, que no se queden simplemente en un plan nutricional, sino que también sea educacional.

—No hay mejor momento para empezar a marcar hábitos saludables como en los primeros años.

—Los niños aprenden por imitación y por emociones. Las repeticiones les ayudan mucho. Lo importante es rodearlos, tanto en su ambiente en la escuela infantil como en el de casa, de un hogar saludable. Siempre buscando ese punto medio: no hay alimentos muy buenos ni alimentos muy malos. No hay blanco ni negro, hay un arcoíris.

—¿Cómo tendría que ser el menú de un niño de 0 a 3 años?

—Entre los nueve y los diez meses ya habrá tenido que comer con trozos. Pero a partir del año no puede faltar en ningún momento en ninguna comida verdura cocida y/o fresca. Y digo cocida y/o fresca porque hay personas que consideran que si el niño come verdura cocida ya no puede comer verdura fresca, por ejemplo. Pero lo cierto es que sí pueden coexistir. Se recomienda que coman una ración de verdura cocida, una ración de verdura fresca y mínimo tres raciones de fruta al día. La alimentación tiene que ser pautada por el niño. Él decide la cantidad que tiene que comer y la escuela decide la calidad que va a tener. Pero hay que respetarle cuando él decide dejar de comer. Los niños nacen con un sentido innato para saber cuánto tienen que comer y, alcanzado ese punto de plenitud, es importante respetarlos para que en un futuro no tengan problemas.

—Habla de cantidad y de calidad. ¿A qué se refiere?

—Imagínate que una escuela tiene pautados brécol y coliflor, pero que al no tenerlos porque no es un producto de cercanía, que es lo que se busca en estos menús, pone otra verdura. En realidad, lo que se plantea es que el alimento siempre sea de proximidad, pero que luego se decida, de entre lo que haya, la calidad que se vaya a poner. Lo principal es que el plato esté lleno de productos altamente interesantes. Las escuelas tienen permiso para introducir otro alimento de cercanía que sea nutritivo, satisfactorio y seguro. Esto es un plan orientativo.

—¿Cómo se planifican los menús?

—Se elabora el menú, y después de ser supervisado por el equipo de pediatras del Sergas se consensúa con las escuelas infantiles. Tras ponerlos en práctica, ellos van viendo cómo funciona y pasan ese feedback, esas dudas. En base a eso puede cambiarse. Vamos por el tercer menú.

—¿De cuánto tiempo se elaboran?

—Son de cuatro semanas, de lunes a viernes. Se presentan los menús con sugerencias de cenas para que de alguna manera puedan tener una orientación. Al final los padres son los expertos de sus hijos, pero esto es una información más, y entendemos que da poder de elección.

—Las verduras y las frutas tienen que estar presentes todos los días. ¿Es complicado que los niños las coman?

—A estas edades están como en una fase de ir descubriendo. Todo les va a llamar la atención. Recuerdo un niño que después de haber pasado por la escuela infantil y que estaba a punto de cumplir cuatro años, decía: «¿Dónde están mis verduritas?». Comienzan con poca cantidad y al final van comiendo más, y más variado. Esa exposición constante es clave.

—¿Algún truco?

—Yo creo que la cocina con amor y sin prisas ayuda mucho. Y luego la actitud de los que están al lado es muy importante. Siempre digo que si uno cree que se lo va a comer, termina comiéndoselo. Los niños no tienen que comer mucha cantidad, pero sí probar de todo. Que cuando un padre vaya a recoger a su hijo a la escuela infantil la pregunta no sea: «¿Terminó el plato?», sino: «¿Probó de todo?». Y si lo ha hecho, ese es el objetivo. Suele ocurrir que no es que no quieran verduras, sino que no quieren tanta cantidad. Esperamos que coman lo mismo que un adulto, y los niños comen muchísimo menos que nosotros.

—¿Se podría decir que queremos que coman más de lo que necesitan?

—Generalmente suele ser así. En Galicia todo tiene que ser como muy grande. Los niños tienen que aprender a disfrutar en poca cantidad de lo que comen, así no habría problemas de sobrepeso. A veces decimos cosas a nuestros hijos con la mejor voluntad, pero si nos paramos a reflexionar, no serían tan oportunas. Tú le dices a un niño: «Venga, come rápido. Mastica rápido, ¿no ves que si lo tienes en la boca mucho tiempo te va a saber más?». Pero ellos nos están dando una lección, porque están haciendo lo que todos deberíamos hacer, comer despacio y disfrutar. Cuando lo disfrutas (su olor, su sabor, su textura) hace que comas menos, además las personas que mastican se sienten saciadas antes y a ellos les va a ayudar con el crecimiento orofacial involucrado en el desarrollo de su dentición y de su lenguaje. No es solo lo que como, sino cómo lo como.

—¿Qué tenemos que enseñarles a los niños de alimentación?

—Que las verduras tienen que estar presentes todos los días, que es importante comer de cuchara y, a la hora de comer, elegir verduras, legumbres y cereales. Y si un día no hay tanta proteína, no pasa nada si hay legumbres presentes. Antaño elaborar unas lentejas con verduras estaría mal visto. Hoy es algo que se puede introducir.

—¿Qué errores cometemos?

—Yo no puedo criticar a nadie porque cada uno tiene sus recursos y sus conocimientos, y con los hijos hacemos lo que nos han enseñado. Si tuviera una charla con alguien que me compartiera lo que hace, desde luego no lo juzgaría, pero sí le daría información para que utilizara lo que le sirve. ¿Y qué le sirve? La calma. Si yo soy capaz de comer algo, él también. Si como fruta, él también. Con verdura, lo mismo. A veces no se puede cambiar la alimentación de un niño si en una familia hay un padre que no aprendió a comer frutas y verduras y una madre que come también muy poco variado. Porque los hijos intentarán acercarse a los padres a través de la comida. Lo importante es que sepan lo que están comiendo y que lo disfruten, lo caten y les guste. Cuando un niño come despacio, hay que dejarle que coma despacio. Si está masticando, dejarle que mastique.

—¿Los exponemos desde muy pequeños al azúcar?

—El paladar se entrena. Es muy importante disfrutar de lo genuino, por ejemplo, del azúcar que pueda tener una pieza de fruta. Sería muy interesante ser un poco intolerantes a los sabores dulces y ser más tolerantes a los amargos. Lo tienen más fácil aquellos niños que pueden introducir alimentos que no llevan azúcar añadido.

—Los dibujos en los productos que no son saludables no ayudan.

—Claro. Los niños no compran el producto, buscan el regalo, el juguete. Las verduras solo vienen con el amor que las madres les ponen.